Capítulo 39 🎻

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Raven

Un trueno suena tan fuerte que sacude todo Arkos. Algunos muebles de la habitación traquetean. Las hojas de los árboles proyectan sombras en las paredes y las ventanas se abren y se cierran dando paso a la lluvia. Ignoro el caos, ignoro el dolor en mi corazón mientras deslizo el arco por las cuerdas del violín. Las notas vibran dentro de mi alma, las luces rojas emergen y siento calidez. Un tipo de calma que relaja la agitación. La conmoción. La decepción.

Soy una tonta.

Me expuse sola a esta situación.

Él me dejó claro desde un principio cuál es su posición sobre la paternidad. ¿Por qué me duele tanto? Tengo dieciocho años, soy joven y con un futuro por delante. Necesito ser racional y aprender a gestionar mis emociones. No juzgo sus miedos. Me lastimó ver la expresión en su rostro. Me miró como si fuera la única responsable de las acciones que ambos cometimos. Tuvimos sexo sin protección desde que nos conocimos. ¿Qué demonios esperaba?

La primera lágrima rueda por mi mejilla y mis dedos acompañan al arco en una melodía tan desgarradora que me roba un sollozo. Maldito imbécil sin consideración. No tiene problemas en follarme, pero cuando se trata de asumir las consecuencias se convierte en un monstruo que le da igual lastimarme.

Bastardo.

Permito que la música se haga cargo. Un tono inquietante y extraño que me hace sentir poderosa. Los minutos pasan y luego oigo un grito agudo y violento. Mi atención se dirige en la ventana dónde distingo unas gigantescas alas blancas agitarse bajo la tormenta.

Kiva.

Otro trueno impacta detrás de ella y sus ojos azules brillan en la oscuridad. Sus aleteos provocan escalofríos en mi piel. Mi vestido mojado se pega a mi cuerpo y mi cabello rojo flota alrededor de mis mejillas. Desde que vi a esa criatura por primera vez supe que no estaría sola nunca más.

Fuimos hechas para estar juntas.

Amo y guardiana.

―¿Raven?

La melodía se detiene, las ventanas se cierran de golpe. Dos brazos me rodean desde atrás en un intento de relajar mis emociones fuera de control. El violín tiembla en mis manos. El corazón me retumba. Trato de enfocarme en el hombre que me sostiene y no en la ira que me embarga. Necesito respirar.

―Apártate―digo―. Hazlo ahora o voy a gritar.

Krestel me suelta y me giro para enfrentarlo. Con el pecho agitado, parpadea rápidamente y sacude la cabeza. Sus ojos lucen atormentados y oscuros.

―¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? ―pregunta―. Ella pudo entrar aquí y destruir todo con tal de protegerte.

—Le daría las gracias si te quemara el trasero.

Aprieta los labios.

—No estás entendiendo lo que he dicho...

—Lo entiendo perfectamente. La llamé con mis emociones porque hemos desarrollado una conexión desde que nos vimos por primera vez. Es mi guardiana y muy capaz de atacarte si lo ordeno—mascullo, dejando el violín sobre el sillón de cuero—. No la detendría.

Lo digo con tanta naturalidad, mi voz engañosamente tranquila. Culpo a la ira por mi falta de emoción. En otra ocasión saltaría y trataría de tocar a esa hermosa criatura por darme el privilegio de ser su jinete.

—Raven...

Un núcleo de rabia burbujea a través de la fina corteza de mis otras emociones. Estoy molesta, cansada y triste.

Una Melodía MortalWhere stories live. Discover now