Capítulo 44 🎻

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Raven

No tengo tiempo para huir o estar asustada. Hay una opción y esa es pelear con todas mis fuerzas. Desenfundo mi espada de acero y ataco. Huesos rotos, salpicaduras de sangre, carne podrida y órganos se dispersan en el aire mientras mato a mis enemigos. Krestel se encuentra en su elemento. Decapita con sus garras y destroza a cada criatura que se atraviesa. Sus ojos rojos llenos de furia, su cuerpo tenso en expectación. No es un número sostenible. La cantidad de bestias es alarmante y es cuestión de tiempo para que nos agotemos. Solo un milagro acabaría con todos ellos. Maldito laberinto encantado. No veo la hora de contar con el violín.

La sangre baña el suelo y los cadáveres están apilados en montones. Otros salen de las tierras y se unen al campo de batalla. Acabo con ellos usando los puños e incluso mi daga. Hasta ahora ninguna es una real amenaza. Los entrenamientos brindan sus frutos, aunque la experiencia es muy caótica. Tendré muchas aventuras que contarle a mi familia cuando regrese al mundo mortal. Krestel y yo peleamos juntos, espaldas pegadas y apoyo moral. Le saco un espectro flotando de los hombros y mato a la criatura con patadas. Los gritos agudos de los monstruos me lastiman los tímpanos. Saldré sorda de aquí y traumada.

—¿Estás bien? —pregunta Krestel cuando tomamos una pausa.

Le aprieto la mano y vuelvo a enfocarme en mi objetivo.

—Perfectamente bien. No hay nada que no pueda manejar.

Me lanza una sonrisa torcida.

—La vida a tu lado es perfecta, Raven.

¿Por qué me diría un comentario como ese en un momento tan crucial? El calor de sus palabras se propaga en mi estómago y recuerdo lo feliz que fuimos hace horas en esa cueva. Si tan solo pudiéramos regresar allí...

—Concéntrate—Krestel chasquea los dedos en mi cara y regreso a la realidad para encontrarme con una horrible criatura.

Trago saliva.

—Oh, mierda...

Un escorpión carga directamente hacía mí. Su cola venenosa con aguijón arroja ácido y achicharra todo lo que toca a su paso. Agita sus pinzas, sus pequeños ojos negros destilando puro odio. Me preparo y levanto mi espada cuando salta en el aire. La punta afilada se hunde en su garganta, haciendo que la bestia chille y se retuerza antes de morir.

Sin aliento me vuelvo hacia la siguiente bestia, pero me toma desprevenida cuando su cola me golpea y lanza mi cuerpo en el fango podrido. Mis sienes palpitan con dolor, la sensación de mareo regresa y mi cabeza da vueltas. Las gotas de barro se escurren por mis mejillas y entran a mi boca. Escupo la sucia flema con una tos. Me siento asquerosa, una criatura primitiva de la naturaleza. Indignada, miro mis manos cubiertos de lodo. A la distancia escucho la risa de Krestel. Me volteo lentamente para encontrarme con su mirada burlona. Imbécil de mierda. Luzco apestosa y maloliente. Él, en cambio, como un guerrero impecable con su armadura intacta. Qué humillante. ¿Por qué nunca puedo ganarle?

—¡No es divertido! —protesto.

La sonrisa se borra de su cara.

—Mira a tu izquierda.

Aparto la trenza pegajosa fuera de mi rostro. Se inyecta una sensación de alerta en mis venas, como un remolino creciente que grita alarmado «¡Muévete, maldita sea!» «¡Huye por tu vida» Mis extremidades no quieren cooperar. Observo con la boca abierta al espeluznante arácnido que se arrastra sobre mi cuerpo y sus pinzas venenosas chocan cerca de mi cara. Una gota muy pequeña de ácido cae al costado de mis botas y aparto mis piernas antes de que me quemen.

—¿Necesitas ayuda, amor? —pregunta Krestel, sosteniendo sin esfuerzo la garganta de una langosta gigante.

—No —contesto, terca y orgullosa—. Puedo sola. Es mío.

Una Melodía MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora