Capítulo 41 🎻

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Krestel

Miro por la ventana y veo el atardecer bañar a Arkos de naranja. Siento la presencia de Morana detrás de la puerta y mis dedos se aprietan alrededor del cáliz. No formaba parte de mis planes incluirla en esta misión, pero Ava le ha dado el beneficio de la duda. Su libertad está en juego. Ella tiene la oportunidad de demostrarme que no es la misma de antes. Sé que eso es su mayor prioridad. A Morana le importa mi perdón. Lo necesita para seguir adelante.

—¿Majestad?

Desvío mi atención del paisaje.

—Entra.

Capta la orden con la inseguridad impregnada en su expresión. Alzo una ceja al ver que sostiene un rollo y me lo entrega con torpeza. Su miedo a defraudarme es tan evidente.

—Quiero comentarle los puntos más importantes del laberinto. Es conveniente que lo sepa.

Acepto y desenrollo el mapa para extenderlo sobre la mesa ovalada. El laberinto cobra vida ante mis ojos. Examino la geografía en toda su extensión. Los árboles, las cuevas, las criaturas, pero lo que me toma desprevenido es ver una cantidad absurda de sombras.

—Se está propagando —explica Morana—. La resurrección de Baltor despertará otras fuerzas malignas.

Noté el mismo escenario en el bosque de los lamentos. Pensé que disminuirán con mi intervención y no tuve en cuenta que otros territorios turbios de Arkos están expuestos. Eso también explica la extraña aparición del espectro que intentó atacar a Raven. Si bien existen desde hace siglos, no suelen exponerse a menudo. Las sombras los hace sentir valientes.

—Y todos mis enemigos se unirán a él.

Morana asiente. Bebo de un trago las últimas gotas de sangre y coloco el cáliz sobre la mesa. Me inclino y miro de cerca el mapa. Entrar será fácil. Salir es el mayor reto.

—Creí conveniente recordarle que no tendrá acceso a sus poderes ni a ningún tipo de magia, pero hay una ventaja que no puede desaprovechar.

Me pongo nervioso cuando pienso en esa posibilidad. Raven es una mujer muy intuitiva y con una devastadora capacidad de derribar todas mis defensas. Me avergonzaría que ella viera mi pasado, mis miedos y mis traumas con lujo de detalles. Se dará cuenta de que soy un monstruo.

—No.

—Es la única manera, alteza—murmura Morana—. Deben estar más unidos que nunca y eso significa mostrarle sus partes frágiles.

—Ya lo hice —Mi voz suena ronca.

—No, completamente y lo sabe. ¿A qué le teme?

¿Qué me asusta? Todo. Que ella logre desenterrar mi pasado y cambie la imagen que tiene de mí. Antes de conocerla no era el mismo. En mi interior aún habita ese monstruo y despertará tarde o temprano.

—No intentes entenderme. Es patético, no eres mi amiga.

Morana contiene el aliento.

—Lo fui una vez.

Me arranca una carcajada que la hace encogerse.

—¿Necesitas recordar dónde me ha llevado eso? —inquiero en tono afilado—. No, no quieres. Ahórrate tu falsa empatía.

Sus ojos caen con tristeza. A nadie le gusta que le restrieguen su pasado, menos a ella. Si cumple su parte del trato romperé sus cadenas y le perdonaré la vida, pero jamás olvidaré su traición. Vivirá con eso eternamente.

—Eviten salir lastimados —Morana endereza la postura—. Las tierras del laberinto están tan contaminadas que no hay ni un signo de vida. Lo que significa que tanto usted como su compañera no podrán curarse si sufren heridas graves.

Una Melodía MortalKde žijí příběhy. Začni objevovat