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    Revolvía los cajones de su mesa de luz. Sin encontrar lo que buscaba, se arrodilló para fijarse debajo de la cama. Nada. Perdiendo la paciencia, revisó su escritorio. Chasqueó la lengua, frustrado. Miró la hora en la pantalla de su celular, se le estaba haciendo tarde. Salió de su habitación, golpeó la puerta del cuarto de su hermana.

    —Jiyu... —la llamó— Jiyu.

    La niña abrió la puerta con pesadez.

    —¿Qué pasa?

    —¿Tú agarraste mis anillos para jugar o algo?

    Ella se cruzó de brazos, indignada.

    —¿Por qué entraría yo a ese cuarto con olor a humanidad?

    —Esa no fue la pregunta que te hice.

    Entonces su madre intervino marcando presencia en el pasillo.

    —Con lo desordenado que está tu cuarto, esos anillos podrían estar en cualquier parte —defendió a su hija menor—, ¿buscaste bien?

    Jungkook volvió a mirar la hora en su celular, tenía que irse. Largó un suspiro y se dirigió a su habitación a buscar su mochila. Se la colgó al hombro y anunció que se iba.

    Había acordado de verse con Jimin después del almuerzo a tomar un helado. Era la primera vez que se verían de día. Hacía mucho tiempo que Jungkook no tenía una cita de ese estilo, de esas en las que lo que importa es el diálogo y conocer a la otra persona, o cualquier cita en absoluto, no solía estar entre sus intereses. Pero había algo en esta ocasión que era diferente, tenía un presentimiento sobre su vínculo con el guitarrista... había algo que le daba curiosidad, que lo mantenía en suspenso, y eso le encantaba. Se pasó toda la semana pensando en verlo, se desconocía. Ahora que había llegado el día, estaba ansioso. Sentía sus piernas flojas al caminar y el corazón le latía rápido, quería que las cosas salgan bien con Jimin.

    Su lugar de encuentro era la plaza. La heladería quedaba cruzando la calle contraria a la de la catedral. Jungkook miró alrededor buscando una cabellera rubia. La vió y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. El chico estaba de pie al lado de un monumento, mirando la pantalla de su celular. Tenía puesto un pantalón negro ajustado que resaltaba sus piernas y una chaqueta de jean con parches cocidos a mano. Levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Jungkook, se miraron a la distancia, como si un rayo láser se lanzara de sus pupilas, que chocaban entre sí como si sus fuerzas compitieran. Algo como un enfrentamiento de energía ki saiyajin a través de sus miradas, pero sin los gritos, solo sus energías encontrándose. Jungkook rió ante ese pensamiento que cruzó su mente.

    Se acercaron para quedar frente a frente, a pocos centímetros de distancia. Jungkook dudó si sería correcto saludarlo con un beso en los labios o no, Jimin hizo que dejara atrás esa duda poniéndose en puntas de pie para unir sus bocas en un casto beso que le hizo soltar una risita.

    —Tenía muchas ganas de verte —dijo Jimin, peligrosamente cerca de su rostro.

    Jungkook mordió su labio inferior en una sonrisa. Intentaba contener cualquier pensamiento impuro, no era para eso que estaba en medio de la plaza a la una de la tarde.

    —Yo también.

    Jimin le tendió su mano.

    —¿Vamos por esos helados?

    Jungkook dudó unos segundos, después tomó su mano y entrelazó sus dedos.

    —Vamos.

    Jungkook se sentía extraño. Estaba disfrutando de caminar de la mano con Jimin pero había una parte de él que aún se sentía fuera de sí. Quizá era porque no se había imaginado en aquella situación, hasta el momento. Volvía a sentirse como el adolescente "enamoradizo" que alguna vez creyó ser, lo cual no era necesariamente algo negativo.

Para Siempre [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora