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    Jungkook cerró la puerta de su habitación detrás de él, sin hacer mucho ruido, entre besos silenciosos. Sus manos recorrían el cuerpo del más bajo con conocimiento, sus piernas lo guiaban hacia la cama. Cayeron con gracia sobre el colchón, donde sus bocas se volvían a encontrar una y otra vez. Los toques se volvían más atrevidos, más audaces. Sus respiraciones delataban la excitación.

    Cada vez que se relacionaban en la intimidad era diferente. Era como si se volvieran a conocer desde encuadres más cercanos. Y, como siempre, sus cuerpos pedían más. Y más. Y más. Hasta que en un punto no se podían controlar.

   —Me cansé del sexo vainilla —dijo Jimin con la respiración agitada— átame las manos y ahórcame. 

    Jungkook recibió sus deseos como órdenes. Recordó esa bandana negra que solía usar solo a veces, porque no la quería quemar, es decir, usar muchas veces. Se levantó de la cama y fue al escritorio. Allí estaba, con un nudo, el pañuelo en cuestión. Lo tomó y lo desató. Una sonrisa perversa, más bien morbosa, se dibujó en su rostro. Él ya se había generado escenarios así, solo que no los había creído posibles con Jimin... eso estaba a punto de cambiar.
Desató el nudo y, sosteniéndolo en su puño, lo llevó a la cama. Dejó la bandana a un lado de la cabeza de Jimin. En un movimiento rápido, casi desesperado, le quitó las prendas superiores. Las tiró hacia el suelo, las cuales flamearon hasta caer en las húmedas baldosas de la habitación. Sus labios volvieron a besarse en un intercambio desenfrenado, sabían lo que estaba por venir.

    Las manos de Jungkook recorrieron el pecho de Jimin, las manos de él recorrieron su espalda hasta llegar a sus glúteos. Jungkook tomó las piernas del rubio e hizo que sus pantorrillas abrazaran los costados de la cama.

    —Tienes prohibido cerrar las piernas —dijo Jungkook, firme.

    Jimin, en respuesta, soltó una risa candente. 
Volvieron a besarse mientras las manos de Jungkook exploraban debajo de las ropas inferiores de Jimin, haciendo aquello que consideraba excitante y que incrementaba el calor en la escena. Cuando sintió que el mayor se estaba desesperando, se detuvo. Tomó sus muñecas y las juntó, para después atarlas con la bandana. Se aseguró de que aquel nudo no lo dejara escapar. Besó su cuello con intensidad. Bajó de a poco, haciéndose desear, hasta llegar a los pezones de Jimin. Los estimuló hasta que se aburrió para pasar a otra cosa que estaba a unas pulgadas más abajo que, sinceramente, le llamaba más la atención. Le bajó los pantalones y la ropa interior. Allí hizo uso de todas sus facultades y capacitaciones. Su lengua era experta, sus labios precisos. Cuando usó sus dedos, sintió a Jimin gemir... y ese era el momento exacto para, con su mano, abrazar su cuello. Y Jimin volvió a gemir.

    Jungkook se sentía en total control de todo lo que pasaba, era empoderante. En cada cosa que hacía, sometía al contrario. Era una sensación que le encantaba: saber que era deseado, necesitado.

    Las piernas de Jimin vibraban, rogando por más contacto. 
Procedió Jungkook, entonces, a injerirse en el cuerpo del mayor. Fue tal el placer que, al introducirse, no pudo evitar pensar en todas aquellas cosas gratas que se le pasaron por la mente. Escenarios de plenitud y otras cosas placenteras, eso era todo lo que pasaba por su cabeza
Se cuestionó si amaba a Jimin: en aquel momento juraría que sí.
Porque todo lo que pasaba por su mente era él, porque todo lo que quería era él, era que —tal vez— lo amara. Y se sentía correcto. En ese momento, lo amaba con todo su ser. Y no era mentira. Estaba completamente entregado: cada suspiro era su aliento. 

    El vaivén de sus cuerpos hacía chocar la cama contra la pared, lo que hacía todo más peligroso y evidente. Jungkook sentía el placer subir desde la entrepierna a su garganta, donde soltaba sus indicativos de placer, sin importarle quien pudiera escuchar: era tarde, quien sea que siguiera despierta era responsable de lo que presenciaba. Y, de nuevo, no le importaba. Estaba cegado por el éxtasis. No era tocado, él solo era un instrumento de la satisfacción del contario. Se sentía pasivo ante las circunstancias. Y, de nuevo, gemía. Esta vez, siendo correspondido por su novio. 

Para Siempre [Kookmin]Where stories live. Discover now