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    El Sol caía y Jungkook salía de su casa junto con la Luna. Como lo había planeado la noche anterior, se encargó de regresar la moto a su dueño. Estaba abrigado con un camperón de Peñarol, llevaba la capucha puesta debajo del casco, y un pantalón deportivo del mismo equipo. Casi no había gente en la calle por la ola de frío, así le gustaba a él. A sus ojos, el barrio tomaba un toque especial los días en los que parecía fantasma. La cancha de fútbol que los vecinos habían montado en el descampado aún estaba inundada, así que no había niños jugando a la pelota. Una bolsa de nylon pasó volando frente a sus narices, en la esquina había un grupo de gatos comiendo de la basura. Bajó la velocidad para pasar por una zanja por la cual corría el agua. Dobló una esquina y llegó a su destino. Jungkook paró la motocicleta frente a la casa de Taehyung, puso un pie en la calle y tocó la bocina. Al ver que no venía, hizo ruido con el acelerador.

    —Ya te oí —dijo Taehyung saliendo de la casa, haciendo un gesto con la mano como para que parara. Jungkook, en cambio, hizo más ruido con una sonrisa traviesa en la cara—. Correte para atrás —mandó poniéndose el casco—, no esperarás que no maneje mi propia moto.

    Jungkook chasqueó la lengua y se hizo para atrás agarrándose de la parrilla. Taehyung se sentó frente a él y equilibró la motocicleta. Arrancaron. En parte, para Jungkook era un alivio no ir adelante, el cuerpo de Taehyung cortaba el viento. De pronto sintió a su celular vibrar dentro del bolsillo de su campera. Se soltó de una mano y sacó el celular para desbloquearlo y ver de quién se trataba.

    —Nam dice que ya está en la torre —le avisó a Taehyung—, me mandó foto de una grappa.

    Al escucharlo, Taehyung aumentó la velocidad. No tardaron en llegar. Namjoon los esperaba sentado en un escalón que llevaba a uno de los caminos de la plaza, se puso de pie al verlos. Taehyung subió por la rampa para sillas de ruedas y avanzó lento por los caminos de piedra hasta llegar al anfiteatro abierto. Su amigo llegó unos segundos después. Jungkook se bajó de la moto y se sacó el casco, Taehyung la apagó e hizo lo mismo.

    —Hace tiempo que no te veo, 'tas perdido —dijo Jungkook dándole un abrazo a Namjoon.

    —Las horas extra me tienen hecho un esclavo —sonó exhausto, separándose de Jungkook.

    —¿Y dónde está mi querida? —preguntó Taehyung con emoción.

    Namjoon rió, pasó su mochila para el frente y sacó una botella de grappamiel. Taehyung la tomó entre sus manos y le dio un beso con ruido, haciendo reír a los otros dos.

    Los tres se sentaron en el segundo nivel del anfiteatro, ni muy abajo ni muy arriba. Pusieron cumbia villera en el celular, era el tipo de música que les gustaba escuchar en aquellas situaciones. Taehyung torció la muñeca para abrir la botella y dió una serie de tragos. El dulzor se apoderó de su boca y el calor del alcohol le provocó una mueca a medida que bajaba por su garganta. Le pasó la botella de vidrio a Namjoon.

    —¿Qué has hecho, 'mano? —preguntó Jungkook poniéndo una mano en el hombro de su amigo.

    —¿Aparte de laburar? —habló Namjoon, tomó un trago de grappa— Tener un trío.

    —¿Posta? —soltó Taehyung como para que todo el mundo en la plaza se enterara.

    —Dos veces. Son dos amigas —tomó un par de tragos más y le pasó la botella a Jungkook, él la tomó entre sus manos sin sacarle la vista de encima, tenía toda su atención—. Son heterosexuales pero cuando toman se besan y pasan cosas. Estaban en el toque al que fuimos la otra vez. El otro día le hablé a una, me explicó cómo era la cosa y pimba: pintó.

Para Siempre [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora