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    Las puertas abiertas del ropero permitían ver las estanterías vacías, sus prendas ahora estaban dobladas en una gran valija negra. En las paredes estaban los pegotes de los posters que alguna vez estuvieron allí. La mesa de luz estaba despejada y en el escritorio quedaban unas pocas cosas. La televisión inteligente esperaba embalada en el living. El somier se encontraba recostado contra la pared del cuarto.
Jungkook tenía su mochila abierta en su mano. Fue hasta el tomacorriente y tomó el cargador de su celular para guardarlo en la mochila junto a otros artículos. Caminó hasta el escritorio, allí estaban un par de libros y su portadiscos. Los guardó también. Cerró la mochila y se la colgó a los hombros. Cerró la maleta y la puso en vertical dejando la manija hacia arriba. La desplazó haciendo a sus ruedas rodar, tomó la radio y salió de la habitación.

    En el living todo era movimiento. El hombre que habían contratado para el flete ayudó a llevar la televisión hacia el camión. Jungkook suspiró. Salió de la casa. Caminó hasta el auto de su madre, tenía la cajuela abierta. Allí dejó la radio, la valija y su mochila. Cerró la cajuela bajo la atenta mirada de su madre que estaba parada con firmeza y con los brazos cruzados. El hombre del flete salió del camión.

    —Te ayudo con la cama —le dijo Jungkook al hombre, haciendo una seña con su cabeza. 


    Cuando todo estuvo listo, Jungkook se subió al auto de su madre en el asiento del copiloto. Cerró la puerta y se puso el cinturón. Se acomodó en el asiento soltando un suspiro. Su madre miró por el espejo retrovisor y arrancó el auto en reversa. El vehículo avanzaba por las calles del barrio. El camión de mudanzas iba detrás de ellos. Jungkook bajó la ventanilla para que el aire le diera en la cara. Todo se sentía onírico, como si no estuviera allí: al fin se estaba mudando, lo que había querido por mucho tiempo, pero extrañamente desearía que las cosas fueran distintas.

    Llegaron a la casa de Taehyung. El chico estaba sentado en el pórtico con su maleta. A su lado había una mesa de luz, un microondas y una estantería vacía. Al ver el auto, Taehyung se puso de pie y caminó hasta el portón para abrirlo. La madre de Jungkook detuvo el auto, él se bajó. Se puso frente a Taehyung, se miraron a los ojos, se dieron un abrazo. Taehyung le dio un par de palmaditas en la espalda. Se separaron. El hombre del flete pasó por al lado de ellos para cargar los muebles. 

    —¡Ya vengo! —dijo Taehyung antes de dar un par de pasos en reversa— Cierto que mi padre me dijo que nos podíamos llevar el calefactor...

    Jungkook sonrió al verlo desaparecer por el marco de la puerta. Caminó hasta el porche y tomó las maletas. Su madre abrió la cajuela desde adentro del auto, Jungkook las guardó ahí. Fue entonces que sintió pasos acelerados acercándose.

    —¡Así que era verdad! —escuchó a una voz familiar a su izquierda. Jungkook frunció el ceño, dejó lo que estaba haciendo y volteó en su dirección.

    —¿Jimin?

    El mayor pisaba firme con sus puños cerrados. Se paró frente a él con la mirada encendida en llamas. El hombre de los fletes pasó al lado de ellos con la estantería debajo del brazo.

    —Cuando Jiyu me dijo que te ibas a mudar, pensé que era una excusa para alejarme de ti... —Lo miró de arriba a abajo— pero aquí estás.

    Jungkook esbozó un semblante de extrañeza.

    —¿Jiyu? —Ella estaba en la escuela, era la hora del recreo. Jimin la había visitado. Entonces su rostro cambió a uno de rabia, pues se sintió amenazado. Lo señaló con el dedo índice— Si le haces algo, juro que te-

    —No te vayas —Tomó su mano con desesperación entre las dos suyas, cambiando el ánimo por completo, le dio un beso a sus nudillos—, no me dejes.

Para Siempre [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora