2 Caronte: Boca al Infierno

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Hipertimesia: La extraordinaria capacidad de recuperar los recuerdos de toda tu vida; desde el momento exacto en que aprendiste a caminar, hasta el chasquido del encendedor zippo que usaste para encender tu último cigarrillo

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Hipertimesia: La extraordinaria capacidad de recuperar los recuerdos de toda tu vida; desde el momento exacto en que aprendiste a caminar, hasta el chasquido del encendedor zippo que usaste para encender tu último cigarrillo. Sí, también recuerdo la abolladura que mi moto hizo a la puerta del conductor de la Chevy Van '95. Las placas eran JD799. Había un olor a lodo por la lluvia del jueves, veintiocho de noviembre de 1996. Mi hermana apretó tanto mi pecho que, cuando la motocicleta dio una pirueta en el aire, fuimos expulsados de ella como una sola unidad. Ahora multiplica la experiencia por ochenta y seis encarnaciones y tendrás una idea del peso de mi maldición.

Por ello recuerdo la pronunciación de todos tus nombres, el color de cada mirada tuya, el peso de tus investiduras inertes...

Vuelo en torno a una nube de pólvora para encontrar un punto donde descender. Desde lo alto se distingue un cráter. Una explosión provocada por algún fanático religioso o loco desgarró una casona de más de un siglo de antigüedad y quedó como boca al Infierno.

Las celdillas de mi armadura de Horus se retraen y se guardan mis alas. Me ajusto la máscara y sacudo el brazo llamando mi arma y casaca. Encajo los botones y la tela se ondula en un vapor negro. Aprieto el mango de la guadaña que se manifiesta en mi mano y me adentro en la mente de Clara. Mi familiar estira las alas negras, crascita abriendo el pico y me muestra imágenes del perímetro. Todo como parte de una rutina que he repetido miles de veces: arribar al lugar del desastre, convocar a los recién fallecidos, arrebatarlos de la balanza de Anubis y enlistarlos para Yalta. Algún día yo mismo me encontraré en dicha balanza rindiendo cuentas al dios de la muerte y sé que mi sentencia será desfavorable. Casi no puedo esperar a que suceda.

Un dron sobrevuela el lugar del derrumbe haciendo sonar su sirena. El sonido se confunde con el de una ambulancia que arriba. Dudo que haya sobrevivientes. Una lluvia de ceniza ennegrece el panorama. Estoy por dar inicio a la recolección cuando mi brazalete vibra con una señal de Thaumiel para que aguarde. Resoplo y me mantengo atento. Desde la mirada de Clara busco indicios demoniacos, mas percibo únicamente muerte. El caos comienza cuando los rescatistas se precipitan en una búsqueda infructuosa. Se mueven como hormigas en uniforme naranja. Los gritos de «¡por aquí!» mueren con cada cuerpo confirmado. Tanto esfuerzo desperdiciado en cadáveres. La visión que Clara me muestra se mece en torno a un hombre de extremidades humeantes. Thaumiel ha tomado posesión de una socorrista. Es entretenido verlo en acción. Mientras se mantenga en el Otro Lado es imposible para un humano percibirlo y los que tienen el don no querrían ver el horror de esa cara blanca sin rasgos. Coloca un brazo en el pecho de la rescatista y la transformación comienza. Un exorcista experto en posesiones puede modificar incluso el cuerpo que posee. Y al parecer Thaumiel pretende jugar un rato. La apariencia que toma la socorrista es la de él. Alto, delgado, cabello oscuro y corto con el fleco demasiado largo; ojos grises y amables. Conserva el uniforme de camisa blanca y pantalones azules, goggles, tapaboca y guantes quirúrgicos. Thaumiel solo se manifiesta así para no tener que cortar sigilos de protección en su piel y poder interactuar con alguien.

Me mentalizo junto a la socorrista poseída que ahora luce como él hasta en el detalle del tatuaje en su muñeca–. ¿Qué estás haciendo?

–Creo que sentí a un Iniciado.

–Dijiste que ya habías revisado el lugar.

–Pero eso fue antes del derrumbe cuando todos estaban vivos.

Sacudo la cabeza y me siento en un trozo de concreto a palpar el ambiente–. Percibo treinta muert... –Oh, genial. Me trueno el cuello con un movimiento circular. Acabo de perder de vista un alma. Odio cuando los planes cambian así.

–¿Quieres hacer los honores de ir por él? –pregunta Thaumiel.

Cómo me aburre esta parte. Por supuesto me niego. Dejé de recuperar Iniciados hace mil años cuando me deshice de la idea de que recuperaría a alguien importante. Carezco del perfil acogedor para ayudarles a lidiar con el trauma de haber muerto.

–Tienes media hora para moverlo.

Me mentalizo al otro lado del globo donde es noche y echo a andar en una de las calles abandonadas de Coblenza. Ahora tendré que esperar a que lo retire del lugar de la recolección. Hubiera preferido enfrentarme a un demonio. Cuando menos hubiera sido entretenido capturarlo. Espío a través de los ojos de Clara mientras encuentro un lugar tranquilo a orillas del río Rin. Los rescatistas continúan con el hormigueo, escarbando en esa montaña de trozos grises. Echo la cabeza hacia atrás con tu último rostro en mi mente. Te llamabas Alejo y tenías manchas naranja en los iris. Conseguiste una serpiente en un mercado de Constantinopla y la tratabas como a una persona. Me tatué esa misma serpiente mordiéndose la cola en esta encarnación. Alejo, el Infractor. Revivo las caricias de tus manos fuertes rodeando mi espalda baja; tu voz grave susurrando en mi oído...

Un grito desesperado estalla en algún lugar del derrumbe y me arrebata del último momento contigo. Me siento y aviento un puñado de tierra al agua. Helo ahí: el doloroso despertar de otro Iniciado de la Orden de Taumaturgia. 

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GEHENAWhere stories live. Discover now