22 Caronte: El fin de nuestra era

25 7 3
                                    

El ventarrón menea las lámparas de poste que iluminan el puerto

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El ventarrón menea las lámparas de poste que iluminan el puerto. Mi piel clara se ha oscurecido como el barro. Me siento más menudo, aunque de huesos anchos. El pasaje del laberinto detrás de mí ha desaparecido. Me paso una mano por el cabello crespo de corte militar. Ya no llevo la casaca, sino una túnica corta de color verde sin mangas y los pantalones impermeables que recuerdo como «waiashy». La ilusión es completa. Vislumbro la cabeza blanca de Zarek que sobresale entre una multitud y estiro el cuello. De verdad es él. Su piel rosácea sobresale del resto. Cómo llamabas la atención en ese entonces con esa apariencia imponente y esa sonrisa tan abierta. Atraías todas las miradas, donde fuera que te encontraras.

Zarek está subiendo gente y animales a uno de los submarinos del nobilium Araziel. Me abro paso entre las familias para que me vea. Me sonríe en cuanto me siente mirarle.

–Sabía que vendrías –dice dando un apretón a mis hombros. Me encorvo un poco ante el entusiasmo que centellea en sus ojos violeta. Se inclina sonriente para acariciar el lomo rayado de un Thylacinus, uno de sus animales favoritos. Cree que subiré al navío.

–¿Ya respondió Anubis? –pregunto.

Zarek sacude la cabeza en negativa–. Meretseger sugiere que esperemos en el mar...

Me froto el rostro y observo a la masa de gente que intentará huir de lo inevitable–. ¿A que esperarán, Zarek? ¿A que el dios de los mares los aniquile o a que los acoja el dios de la muerte en el Duat?

–Suban con cuidado –indica a la fila de personas que dirige sin dejar de sonreírles. Da una palmada con su gran mano al lomo del Thylacinus y lo deja correr al interior del navío. Me toma del brazo y nos lleva a un costado. El olor a tierra mojada ha impregnado mis fosas nasales y esta maldita llovizna persiste en acribillar mi mal carácter.

–Si no subirás, ¿a qué viniste? –dice cruzándose de brazos. Sus grandes bíceps se abultan como una barrera infranqueable.

Titubeo un segundo ante su enorme figura. Desearía tomarle los brazos y envolverme en ellos para persuadirlo a aceptar lo que estoy por pedirle. El tiempo se acaba.

–Conseguí un pase libre a todo esto para nosotros. La mitad de los ciudadanos... familias enteras firmarán.

–Pase libre ¿cómo?

–Es un intercambio. –Carraspeo y trago saliva–. Servicio a cambio de mantenernos juntos como nación y con nuestras habilidades intactas. Hoy mismo tengo audiencia con mi madre.

Zarek se mantiene inexpresivo, cosa fuera de lugar. Sus pestañas blancas parpadean un par de veces en desconcierto y habla en una voz ronca–. Alcander, ¿que carajos hiciste? ¿Qué entidad contactaste?

Ahora yo me cruzo de brazos. ¿Qué, no entiende mi desesperación?–. Conseguí la salvación a esta catástrofe ¡y tú ya supones que cometí un error!

La diatriba maliciosa que me mandaría al último de los trece infiernos no llega. Su respuesta es peor. Solo me observa.

–Haré lo necesario para salvarnos –insisto y nos señalo a ambos.

Zarek se exprime la llovizna del rostro y por primera vez desvía su mirada de mí.

–Eso no lo decides tú, lo decide tu madre y el concejo.

–Y vas a ver que los convenceré. Ellos no deciden con quién quiero pasar los últimos días del mundo.

–Déjate de dramatismos. La muerte es algo natural. Da paso a nueva vida. Sabes que nada escapa de la Ley. A todo avance llega una retirada. Nacemos, crecemos y morimos para renacer. El mundo no acabará aquí. Ven conmigo a Kemet.

No puedo evitarlo, pero río–. ¡A esa tierra primitiva! ¡Cuando podemos salvar la nuestra!

–No encontraremos salvación aquí. Es el fin de nuestra era.

–Pues me niego a dejarme llevar por la oscilación del Péndulo. Nuestros avances, la evolución de nuestra raza, no tienen por qué ser deshechos. ¡Yo voy a salvarnos!

Su postura se relaja y su gesto se suaviza. El idiota hasta sonríe. Afloja los brazos que deja caer a ambos lados y acerca los dedos hacia mi mano.

–No seas un chiquillo –dice jalándome hacia él–. No podrás hacer de héroe con esto. Ven conmigo. Estaremos juntos.

–¿¡Para morir!? –Empujo su pecho con mis manos oscuras.

–Un destino que abrazaré si estoy contigo.

Le creo, pero su terquedad nos separará por un número impredecible de encarnaciones. Aprieto los labios conteniendo las emociones oscuras que me invaden. Me pego a su torso y tomo su rostro entre mis manos. Me paro en puntas para besarlo.

–Esto, esto es lo que quiero –susurro–: ¡a ti conmigo! Quiero mirarme en tus ojos siempre, en esta y todas las vidas que vendrán. Quiero tocar tu pulso, tragar tu aliento, que respires de mi boca. Quiero la garantía de que volverás a mí todas las veces. No dejaré nuestros encuentros en manos del azar y haré lo que sea para conseguirlo, Zarek. ¡Lo que sea! 

 ¡Lo que sea! 

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

¡Hola! Espero estén disfrutando de esta historia

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

¡Hola! Espero estén disfrutando de esta historia. Por lo general escribo sobre sueños o pesadillas y esta escena me rondaba hace tiempo. Poco a poco entenderemos más este universo.

Con cuánto peso carga Caronte ¿no?

Recuerden que las canciones de los videos pueden encontrarlas en Spotify en la lista Gehena con mi nombre de usuario (JLGrimson en todas mis redes sociales). 
Les agradezco mucho por las lecturas y los votos que ayudan a hacer visible esta historia en la plataforma.

¡Nos seguimos leyendo!

GEHENAWhere stories live. Discover now