11 Sila: Esto no es una academia

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¿Dos actualizaciones en un día? Seeee. ¿Han jugado el Akinator? Un pequeño Spoiler que se menciona en este capi. Es divertido. Si pueden juéguenlo. Los reto a ganarle. Ya, ahora sí los dejo leer.

Me levanto y me cuelgo mi mochila de alpinismo

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Me levanto y me cuelgo mi mochila de alpinismo. Thaumiel me detiene por el hombro de seguir al grupo para señalar otra puerta a un lado. Dentro hay un hombrecillo en un escritorio rectangular con montañas de papeles alrededor de un gran monitor curveado de gamer que impide que lo distinga bien. El ruido de sus teclas es continuo. Cuando nos acercamos ni siquiera alza la mirada. Lleva unos lentes gruesos y tiene piel de niño.

–¿Nombre de la admonición?

¿Admonición? ¿Se refiere al derrumbe donde morí?

–Dales tu nombre –indica mi compañero.

O sea... ¿Yo soy la admonición?

–Sila Garrido Cruz –respondo. Estoy por preguntarle por qué se refiere a mí como «la admonición», pero el pequeño señor me ignora. Alza una mano para detenerme de hablar. Cuando le miro mejor, me doy cuenta que tiene ojos como los gatos, de rendijas. Diablos, qué lugar es este.

–Admonición número... –sonríe de solsayo a mi compañero y es entonces cuando me mira por primera vez, de pies a cabeza– Oh. E-es... es una chica esta vez.

–¿Disculpe?

–No lo interrumpas –me indica Thaumiel, apretándome el brazo con ligereza. No me ha soltado desde que entramos.

–Admonición veintisiete... la quinta y ¡oh! –Sonríe–. La última... hoy de todos los días –pronuncia divertido mientras teclea–. Hubiera apostado con los redcaps –murmura, provocándome escalofríos.

Que yo sepa los redcaps son unos gnomos asesinos que mojan sus gorros en la sangre de sus víctimas. Tras el cruce masivo de seres sobrenaturales se asentaron en varios castillos y templos antiguos que nadie ha vuelto a pisar. Trago saliva. El enanillo toma un paquete de hojas del montón y busca una línea con un dedo en una de ellas. Revisa la papeleta y firma un costado con una pluma de ganso.

–Aquí tiene su contrato y el reglamento para cualquier aclaración, todo lo que necesita saber está ahí.

Recibo los papeles con una mueca. Me señala una banca a un extremo de la sala vacía para que me retire a leer y vuelve a atacar las teclas con dedos puntiagudos. Flexiono las rodillas intentando hacer una reverencia que saca un destello de diversión a los ojos serios de Thaumiel. Thaumiel me guía hasta una banca de mármol pegada a la pared. Se pone la máscara y se acomoda en su asiento echando la cabeza para atrás.

–Despiértame cuando termines –dice en esa escalofriante voz ronca–, aún hay mucho por hacer.

Mi teléfono está mudo. Nada. Cero mensajes. Ya era para que mi mamá me hubiera mandado un audio alarmante por haber escapado de casa. La piel del rostro se me calienta. ¿Me estarán olvidando ya? No, no. Ellos no pueden solo olvidarme, así que marco al celular de mi mamá. Con el primer timbre contesta y cuando la llamo «mamá» dice «número equivocado», y cuelga. Gimo en frustración. Vuelvo a marcar para decirle que soy Sila y me responde que no conoce a nadie con ese nombre.

GEHENAWhere stories live. Discover now