39 Sila: Naraka no mintió

14 3 12
                                    

Despierto de uno de esos sueños extraños que me provocan jaqueca

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Despierto de uno de esos sueños extraños que me provocan jaqueca. Mi mulato yacía abrazado a mí y me susurraba palabras tan dulces que parecían música.

¿Dónde estoy?

Junto a la cama hay unas pinzas sanguinolentas descansando sobre una bandeja. El platillo parece hecho de delgados espaguetis negros y sangre. Palpo mi vientre casi liso, de no ser por una fina cicatriz en mi cadera. Debajo del batón de hospital... ¡sigo desnuda!

¿Estuve en coma o algo así?

Casi me orino cuando un baile de sombras se mueve a un lado de la cama y Caronte aparece. Viste la casaca y la máscara podrida que me dan ganas de gritarle que se quite porque no soporto verla. Dudo que la guarde porque me tenga consider... Ok. El cabrón se la quita y me entrega una mochila.

–Vístete. Es hora de irnos.

Reviso el contenido y guau... Me trajo ropa. Aquí están mi casaca y máscara reglamentarias.

–No que las máscaras nos protegían de una posesión –pregunto señalando el hecho de que ninguno de los dos las ha estado usando como se supone.

–Para eso son los sigilos que corté en tus brazos.

–¿O sea que de ahora en adelante dejaremos de usarlas?

–Tu cicatrización borrará los sigilos eventualmente y para protegerte tienen que sangrar.

Información creepy y decisiones extrañas. Caronte solo hace lo más conveniente para La Orden, que no se te olvide que es un sectario devoto.

Extiendo la ropa que Caronte debió tomar de entre mis cosas, incluyendo el único juego de ropa interior negro que combina y traje conmigo. No quiero pensar que se tomó su tiempo para seleccionar esto.

–Disculpa, pero no me gusta el público –le digo cuando veo que se queda parado frente a mí, esperando a que me vista. Por lo general soy mucho más ácida y agregaría algo áspero, ya que no se mueve. Creo que me quedo aturdida un momento, pero estoy en recuperación y solo lo observo de regreso.

Muy lentamente, Caronte sale de la habitación.

–Esperaré cinco minutos.

Imbécil. Puedo estar vestida en dos. Lo primero son estas pantaletas. Conservo la bata por si a Caronte se le ocurre espiarme. Ya sé que soy la única mujer en La Orden. Deberían cambiarle el nombre a Centro de Prepúberes Ansiosos.

Meto las piernas en la prenda más importante. Me hinco en la cama para ajustarme la ropa interior y el panorama se inclina.

–Puta mierda –musito al caer a un lado. Estoy mareada.

–¿Todo bien? –pregunta Caronte desde el exterior.

–Magnífico –miento. No tengo que levantarme para vestirme. Palpo el colchón en busca de la parte superior que cubrirá a mis amigas. La herida de la cadera me punza y el solo acto de introducir mis brazos en los tirantes se siente como si hubiera corrido un maratón. Con bastante trabajo logro, porque de verdad ha sido un logro, engancharlo por detrás. ¡Qué le pasó a mi cardio! Por Dios, ¿cuánto esfuerzo me llevó unir la parte trasera? ¡Estoy sin aliento! Me encojo como un feto y me envuelvo en la cobija. No arriesgaré a que Caronte esté contando los minutos y entre exactamente a los cinco. Será toda una odisea ponerse el resto de la ropa.

GEHENAWhere stories live. Discover now