40 Caronte: Una araña sobre su presa

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Desde el cielo observo a la silueta humeante de Yahannam arremeter sobre Sila como una araña sobre una presa

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Desde el cielo observo a la silueta humeante de Yahannam arremeter sobre Sila como una araña sobre una presa. Me olvido de toda regla y me mentalizo detrás de él para arrebatarlo de encima de ella. Antes de que intente hablar oprimo su tráquea y nos mentalizo entre el arbusto ciempiés y el arbusto saltamontes.

–Si no la dejas en paz, te mataré –le advierto y doy un giro brusco a su cabeza. Le tomará un par de horas recuperarse de esto. Siempre y cuando no lo mate con mi arma en esta dimensión no rompo ninguna regla.

Cuando regreso con Sila, me acerco despacio y sin mi máscara para que me reconozca. Su corazón se acelera conforme me aproximo.

–¿Hay toque de queda, sabes?

Me adentro en la maleza donde la encuentro sosteniendo una piedra. Me protejo el rostro en caso de que la arroje, pero la piedra rebota en el pasto junto a ella.

–Atacaron a Amanda –murmura. Su voz se distingue con dificultad entre la sibilancia de aire acelerado. Las manos, las piernas; todo le tiembla. Hubiera matado a Yahannam de una vez. Me hinco junto a la forma lobuna. Sila se deja caer al lado de su amiga y sacude un pie con nerviosismo. Acaricia el pelaje y la zarandea en un intento por despertarla.

–Si hay toque de queda ¿por qué estás tú afuera? –me recrimina–. El que nos atacó también se pasó el toque de queda por el culo y de seguro sus amigos andan...

–Quería ver como te encontrabas –la interrumpo.

Pareciera que la hice temblar más. Escucho sus dientes castañeteando. Clara sobrevuela en círculos antes de descender sobre mi brazo. Sila se encoge y frota sus manos.

–¿T-tú interveniste? –pregunta.

–Amanda estará bien –le digo sin responder que sí–. Solo la inmovilizó. Se le pasará en unos minutos.

Se levanta dejándome revisar a su amiga; camina de un lado a otro en espera de un veredicto y resisto las ganas de preguntarle si ha sentido una mejoría. Yalta podría estarla espiando. El ambiente está demasiado silencioso, sin sonidos naturales de los insectos.

Quisiera también preguntarle si Yahannam la hirió para justificar las ganas que tengo de matarlo.

Sila transfiere su peso de un pie a otro, se frota los brazos, y abre y cierra los puños que aún le tiemblan. Hace una pausa en su bailoteo nervioso para estirar los dedos titubeantes hacia mí. Me toma una mano y acaricia mi muñeca vendada provocando que contenga el aire.

«¿Aún no sana esto?», se pregunta.

De pronto se tambalea y la atrapo con firmeza entre mis brazos. Ella es la que aún no ha sanado. Qué es lo que buscabas manifestar al adquirir esta forma emocionalmente inestable tan débil, cabeza de idiota. Estoy por alejarla, pero su ritmo cardiaco comienza a estabilizarse; la temblorina disminuye hasta desaparecer.

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