10 Caronte: Teorías y conspiraciones

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¡Hola! ¿Ya comienzan a adentrarse en este universo? Hasta ahora he logrado actualizar diariamente. Continuaré haciéndolo este fin y a partir del lunes espaciaré un poco las actualizaciones, pero seguirán cayéndoles. Continuemos.

La chica se relame los labios

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La chica se relame los labios. Su respiración le infla el pecho como si estuviera en una carrera. La intensa agresividad de su mirada se contrapone a su dulce aroma cargado de miedo. Hay una fuerza interna en ella que busca arremeter conmigo y siento su mirada en mi espalda como si pudiera tocarme con ella. Me sigue desde su escondite y el corazón me golpea apresurado. Si en verdad es un Prodigio que fue absuelto de La Eliminación, debería ser capaz de identificarla en lugar de seguir pensando que has vuelto.

Quisiera seguir indagando para limpiar mis pensamientos de ti. Resisto las ganas de voltear a mirarla una última vez antes de entrar al Mausoleo. Si no fuera un Prodigio forzaría a su mente para que sus recuerdos salieran a flote. Si tú fueras ella, este Apocalipsis sería el más caótico.

Nos quitamos las máscaras al entrar al auditorio y me amarro el pelo en media coleta. Sheol me hace una seña desde la distancia para que nos sentemos juntos. Comienza a saltar lugares para llegar hasta mí, pero ganan su asiento. Tártaro se hunde en él estirando las piernas y sonríe a Sheol mostrando las encías–. Perdón, ¿lo habías apartado?

Sheol le muestra el dedo medio y se aleja.

–¡Me gusta tu trenza! –le grita Tártaro que luego gira hacia mí–. Oye, ¿viste que llegó otro Iniciado?

Asiento en respuesta. Vaya que si lo vi. Niflheim a mi otro lado apoya una mano cubierta de tatuajes marinos en el brazo del asiento. Las ventosas de un pulpo le enredan los dedos y se pierden en la manga de su casaca. Reclina el cuerpo macizo casi sobre mí, tanto que su barba roja me rosa la cara. Me rasco la sensación y me pego al respaldo.

–Yo también lo vi –anuncia él–. Tenía cara de susto.

–Se veía como apático, ¿no? –dice Tártaro– Apático, pero bonito, ya sabes, del tipo delicado como Sheol, aunque natural. Sheol usa mucho maquillaje. Iba a acercarme a preguntarle quién era, pero me pareció que quería esconderse. Quizá lo aborde después de la plática de La Soberana.

Niflheim se ríe–. ¡Para que te odie como Sheol!

–¡No! –se carcajea Tártaro–. Está lindo, pero no pienso tirarle. No voy a involucrarme en ningún amorío en esta encarnación. Quiero averiguar si es alquimista ¡o mejor! exorcista. Ya hay muy pocos. ¿A ti no te da ansia que quede un puñado de Iniciados? –me codea sin esperar una respuesta–. Porque tengo una teoría.

Y me preparo para una conferencia. A Tártaro le gusta hablar. Me encojo en mi asiento y echo la cabeza hacia atrás dejando que ambos se desboquen en habladurías. Esto irá para largo... Espío a Sheol de soslayo y me está mirando anhelante. Su compañía, aún melosa, hubiera sido preferible a la eterna discusión sobre teorías y conspiraciones que rondan al último Apocalipsis. No me culpes por buscar consuelo en él. Este último milenio ha sido muy solitario sin ti.

–...Y por mí –dice Tártaro–. ¿Te imaginas si hubiera otro Prodigio de tu clase? –Vuelve a codearme–. No quiero estar en los zapatos de Thaumiel y de Mictlán. Debería haber una cláusula que evitara los enfrentamientos entre camaradas.

Resoplo ante el absurdo comentario. Ya nadie entiende las cláusulas del contrato. No los culpo. Hace milenios que firmamos. Todos lo hicimos sin pensar en las consecuencias y de cualquier forma, permitimos tantas alteraciones a Yalta, que muchas cosas han quedado ocultas.

–Oigan –continúa hablando Tártaro–, ¿para qué creen que nos haya convocado a todos esta vez? ¿Creen que anuncie el comienzo de La Eliminación?

–Ojalá –dice Niflheim–. ¿Cuántos años han pasado? ¿Diez?

Tártaro hace una mueca–. ¡Será en esta encarnación! ¡No! Quiero decir en serio ¡cuántos años han pasado! ¿Caronte?

Inspiro haciendo el recuento de los años que hemos esperado para que esto termine. Niflheim piensa solo en los diez años desde su despertar a esta encarnación. Tártaro tiene una idea vaga de las veces que han estado aquí como la mayoría, pero ha perdido la verdadera noción del número de encarnaciones que ha vivido. Los que más recuerdan creen que estamos aquí desde Pompeya. La mente promedio carece de la capacidad para almacenar tantas experiencias, incluso la de los Iniciados. Tendemos a sepultar lo más desagradable porque nos gusta autoengañarnos. Tártaro me codea esperando una respuesta–. No lo sé –respondo cerrando los ojos, pensando en los once mil años de encarnaciones que en realidad llevamos, pero vocifero–, mil treinta.

Mil treinta si contamos solamente el tiempo que ha transcurrido desde que tú desapareciste y esto se volvió intolerable. Me abstengo de nombrar la verdadera cantidad de años, puesto que soy el único que recuerda tanto. Esa fue la Eliminación más dura que vivimos. He tenido que guardarme la verdad para evitarles un colapso. Como regla procuramos no hablar a detalle sobre el tiempo que en realidad ha transcurrido, ya que, después de tantos despertares, los Iniciados han ido perdiendo la memoria. De todas formas, el contrato prohibe hablar del pasado. Como dije antes, nos gusta el autoengaño y La Soberana se aprovecha de eso. Todos los Iniciados que hemos perdido a lo largo de este tiempo poblarían ciudades enteras. Bostezo y me froto el rostro. No he dormido desde la última recolección y el tono monótono de esta plática me está llevando a un estado de profunda tranquilidad.

–Exacto, muchos. Y con el nuevo exorcista, porque para este Apocalipsis necesitaremos más exorcistas, ¿seremos qué? ¿Veintisiete o treinta? Mierda, qué pocos somos. ¿Recuerdas cuando éramos más de cien, Niflheim?

Me aparto de la conversación sin abrir los ojos y la imagen de la chica se adhiere a mis párpados con esa mirada de ojos redondos bien delineados. Podría pasar por una humana normal que disfrutaba de su adolescencia antes de morir, y... que no debería invadir mis pensamientos de la nada. Debo dejar de fantasear con tu regreso. Mis sospechas no pueden ser ciertas. Son un deseo y nada más. Culpo a la plática circular de estos dos. Ha sido más que frustrante esperar a que cada Iniciado resucite. Ojalá en verdad esta sea la última vez que tengamos que hacerlo. Cada vez me es más difícil retener la cordura. Ya me harté de volver.

 Ya me harté de volver

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GEHENAWhere stories live. Discover now