34 Caronte: Los familiares sirven de espías

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Envío a Clara detrás de Sila

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Envío a Clara detrás de Sila. Duerme sola en el último piso arriba del dormitorio de Sheol y Naraka. Ninguno de ellos representa un peligro para ella, pero Sila parece no entender sus desventajas. Como únicas compañeras tiene a Amanda y ahora a Clara. Sheol finge no verla cuando la ve subir las escaleras. Se apresura a entrar a su habitación y cierra con firmeza detrás de él.

Cuando Sila llega a su cuarto deja caer los libros sobre la cama y se detiene en seco. Inspecciona el espacio antes de acercarse. Por su expresión plana, creo que está sorprendida.

–Puta madre... –musita. Voltea hacia la puerta, el techo y frunce el ceño al ver a Clara sobre la cómoda frente al ventanal.

–¡Shoo! –Estira el brazo hacia ella y lo sacude–. ¡Vete a tu casa! Ya sé que la cagué. No necesito un vigilante.

Hasta el rostro le ha cambiado a un color bermellón. Espeta otra mala palabra antes de sentarse en su cama y dejarse caer de espaldas. Las piernas le cuelgan, golpeatea la base con los talones y vuelve a maldecir. De súbito se endereza y jala su maleta. Envía una mirada maliciosa hacia Clara mientras saca algunas prendas.

Aaash... ¿Dónde está? –murmura.

Se levanta para colgar su casaca en el respaldo de su silla sin dejar de mirar al cuervo. Clara es un ave de rapiña y ahora más animal que humana. Sila tendría razón en mantenerse alerta si en realidad Clara no le tuviera más miedo a ella. Sila entrecierra la mirada y toma el borde de su blusa para alzarla sobre su cabeza. Apenas muestra el estómago cuando se detiene. Se queda quieta en una competencia de miradas con el ave visitante. Quizá recordó que los familiares sirven de espías. Decide conservar puesta la blusa que, para mi decepción, vuelve a cubrirle la piel. Se endereza en el colchón para jalar su maleta de nuevo. Revuelve todo sin quitar su atención de Clara.

–¿Dónde puse esa maldita hoja? –musita–. Sé que no la perdí.

No puedo evitar reírme. Está buscando la hoja del contrato. Pierdo de vista su expresión puesto que Clara se ha puesto a acicalar sus plumas, pero la escucho espetar otro elocuente «¡Puta madre!»

Creo que nunca escuché vocabulario más vulgar en otro Iniciado. Sheol es más recatado.

Sila se sienta en el suelo y estira el brazo hacia los libros. Adentro del diccionario de símbolos metí una nota: «Memoriza éste. Si no puedes, llévalo siempre contigo hasta que lo logres».

–¡Ja! Sí, ahorita. Pan comido. ¿Lo habrá memorizado él? Aaash, de seguro sí. ¡Cabrón engreído!

Con esto logra que me ría más fuerte. Encuentra un papel más grande entre las hojas de un libro de Campbell y rebota sobre el colchón por el brinco que pega.

–¡El contrato!

«Esto estaba debajo de tu cama. Léelo. No lo pierdas.»

–¡Te metiste a mi cuarto! –exclama quejosa hacia Clara, convencida de que estoy prestando atención. Se desamarra una de sus botas y la alza apuntando al ave en la ventana.

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