41 Caronte: Una de las peores zonas sobrenaturales

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–Alcander –musita Sila entre sueños

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–Alcander –musita Sila entre sueños. Al principio creo que lo imagino, pero pronuncia el nombre varias veces. Me desconecto de la visión de Clara en cuanto mi brazalete anuncia el llamado urgente de La Soberana. Todos los Prodigios somos convocados y recibidos en la madrugada.

–Tenemos un asunto en puerta que quiero que aborden de inmediato. Necesito que recuperen una presea –La Soberana asoma la cabeza entre nosotros–. ¿Dónde está Gehena?

–La traeré –se ofrece Thaumiel antes de mí. Y es mejor que sea él quien vaya por ella. No soy su persona favorita de momento. Su lenta mejoría la tiene durmiendo y faltando a la mayoría de las lecciones, incluyendo la de La Soberana. Yalta sabe que se está recuperando, aunque ignora que recibió ayuda del rey Daimón o mía.

Thaumiel se mentaliza con Sila que se cubre la boca al bostezar. Su mirada aún explora curiosa los rincones altos de la oficina gigante.

–Bienvenida, Gehena –dice La Soberana con una sonrisa–. Como miembro de los Prodigios de Taumaturgia te incluirán en cada una de las misiones de ahora en adelante. Pronto tendrán la ubicación de su próxima encomienda. Deberán cumplirla antes de la luna llena, así que sugiero que inicien la búsqueda ahora.

–¿Cómo es esta joya? –pregunto.

La Soberana esboza una sonrisa de lado y esponja los labios. Apoya el mentón en su palma con gesto entretenido–. Fue un presente de despedida de la nobilium Deltia Semyazza para Filos Araziel.

Muerdo mi lengua en un intento por mantenerme inalterable. ¿De qué demonios habla? ¿Qué joya? La Soberana sonríe ampliamente con mi desconcierto y mis palpitaciones se elevan por encima de su ritmo habitual. Los Prodigios escuchan la aceleración de mis latidos e incluso Sila me mira de soslayo. Inhalo despacio y parpadeo por el breve desenfoque que me provoca evocar nuestra primera encarnación. No existe nada tan antiguo sobre la faz de la tierra, estoy seguro.

Yalta nos despide deseándonos suerte. Los cinco caminamos aprisa por salir del pasillo para reunirnos en el jardín y proseguir con una planeación. Pongo todo mi enfoque en el aire que respiro, en inflar lentamente mis pulmones para no atragantarme de ansiedad. Bajo mi máscara, encerrando el calor que irradia mi piel. Las gotas de sudor supuran mis poros a pesar del frío aire de la hora del crepúsculo. Cuando Yalta hace esto es porque busca una forma rápida de terminar con el juego sin que ella pierda. Mi corazón está por colapsar, mas mis pies marchan sin detenerse. Esta debía ser nuestra última encarnación y ahora busca reiniciar todo el maldito ciclo.

–¿Alguno de ustedes recibió ya la información de lo que quiere La Soberana? –pregunta Tártaro. Mictlán niega con la vista puesta en su brazalete. Thaumiel me da un golpecillo en el hombro para indicarme que debo calmarme. Sila lo jala del brazo antes de que me aborde. Explora el brazalete de un lado a otro con desconcierto.

–Thaumiel, ¿qué se supone que debo ver aquí?

Tártaro alcanza mi paso.

–Hey, Caronte. ¿Sabes qué buscamos?

GEHENAWhere stories live. Discover now