24 Caronte: Ahora es una ella

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La Soberana convoca a todos los Prodigios menos a la nueva integrante

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La Soberana convoca a todos los Prodigios menos a la nueva integrante. Esperamos ante el gran escritorio donde ella pretende revisar unos papeles. Le gusta tomarse su tiempo mientras contemplamos su gigante manifestación. Una vez que hace a un lado su supuesto trabajo y se reclina en su asiento, nos dirige una sonrisa.

Me fuerzo a no reaccionar. El más ligero cambio en mi ritmo cardiaco podría delatar mi nerviosismo. Tras varios minutos de silencio se levanta para servirse café en una taza que parece tamaño express en sus manos. Agrega dos terrones de azúcar y se voltea recargando las caderas en la cómoda de servicio. Da un sorbo a su bebida y emplea un tono masculino de voz para dirigirse a nosotros. Hace eso cuando busca intimidarnos.

–Quiero que todos estén atentos al comportamiento del Infractor. Gehena ha violado las reglas antes y en este regreso pagará una penitencia a menos de que logren que se apegue al contrato. Ahora, salgan. Caronte, tú quédate.

El espacio que dejan mis compañeros parece encogerse en cuanto me dejan a solas con ella.

–Nuestro trato está por concluir –dice dando otro sorbo a su bebida que humea–. Sabes que habrán consecuencias si las cosas no fluyen como acordamos.

Asiento.

–¿Ya convocó sus armas?

–No. Recuerda menos que las veces anteriores.

–¡Recuerda menos! –espeta y la amplia sonrisa flaquea–. ¡Su respuesta en el anfiteatro indica que recuerda suficiente! ¡Esta forma que adquirió es otro acto más de su rebeldía!

Y no creo que esté consciente de ello, pero me abstengo de comentar.

–¡Es la reencarnación de Zarek Remiel! –continúa La Soberana. Su cara se ha abultado como si sufriera de una reacción alérgica–. ¿¡Harás bien tu trabajo ésta vez, príncipe Poseidano o forzarás mi mano!?

Ya ha pasado un tiempo desde que la Soberana nombró en voz alta al Infractor y me llamó «príncipe Poseidano». Su rostro inflado se llena de dobleces, haciéndola lucir cien años más vieja. Por lo general nunca quiebra la ilusión de ser una reina. Así es como quiere que la veamos.

–Lo haré –respondo forzándome a no parpadear.

La Soberana se alisa la falda del traje y sus facciones recobran el lustre. Vuelve a esbozar una gran sonrisa. Se aproxima despacio hacia mí como hizo hace once mil años para ofrecerme la oportunidad que yo abrazaría. Los surcos que le marcan el rostro para simular una edad humana avanzada se planchan. Su figura se afina de una forma viriloide y el cabello le baila dorado, enmarcando un rostro de ángel–. Sé que lo harás, mi querido. Sé que lo harás. –Acaricia mi mentón con su enorme índice–. Tráela ante mí ¿quieres? Necesito saber qué le ha dicho esa ánima. Después, vendrás a alimentarme.

–¿Tan pronto hay descendientes? –suelto sin pensar. Esto provoca que la figura angelical crezca más aún. La barbilla se le alarga como un garfio y los labios esbozan una sonrisa.

GEHENAWhere stories live. Discover now