19 Sila: El reto de Caronte

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–¿O sea que siempre hemos muerto por turnos?

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–¿O sea que siempre hemos muerto por turnos?

Malik asiente. Ok. Súper creepy.

¿Cuándo fue que moriste tú? –pregunto a Malik.

–Hace tres años.

Dejo escapar un silbido. Oookey...–. Oye y ¿el instructor también es un Iniciado? –pregunto previendo no cometer otra falta vergonzosa.

Malik niega–. El señor es Joseph Campbell.

–¡Joseph Campbell! ¡El que escribió "El héroe de las mil caras"!

Leí sobre él en un foro de Star Wars. Sip, soy una geek. Él tuvo una gran influencia en George Lucas para la creación de su historia. ¡Cómo demonios está vivo el señor! Odio lucir ignorante y como consecuencia a veces sigo ignorante. Reprimo el impulso de sacar el teléfono para googolear: «secta, resucitar muertos, ¿sigue vivo Michael Jackson?». Malik entrecierra un ojo y esboza una semi sonrisa.

–No habías visto a un reanimado antes ¿verdad?

–Aaah –mejor aceptar mi estado de ignorancia satánica–, no. La verdad no.

–Yalta le permitió volver para ayudarnos a ligar nuestro pasado con esta era.

–¿Le permitió volver? O sea... ¿Es como un zombi?

Malik frunce el rostro–. Suena fea esa referencia vudú, pero podría decirse que sí, aunque los reanimados de Yalta conservan todas sus capacidades mentales.

–¿Y...? –Me acerco para preguntarle en confidencia–. ¿Oye, esto es una escuela?

Se ríe resaltando esos amigables hoyuelos–. Nooo.

Maldición necesito que alguien me diga qué demonios es aquí–. ¿Entonces?

Por supuesto Malik es mucho más amable que La Bestia y más considerado que Thaumiel. Alza la mirada para meditar qué responderme. Sus ojos hacen un movimiento circular, traga saliva en un gesto de súbito nerviosismo y de la nada, como si yo tuviera magnetos en la casaca, me mira los pechos. Es un instante tan fugaz, que hasta dudo si lo hizo. ¡What the fuck! Se sonroja y vuelve a mirar mientras se rasca la nuca. ¡Por favor! ¡Malik, tú eras del tipo decente! ¡Estoy rodeada de prepubertos!

Los murmullos se elevan en una disonancia de temores que llama la atención de ambos. Por la apertura de la puerta, en el fondo, se vislumbra un camino cavernoso. ¡Madres! ¿Tengo que entrar ahí? Creo que debí quedarme más tiempo muerta. Siento un inmediato rechazo a cumplir con la encomienda. Y no soy la única cobarde, pues nadie se mueve. El profesor... er... señor Campbell nos indica que guiará el principio del camino. Está por entrar cuando se detiene y alza un dedo recordando que todos debemos llevar una cuerda de seguridad a la cual llama «hilo de Ariadna». Oh, ¡esa historia me encanta! Gracias al hilo de Ariadna, Teseo logra salir del laberinto. Joseph Campbell explica exactamente eso mientras pide a Thaumiel que reparta unos arneses. Thaumiel engancha una cuerda a la espalda de cada uno con un mosquetón. El largo pasillo de paredes negras iluminadas con antorchas indica dos caminos.

–Ahora viene la primera encrucijada –dice el padre del monomito–. Dependerá de ustedes decidir hacia dónde ir: izquierda o derecha. Este laberinto es pequeño. Mantengan la calma y mediten cuando estén adentro. Han de saber que en el centro del laberinto de Creta se encontraba el Minotauro, una criatura mitad hombre y mitad toro. Como el rey Minos no quiso devolver a Poseidón un toro blanco que debía ofrendarle, Poseidón lo maldice y provoca que su esposa Pasifae se enamore del animal. De esta unión indecente nace Asterión, el Minotauro. Aquí, el Minotauro que ustedes enfrentarán será su secreto más perverso. Si este ejercicio afectará su integridad mental, no lo sé con certeza, pero carece de una finalidad mortal. Están a salvo.

Con esa advertencia huye una máscara blanca manchada de rojo, pero se detiene justo antes de salir del aula y regresa arrastrando los pies, con los hombros en rendición. Park se palmea la pierna soltando una carcajada cuando este se sitúa un par de lugares adelante de él. Cuando nota que lo observo me guiña un ojo y me arroja un beso. Prepubertos, prepubertos, prepubertos. Hazte una nota mental, Sila, para ubicar su locker y embarrarle mierda de pájaro en la manija.

Muero por huir como quiso hacer el compañero, aunque el trastorno obsesivo compulsivo en mí siente una curiosidad insana por resolver el laberinto. Después de todo traigo mi hilo de Ariadna amarrado y no me podría perder. Y pues si hay algo que no soy, es perversa. De acuerdo a mi madre, el monstruo que debo dominar es mi propia boca... He sido un regalo de Dios, palabras de ella, hasta que atravesé a mi hermano en la escalera y comencé a invocar a mi mejor amiga muerta. Me froto la boca con preocupación. Quisiera volver a mi casa, pero mi madre me mandaría a la cárcel por invadir su propiedad privada.

La Bestia de Caronte, al igual que hice yo, voltea vacilante sobre su hombro hacia la puerta. Estoy segura de que considera la idea de no adentrarse más y quizá piensa en lo que encontrará en el centro. Seeee, él de seguro tiene un secreto bien perverso. Su mirada se magnetiza con la mía en ese titubeo. ¿Irá a abandonar?

En vez de eso me sonríe y se baja la máscara. Se adelanta y toma el camino de la izquierda. ¿Pero qué demonios se trae? ¿Me está retando?, porque algo me hirvió con esa sonrisa. No fueron mariposas, ¡no! ¡Sácate esa sensación del estómago, Sila! Fueee... ¡Aaash! ¡No sé qué demonios fue! Anótate un recordatorio de desviar la mirada si te cacha viéndolo, por favor. «¿De seguro tú abandonas?», pareció decirme y el corazón se me ha de haber alborotado por culpa de ese lunar porno que le adorna la boca. Maldita glándula pituitaria.

Me bajo la máscara con ímpetu y me adelanto a todos los indecisos, sin detenerme a pensar que quedaré encerrada en un laberinto con probables acosadores pervertidos. El reto de Caronte me enciende tanto que quiero demostrarle que no soy ninguna cobarde (y quiero demostrarme a mí misma que lo que me movió cuando me sonrió fueron meras hormonas). Habré sido la última en morir y le tendré un pavor de mierda a lo que me hace sentir esa Bestia, pero soy la segunda en introducirme en el laberinto. Entro incluso antes que Thaumiel y los perverts. Recorro el áspero pasillo gris y tomo la primera vuelta. Por supuesto doblo hacia la derecha para no toparme con Caronte. No estoy entrando para encontrarme con él. Es lo que menos quiero.

 Es lo que menos quiero

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GEHENAWhere stories live. Discover now