37 Caronte: Tus muertes no fueron la salida fácil

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Sila despierta después de cinco horas desde que la arranqué de los brazos del rey Daimón

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Sila despierta después de cinco horas desde que la arranqué de los brazos del rey Daimón. Jalonea la venda de uno de sus brazos, la desprende y desenrolla para descubrir los sigilos de protección que corté en su piel. Se pregunta qué le hice, por qué la corté. Su mente aún está bajo el efecto de los narcóticos y es incapaz de imponer una barrera que oculte lo que piensa de mí. Tampoco está consciente de lo que hizo en la zona demoniaca. Ni yo me creo que haya logrado limpiarla. Todos los nobiliums fuimos despojados de ese poder a lo largo de nuestras encarnaciones. Me hace pensar que lo que Sila declaró en el anfiteatro, cuando La Soberana la tuvo ante ella la primera vez, es cierto: no le pertenece.

Sila hace a un lado la sábana que la cubre para enderezarse e intentar huir. Palpa los alrededores en busca de su máscara. Cree que lo que está viviendo, que este hospital no es real.

–Qué puta madres... –musita.

La sostengo de un brazo antes de que pierda el equilibrio y finalmente se da cuenta de que estoy a su lado. Alza la vista e intenta enfocarme.

–Me siento de la mierda.

La obligo a volver a la cama y la cubro con las sábanas. Entonces me pesca la mano. Acerca la nariz a mi muñeca e introduce los dedos bajo mi sudadera negra. Se da cuenta de que mis brazos también están vendados.

–¿Qué e-es es-to? –pronuncia con trabajo. Parece ebria. Resoplo y alzo la sábana parcialmente para checar sus heridas en el vientre y brazos. Niego para mí con la cabeza y me dedico a retirar la venda que estiró. Abro una gaveta y saco algunas gasas. Es una suerte que todo el material de curación permanezca aquí. Nadie tuvo la valentía para recuperar los medicamentos después de que un demonio murió a unas calles. Todos evacuaron.

Coloco las gasas en sus heridas y enrollo su brazo con la venda nueva. Abro un catéter y apunto con la aguja para introducirlo en su vena.

–Caronte, ¿qué-es-esto?

–Esto –respondo con voz ronca al pinchar su piel– es lo que pasa cuando haces una estupidez.

Sila ni siquiera reacciona a la punción metálica incrustándose en su vena. Retiro la aguja y fijo la sonda con cinta médica.

–Puedes recuperarte de heridas comunes, fracturas, degollaciones, de la muerte incluso, pero las heridas de seres sobrenaturales o las heridas de nuestras propias armas pueden terminar con esta encarnación.

Se ve que le cuesta abrir los ojos y comienza a arrastrar la lengua.

–¿Entonces estoy muriendo en serio esta vez?

–No –le aseguro, aunque titubeo–. No vas a morir.

Me froto el rostro con el recuerdo del rey Daimón dándole su sangre. Un ser como él ciertamente sabe lo que es ella y su sangre podría ser la causa de que yo no esté cavando una tumba. La traje a este hospital para darle una despedida y ahora... Exhalo con pesadumbre. No quiero deberle nada a nadie, sobre todo a él.

GEHENAWhere stories live. Discover now