El verano comprimido

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Desperté con lo que se podría decir la peor resaca de mi vida. La cebeza me daba vueltas y tenía el hígado en la garganta.

Ácido me habían dado de tomar?

De igual forma, lo peor no fue eso, sino cuando George apareció en la habitación para abrirme las ventanas.

- A levantarse dormilona, ya son las tres de la tarde- dijo alegre y campante.

Refunfuñé y me tapé la cara con la almohada, pero el gemelo me quitó dicho artefacto y lo tiró al piso lejos de mi alcance.

- Arriba- se limitó a decir.

- Juro que te voy a matar George Weasley- le espeté enojada.

- A que esto lo soluciona todo.

Me extendió una pastilla para el dolor de cabeza, otra para la acidez, y un vaso de agua.

Me abalancé sobre el vaso de agua y me lo tomé antes de poder tomar la pastilla.

George me miró enojado porque iba a tener que buscarme otro.

- Estamos a mano zanahoria- dije con una sonrisa.

Una vez arriba, me di un buen baño relajante. Las pastillas habían hecho su efecto así que me sentía casi como nueva. Pero lamentablemente no existía todavía ninguna que pudiera curar un corazón roto...

Tomé una taza de café mirando por la ventana hacia la nieve que caía formando una alfombra blanca pisos abajo. Pensaba en todo lo que había pasado, pero sobre todo en él. No podía dejar que me volviera a poner así como la noche anterior.

Resoplé y tomé un sorbo de mi taza. Fred ya no era el mismo de antes, una vez había sido el bromista tierno del cual me había enamorado, con su lado gentil y caballeroso, ahora estaba irreconocible. Si no lo hubiera conocido, pensaría que andaba con algún tipo de problema interno, lo que probablemente estaba pasando, pero él mismo me había alejado, así que no iba a rogarle que me dejase ayudarlo. No señor, no iba a ser tan desconsiderada con mi salud mental. Tal vez necesitaba mi ayuda, pero esta vez iba a dejarlo que se chocase contra una roca para que solo se diera cuenta de que tiene que pedir ayuda.

Probablemente eso era lo que necesitaba, y a mí no me iba a venir mal un tiempo para mí.

Tal vez Fred jamás cambiaba de nuevo y jamás pediría ayuda, pero esa iba a ser su decisión, y yo no iba a obligarlo a nada, mucho menos a esperarlo.

Más tarde hablamos con Hermione sobre nuestras noches, habían sido una más movida que la otra, llenas de drama y llanto. Ella había discutido con Harry y con Ron... bueno sobre todo con Ron, el pobre Harry había caído en la volteada.

Al final quedamos en ir a Hogsmeade a tomarnos una cerveza de mantequilla, pero una vez allí me encontré con Max, quien casualmente también estaba en el bar con sus amigos.

- _____, cómo estás?- saludó al acercarse a la barra conmigo.

- Voy con... Luna- se despidió Hermione dando un sorbo de su bebida.

- Todo... bien- respondí tibia. No era mi idea alarmarlo sobre todo lo que había pasado.

- No lo creo, ¿por qué no me dices la verdad? - dijo y yo hice una sonrisa forzada.

- No te preocupes Max, nad...

- Los chismes vuelen en este colegio- sentenció interrumpiendome, y mirándome fijamente a los ojos.

Resoplé y tomé un sorbo. Por qué tenían que ser todos tan chismosos?

- Mira, Max, no quería hacer todo un caso de la situación, fue tan sólo un... desliz, por así decirlo, mejor lo dejemos ahí, no tengo ganas sinceramente fr hablar de esto ahora.

Lo pensó un momento antes de contestar.

- Está bien, de qué quieres hablar?

- Es cierto que en Bulgaria es normal tener un dragón de mascota?.

Sinceramente era una duda que me carcomia la cabeza hace rato pero que nunca me había animado a preguntar. Pero apenas la frase salio de mis labios, me arrepentí porque er muy... extraña, random, ahora iba a pensar que estaba loca... y sí que lo estaba, pero para que se de cuenta?

Rió antes de responder, era una persona bastante carismática y se tomó la pregunta mejor de lo que habría pensado.

- Tan suicidas nos creen? Somos duros de roer, pero tampoco inmortales.

Ambos reímos. Era tan fácil conversar con él.

Ya se había hecho de noche para cuando nos dimos cuenta que debíamos volver.

Max me acompañó todo el trayecto hasta la puerta de la sala común, con el pretexto de "a una chica tan linda no se la puede dejar sola por los pasillos, mucho menos en una noche de nieve".

- Gracias Max, la pasé muy bien, me ayudaste a despejarme un poco- agradecí con sinceridad.

- No fue nada _____, cuando quieras.

Ambos nos miramos a los ojos por unos segundos que se hicieron eternos, hasta que de la nada estuvimos lo suficientemente cerca como para escuchar ambos corazones latir acelerados, al tiempo que nuestras respiraciones se entrecortaban y nuestros cuerpos se inclinaban hacia delante.

Fue como por arte de magia que nuestros labios chocaron, y nuestras respiraciones se hicieron una. Sus besos eran dulces, tiernos, cálidos, cómo si pudiese comprimir un verano eterno en ellos.

Pero yo era más de invierno.

Él me tomó por la espalda y yo por detrás de la cabeza. Pero en el momento en que quise entrelazar mis dedos en su pelo, y no encontré nada, me di cuenta de que había estado pensando en alguien más al hacer ese movimiento. Yo sabía que Max tenía corte militar, sabía que no iba a encontrar un torso más largo, ni mucho menos unos ojos color miel al momento en que nos separamos.

- Max, yo...

No sabía que decir, estaba atontada por la cantidad de sentimientos encontrados que la situación me había causado.

- Tranquila, te entiendo, estás confundida, tomate tu tiempo para pensar las cosas- estaba pálida y asustada, a pesar de todo, escuchaba sus palabras con atención- pero necesito que sepas que estoy harto de jugar al amigo, yo no te veo y jamas voy a poder verte como una amiga más- hizo una pausa en la que la tensión entre nosotros era palpable, me tomó del menton y continuó mirandome fijamente a los ojos- cuando tengas claras las cosas, me dices, pero me gustas, y mucho, y sobre todo quiero conocerte _____ Riddle Lestrange.

Sin Límites - Fred Weasley y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora