Sociedad de mierda [DkBk]

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Afortunadamente ninguno de los dos cayó enfermo. El de mayor riesgo fue Katsuki debido a la baja temperatura corporal a la que llegó, pero lograron estabilizarlo de forma eficiente.

Ese pequeño percance que habían tenido fue de ayuda para aligerar levemente el ambiente entre ellos dos. Solo un poco, lo necesario para llegar a un equilibrio cuando se encontraban solos. Ambos se conocían desde el vientre de sus madres y eso facilitaba la marcación de límites entre ellos. Como la distancia que deben guardar y cuánto ruido podían producir para que el otro no se irrite.

El resto de días fueron capaces de realizar las actividades programadas sin mayor problema.

Fueron a pasear en globos aerostáticos hechos para viajar en grupos, por lo tanto solo tuvieron que rentar dos de ellos. Al inicio todo iba con calma, todos respetaban las reglas para evitar algún accidente parecido al del día anterior. Katsuki vio cómo el peliverde terminó hincado con la cabeza agachada, seguramente se había mareado gracias a la elevada altura en la que se encontraban y el movimiento poco estable. Su intención inicial fue burlarse, pero ciertamente él también se encontraba en mal estado. Su estómago se revolvió, estuvo a punto de vomitar su almuerzo. También se agachó, buscando una posición más estable, supuso que viajar en barco era algo parecido.

Ambos agradecieron en sus adentros que no pasara a mayores, terminando como un simple mareo y no una humillación frente a sus compañeros de clase y el piloto del globo.

Después, al día siguiente, rentaron motos de nieve y segways para pasear por la montaña. Igualmente fueron divididos en dos grupos y no tuvieron la necesidad de interactuar en ningún momento. Aunque ambos tenían cierta curiosidad de saber qué es lo que hará el otro en cualquier momento, en especial el cenizo, quería ver si el pecoso sería el protagonista de otro evento como el snowboard. Constantemente lo miraba sobre el hombro (pues iba un par de metros detrás de él) pero no ocurría nada del otro mundo, al final se rindió, al parecer esta vez sí había escuchado las instrucciones.

Ahora con sinceridad podían decir que el precio tan elevado del viaje había valido la pena.

Izuku recordaría agradecerle a su madre por todo el esfuerzo que hizo para pagarle lo necesario y Katuski, bueno, no tenía nada que agradecer desde su punto de vista. Podía sonar mal, pero la vieja bruja se lo debía, además, salir de esa forma no le traería nada más que sufrimiento.

El último día fueron a pasear al pueblo, una actividad considerablemente más tranquila. Comieron y compraron recuerdos, se tomaron más fotos para subirlas a redes sociales y tal. No hubo cosas destacables hasta el momento en el que tuvieron que ir a dormir.

Estaba tranquilo, sin ruido, sin movimiento.

Pero ninguno de los dos podía conciliar el sueño. Estaban aterrados, ninguno de los dos querían volver a sus vidas cotidianas y tener que enfrentar a la sociedad o a sus padres.

Con vidas completamente diferentes pero capaces de manifestar los mismos signos de miedo ante la misma situación. Era como si los dos estuvieran atrapados en diferentes botes, con diferentes provisiones (Izuku con agua y Katsuki con comida) y flotando a la deriva sin ser capaces de divisar tierra. Rodeados de él mismo océano infinito lleno de criaturas espantosas. Los dos sufrían de diferentes necesidades pero si no llegan a alguna isla, ambos morirán, por sed o por hambre. Los dos a final de cuentas tenían que llegar a un lugar seguro y estable o terminarán de la misma forma.

Izuku tenía su vista clavada en el techo, sus ojos derramaban lágrimas y podía sentir su corazón latir en su interior, golpeando su pecho para intentar salir despavorido de ahí. Aún así su respiración se mantenía tranquila, evitando hacer ruido y “despertar” al cenizo que se encontraba acostado bajo las colchas, dándole la espalda. Apretaba los recarga brazos del sofá con una fuerza innecesaria, como si se quisiera aferrar a ese lugar con toda su vida.