XLVIII

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Caminaba hacia su casa, tranquilo después de esa última conversación que tuvo con Izuku. Dio vuelta en la esquina correspondiente, con su mirada en el suelo. Muchas cosas pasaron por su mente.

Llevó sus manos al saco de su uniforme y jaló de la prenda hacia arriba para olfatearse. El aroma de Izuku estaba pegado a él, pero lo hacía sentir lleno de calor y tranquilidad. Sonrió con cariño y se abrazó a sí mismo.

Llegando a su destino, levantó la mirada y abrió los ojos con sorpresa. El auto “familiar” estaba estacionado frente a la casa. Su cuerpo se paralizó al completo cuando escuchó la puerta abrirse de forma lenta y terrorífica. Su corazón aceleró y la adrenalina recorría su torrente sanguíneo.

Giró su rostro lentamente, encontrando los ojos de su progenitora. Ella le sonreía de oreja a oreja, se hizo a un lado y lo invitó a pasar con un ademán.

Su tranquilidad le daba incluso más miedo que si lo hubiera recibido a gritos. Quería correr lejos de ahí. Pero sus pies lo traicionaron, moviéndose al interior de la propiedad a paso tambaleante e indeciso. Eso solo hizo más feliz a Mitsuki.

—Me alegra volver a verte, hijo —lo rodeó por los hombros y lo metió a la casa, cerrando la puerta detrás de ellos mientras lo empujaba al sofá —. Sé lo que estuviste haciendo mientras no estaba.

Katsuki subió la mirada al rostro de la mujer, sin saber cómo reaccionar. Probablemente, diría que estuvo de puta por ahí, sin ninguna prueba, como siempre. Pero la tranquilidad que demuestra le grita peligro.

—¿Dónde está papá? —preguntó, siendo ignorado por completo.

La ceniza sacó su teléfono celular y, después de un rato, le mostró la pantalla. Empezó a sudar frío y a temblar, sus ojos se llenaron de lágrimas que pronto cayeron silenciosamente por sus mejillas. Eso le estaba doliendo más que las palizas que antes vivía.

—Con esto es más que suficiente para arruinarle la vida a tu noviecito —soltó una carcajada de pura satisfacción.

Las fotos pasaban frente a sus ojos. Una tras otra, cada una peor y más perjudicial para el pecoso.

Algunas eran “inofensivas” donde se veían abrazados con cariño y sonriéndose. Pero otras, la mayoría, mejor dicho; se veían peleando, él llorando y el peliverde sin su collar. Se sintió aterrado y enfermo, quería vomitar.

—Oh, mira esta —sonrió en grande y le volvió a enseñar la pantalla.

Izuku y él junto al río. Él está entre las piernas del más alto, con la cara en su entrepierna. Haciendo lo que era obvio.

No aguantó más. Su rostro se puso rojo como tomate y lo que antes era un llanto ligero, se convirtió en un manojo desastroso de tristeza y dolor. Salió corriendo a su habitación para encerrarse, empujando a la mujer de camino.

Se metió debajo de las cobijas, buscando un confort y aspirando lo poco que quedaba de las feromonas de Izuku. Su pequeña paz se vio interrumpida cuando quiso usar su celular para avisarle a su ahora expareja. Mitsuki había entrado a la habitación y le arrebató el aparato, tirando las cobijas al suelo.

—Mira, nada más. Qué asco —se burló al ver cómo tenía guardado al alfa peliverde —“Amor” con un corazón rojo… puaj.

—¡Regrésalo! —trató de alcanzarlo de nuevo, pero no lo logró.

—Veamos qué tienes por aquí —rio, tumbando al menor al suelo.

Entró a la galería de fotos, bajando un poco, se encontró con aquellas fotos que el cenizo se había hecho delante del espejo. Sonrió y lo miró.

Sociedad de mierda [DkBk]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن