XXIX

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Katsuki llegó a su casa, el lugar estaba tranquilo y silencioso, en paz. Miró alrededor, aunque sabía que el vuelo de su madre salió hace un buen rato, su cabeza le gritaba peligro. No encontró a nadie más que a su padre sirviendo la cena.

Sus miradas se encontraron y el cenizo salió corriendo a su habitación para cambiarse de ropa. Olfateó las prendas y, esta vez, no tuvo que esforzarse para percibir el olor a limón y canela. Incluso al caminar podía sentir el aroma persiguiendolo.

-¡Ven a cenar! -escuchó la voz de su padre, llamando desde la planta baja.

-¡Me voy a bañar! -sacó ropa limpia de su armario y salió disparado a la ducha.

Tal vez su padre no le diría nada por llegar apestando al peliverde, pero aún así le daba demasiada pena llegar de esa forma.

Se metió bajo la regadera, aun con el agua helada. Quería bajar la temperatura de su cuerpo, sentía la necesidad de que Izuku lo tocara. Después de ese rato, donde estuvo en sus brazos, lo necesitaba con más fuerza.

Llevó sus manos a su zona íntima y jadeó, estaba lubricando. Estaba viscoso, caliente y sensible; bufó. Su rostro se encendió en un sonrojo y cerró los ojos. ¿Y si se tocaba? Nunca lo había hecho y… le gustaría al menos hacerlo una vez.

Pegó su espalda a la pared. El agua caliente comenzaba a salir, llenando la pequeña habitación de vapor. Se deslizó hasta quedar sentado en la orilla de la bañera, acomodó sus piernas a los lados y con las yemas de sus dedos toqueteó su agujero. Tapó su boca para evitar soltar algún sonido.

No sabía cómo hacerlo. La educación sexual era escasa, o mejor dicho, nula. Lo único que sabía es que para no tener hijos debías usar condón, ni más ni menos.

Masaru lo esperó durante largos minutos, el menor nunca tardaba tanto en la ducha, así que se preocupó. Subió las escaleras sin hacer ruido, podía escuchar que el agua seguía cayendo. Se acercó al baño y tocó la puerta, esperando por una respuesta. Se espantó al escuchar un golpe seco.

-¿¡Estás bien!? -preguntó, dispuesto a abrir la puerta si no escuchaba a su hijo en los próximos segundos.

-¡Sí, ya voy! -se levantó apresurado y tomó el shampoo para comenzar a limpiarse.

No estaba consciente del tiempo que desperdició masturbándose y fantaseando con el peliverde. Las cosquillas ahí abajo persisten y al parecer, su cuerpo no iba a estar satisfecho hasta sentir un orgasmo.

Intentó, con todas sus fuerzas, distraer su mente para bajar su erección, pero no lo lograba. ¿Qué caso tenía bañarse si iba a salir apestando a feromonas sexuales?

Lo haría de no ser porque su padre lo estaba esperando fuera. Empezaba a desesperarse y sentirse frustrado, un sentimiento amargo fue la solución para esa situación.

Al salir de la ducha, desprendía su típico olor a chocolate amargo, con un toque de caramelo levemente tostado. Al parecer, aunque su madre estuviera fuera, no iba a poder disfrutar de nada.

Se vistió con su pijama y bajó, la comida sobre la mesa ya estaba fría. Miró con pena al castaño, seguro la cena estaba arruinada por su culpa, por su estúpida necesidad de sentir algo nuevo.

-¿Por qué tardaste tanto? -preguntó con curiosidad.

-Uh… -quedó pálido, claramente no le iba a decir que se estaba masturbando -Es que… -el aire le faltaba, no tenía idea de lo que tenía que decir.

Masaru al ver su actitud, se imaginó mil y un cosas que probablemente no eran reales. Se avergonzó al darse una idea y cambió de tema.

-¿Hablaste con Midoriya? -carraspeó y empezó a servir la comida en sus respectivos platos.

Sociedad de mierda [DkBk]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant