Mermista y Catrina Capítulo II

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Nota:la historia pertenece a Taylor Jenkins.

Nota:Esta es la tercera vez que subo la historia.ahhh así que vamos de nuevo.

Despierto media hora antes de que suene la alarma. Reviso mis e-mails,incluso uno de Netossa que, en la línea del asunto, me grita con mayúsculas «TENME AL TANTO». Me preparo un pequeño desayuno.

Me pongo un pantalón de vestir negro y una camiseta blanca con mi blazer de espiguilla preferido. Me recojo los rizos largos y apretados en un moño sobre la cabeza. Omito las lentillas y elijo mis gafas de armazón negra más gruesas.

Al mirarme en el espejo, observo que tengo el rostro más fino desde que David se fue. Si bien siempre he tenido contextura delgada, cuando aumento de peso se me nota primero en el trasero y en la cara. Y estando con David  durante los dos años de noviazgo y los once meses de casados aumenté varios kilos. A David le gusta comer. Y mientras él madrugaba para salir a correr, yo me quedaba durmiendo.

Ahora me miro, más delgada y compuesta, y me siento segura. Me veo bien. Me siento bien.

Antes de salir, tomo la bufanda de pelo de camello que me regaló mi madre en la última Navidad. Luego pongo un pie delante del otro, y así llego al metro, a Manhattan y a la elegante zona residencial. Catrina vive muy cerca de la Quinta Avenida, con vista al Central Park.

Por todas mis investigaciones en Internet, sé que además tiene una residencia en la playa cerca de Málaga, en España. Tiene este apartamento desde finales de la década del 60, cuando lo compró con Bow Scribner. Heredó la casa de la playa al fallecer Adam Stevenson, hace casi cinco años. En mi próxima vida, por favor, recordadme que me reencarne en una estrella de cine con buen trasero.

El edificio de Catrina , al menos desde la exterior piedra caliza, de preguerra, estilo Beaux Arts  es extraordinario. Incluso antes de que entre, me recibe un portero mayor, buen mozo, de mirada serena y sonrisa bondadosa.

—¿Qué se le ofrece? —me pregunta.

El solo decirlo me da vergüenza.

—Vengo a ver a Catrina Castillo. Me llamo Mermista Grant.

Sonríe y me abre la puerta. Es evidente que me esperaba. Me acompaña al ascensor y pulsa el botón del último piso.

—Que tenga un buen día, señorita Grant —dice, y desaparece al cerrarse las puertas del ascensor.

A las once en punto, toco el timbre del apartamento de Catrina . Me atiende una mujer de vaqueros y blusa azul marino. Aparenta unos cincuenta años, quizás algunos más. Es asiático-americana, y tiene el cabello lacio, negro azabache, recogido en una cola de caballo. Tiene en la mano una pila de correspondencia a medio abrir.

Sonríe y extiende la mano.

—Debes ser Mermista —dice, mientras extiendo la mía. Parece la clase de persona que realmente disfruta al conocer gente, y ya me cae bien, a pesar de mi promesa estricta de mantenerme neutral hacia todo lo que encuentre hoy.

—Yo soy Grace.

—Hola, Grace —la saludo—. Encantada de conocerte.

—Igualmente. Pasa.

Grace se hace a un lado y me invita a entrar con una señal. Apoyo el bolso en el suelo y me quito el abrigo.

—Puedes ponerlo aquí —dice, al tiempo que abre un armario que está en la entrada del recibidor y me entrega una percha de madera.

Este armario es del tamaño del único baño de mi apartamento. No es ningún secreto que Catrina Castillo tiene más dinero que Dios. Pero debo concentrarme en no dejarme intimidar por eso. Es hermosa, rica, poderosa,sensual y encantadora. Y yo soy un ser humano común y corriente. De alguna manera, tengo que convencerme de que ella y yo estamos en igualdad de condiciones; si no, esto no va a funcionar.

The lucky oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora