Decepcionante Double Trouble Capítulo XXXVII

40 9 1
                                    

Cuando llegué a Spago, Adora ya estaba en la mesa. Tenía unos pantalones negros y una blusa sin mangas de gasa de color crema. En el exterior había una temperatura agradable, unos veinticinco grados, pero en el restaurante el aire acondicionado estaba fuerte, y se veía que Adora tenía un poco de frío.Tenía erizada la piel de los brazos.

Su cabello rubio aún deslumbraba, pero ahora se notaba que estaba teñido.

Los reflejos dorados que tenía antes, resultado del sol y la naturaleza, ahora se veían ligeramente saturados y cobrizos. Sus ojos azules estaban tan atractivos como siempre, pero ahora la piel que los rodeaba estaba más fláccida.

Yo había visitado a un cirujano plástico varias veces en los últimos años,y sospeché que ella también. Me había puesto un vestido negro con escote en V profundo y cinturón a la cintura. Mi cabello rubio, ahora más corto y un poco más claro por las canas que habían ido naciendo, estaba suelto.

Cuando me vio, se puso de pie.

—Catrina —dijo.

La abracé.

—Adora.

—Estás estupenda —observó—. Como siempre.

—Y tú estás igual que la última vez que te vi —respondí.

—Nunca nos hemos mentido —dijo, sonriendo—. No empecemos ahora.

—Estás fantástica —le aseguré.

—Lo mismo digo.

Pedí una copa de vino blanco. Ella ordenó agua con gas y lima.

—Ya no bebo —explicó—. Ya no me cae como antes.

—No hay problema. Si quieres, puedo arrojar mi vino por la ventana en cuanto me lo traigan.

—No —respondió, riendo—. ¿Por qué debería ser problema tuyo mi poca tolerancia al alcohol?

—Quiero que todo lo que tenga que ver contigo sea mi problema —repuse.

—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? —susurró, mientras se inclinaba hacia mí sobre la mesa. El escote de su blusa se abrió y se hundió en la panera. Me preocupó que llegara a rozar la mantequilla, pero no fue así.

—Por supuesto que me doy cuenta.

—Me destruiste —dijo—. Dos veces ya, en nuestra vida. He pasado años intentando olvidarte.

—¿Y lo conseguiste? ¿Alguna de las dos veces?

—No del todo.

—Creo que eso significa algo.

—¿Por qué ahora? —preguntó—. ¿Por qué no me llamaste hace años?

—Te llamé miles de veces después de que me dejaste. Prácticamente tiré tu puerta abajo —le recordé—. Creí que me odiabas.

—Te odiaba, sí —admitió. Se echó un poco hacia atrás—. Aún te odio, creo. Al menos, un poquito.

—¿Y crees que yo no te odio? —Intenté no levantar la voz, simular que era una simple charla entre dos viejas amigas—. ¿Ni un poquito?

Adora sonrió.

—No, supongo que sería lógico que me odiaras.

—Pero no voy a dejarme disuadir por eso —dije.

Adora suspiró y miró su menú. Me acerqué a ella, con aire conspirador.

—Antes no creía tener ninguna posibilidad —le confié—. Después de que me dejaste, pensé que la puerta se había cerrado. Pero ahora se entreabrió, y quiero abrirla de par en par y entrar.

The lucky oneWhere stories live. Discover now