Afable Adam Stevenson Capítulo XLII

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Now This

5 de julio de 2000

HA MUERTO ADORA GRAYSKULL, LA REINA DE LA PANTALLA

Adora Grayskull, tres veces ganadora del Oscar, falleció la semana pasada por complicaciones de un enfisema. Tenía 61 años.

A comienzos de su carrera, Grayskull, la actriz rubia que provenía de una familia adinerada de Georgia, a menudo fue apodada «el melocotón de Georgia». Pero fue su papel en Mujercitas lo que le valió su primer premio de la Academia y la convirtió en una estrella hecha y derecha.

Grayskull fue nominada y ganó otras dos veces en los siguientes 30 años: como mejor actriz en 1970 por Our Men, y como mejor actriz de reparto por su interpretación de Lady Macbeth en la adaptación de 1987 de la tragedia de Shakespeare.

Además de su notable talento, se la conocía por su belleza sencilla y por
su matrimonio de quince años con el ídolo del fútbol americano Sea Hank.

Los dos se divorciaron a finales de los años 70 pero siguieron siendo amigos hasta la muerte de Hank en 1980. Nunca volvió a casarse.

La herencia de Grayskull queda a cargo de su hermano, Adam Stevenson, esposo de la actriz —y ex coestrella de Grayskull— Catrina Castillo.

Adora, como Bow, recibió sepultura en Forest Lawn, en Los Ángeles.

Adam y yo llevamos a cabo su funeral un jueves por la mañana. Fue algo privado. Pero la gente sabía que estábamos allí. Sabía que estábamos enterrándola.

Cuando la bajaron a la tumba, me quedé con los ojos fijos en el agujero en la tierra. En la madera lustrosa de su ataúd. No pude contenerme. No pude evitar que saliera mi verdadero yo.

—Necesito un minuto —dije a Adam y a Finn, y me aparté.

Caminé. Subí y subí por los senderos ondulantes del cementerio, hasta que encontré lo que buscaba.

A Bow Scribnner.

Me senté junto a su tumba y lloré todo lo que tenía dentro. Lloré hasta sentirme agotada. No dije una sola palabra. No tuve ninguna necesidad. Hacía tanto tiempo, tantos años, que hablaba con Bow en mi mente y en mi corazón, que sentía que habíamos trascendido las palabras.

Había sido él quien me había ayudado, apoyado, en todos los momentos de mi vida. Y ahora lo necesitaba más que nunca. Así que acudí a él de la única manera que supe. Dejé que me sanara como solo él podía. Y después me puse de pie, me limpié el polvo de la falda y me di la vuelta.

Allí, entre los árboles, había dos paparazzi tomándome fotos. No me enfadé ni me sentí halagada. Simplemente no me importó. Me costaba mucho cuando algo me importaba. Y ya no me quedaban fuerzas.

Por eso, opté por alejarme.

Dos semanas más tarde, cuando Adam y yo estábamos de vuelta en Aldiz, Finn me envió una revista que tenía en la cubierta mi foto junto a la tumba de Bow. Ella le había adjuntado una nota que decía, simplemente: «Te quiero».

Aparté la mirada de las palabras y leí el titular: «La leyenda Catrina Castillo llora ante la tumba de Bow Cameron, años más tarde».

Aunque ya había pasado mi mejor edad, la gente se distraía con facilidad y no veía lo que yo sentía por Adora Grayskull. Pero esta vez fue diferente.

Porque yo no estaba escondiendo nada.

La verdad estaba allí, al alcance de la mano, si tan solo hubieran prestado atención. Yo había mostrado mi verdadero ser, había buscado la ayuda de mi mejor amigo para aliviar el dolor por la muerte de mi pareja.

The lucky oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora