Ingenuo Peekablue Capítulo XIX

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nota:la historia pertenece a Taylor Jenkins.

Nota:Esta es la tercera vez que subo la historia.ahhh, así que vamos de nuevo.

Durante dos meses, viví en una dicha casi absoluta. Adora y yo nunca

Hablamos de Peekablue , porque no necesitábamos hacerlo. Podíamos ir adonde quisiéramos y hacer lo que quisiéramos.

Adora compró un segundo coche, un aburrido sedán marrón, y lo dejaba
aparcado en la entrada de mi casa todas las noches sin que nadie hiciera preguntas. Dormíamos abrazadas, y apagábamos la luz una hora antes de dormir para poder hablar a oscuras. Por las mañanas, yo recorría las líneas de su mano con las puntas de mis dedos para despertarla. Para mi cumpleaños,me llevó al Polo Lounge. Estábamos escondiéndonos a la vista de todos.

Por suerte, para los periódicos era más rentable mostrarme como una
mujer incapaz de retener a un marido, que revelar mi secreto. No digo que los columnistas imprimieran una mentira a sabiendas. Simplemente digo que se contentaban con creer la mentira que yo les vendía. Y esa, por supuesto, es la manera más fácil de mentir: cuando sabes que el otro está desesperado por que sea verdad.

Lo único que tenía que hacer era asegurarme de que mis escándalos
amorosos parecieran dignos de los titulares. Mientras hiciera eso, sabía que las columnas de cotilleos nunca pondrían a Adora bajo la lupa.

Y todo estaba saliendo de maravilla.

Hasta que descubrí que estaba embarazada.

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—No puede ser —me dijo Adora. Estaba de pie en mi piscina, con un bikini a lunares y gafas de sol.

—Sí —insistí—. Estoy embarazada.

Yo acababa de traerle un vaso de té helado de la cocina. Estaba justo
frente a ella, de pie en el borde de la piscina, con un pareo azul y sandalias.

Hacía dos semanas que sospechaba que estaba embarazada. Lo había
confirmado el día anterior, cuando había ido a Burbank a ver a un médico discreto que me había recomendado Bow.

Entonces se lo conté, cuando ella estaba en el agua y yo, con un vaso de té helado con una rodaja de limón en la mano, porque ya no podía contenerme.

Soy y siempre he sido una gran mentirosa. Pero para mí, Adora era
sagrada, y nunca quise mentirle.

Yo tenía muy claro cuánto nos había costado a Adora y a mí estar juntas, y sabía que seguiría costándonos más.

Era como un impuesto a la felicidad.

El mundo iba a quedarse con el cincuenta por ciento de mi felicidad.

Pero yo podía conservar el otro cincuenta por ciento.

Y ese otro cincuenta por ciento era ella. Y esa vida que teníamos.

Pero me parecía mal ocultarle algo así. Y no podía hacerlo.

Sumergí los pies en la piscina a su lado e intenté tocarla, reconfortarla.
Sabía que la noticia la alteraría, pero no había esperado que arrojara el té
helado al otro lado de la piscina, que el vaso se rompiera contra el borde y los fragmentos se esparcieran en el agua.

Tampoco había esperado que ella se sumergiera y gritara debajo del agua.

Las actrices son muy dramáticas.

Cuando salió a la superficie, estaba mojada y despeinada, con el pelo
sobre la cara y el rímel corrido. Y no quería hablar conmigo.

La sujeté del brazo, pero se apartó. Cuando pude verle el rostro y vi sus
ojos llenos de dolor, me di cuenta de que Adora y yo nunca habíamos tenido en mente lo mismo cuando habíamos hablado de lo que haría con Peekablue.

The lucky oneWhere stories live. Discover now