Brillante, Bondadoso y Torturado Bow Scribner Capítulo XXVII

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Edit:Tenemos capítulo nuevo.y la nota del final era la antigua y la deje ahí.

nota:la historia pertenece a Taylor Jenkins.

Nota:Esta es la tercera vez que subo la historia.ahhh, así que vamos de nuevo.

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23 de mayo de 1975

¡CATRINA CASTILLO Y BOW SCRIBNER SON PADRES DE UNA NIÑA!

¡Catrina Castillo es madre por fin! A los 37 años, la bomba deslumbrante ya puede agregar «madre» a su currículum. Finn Margot Scribner nació el martes por la noche en el Hospital Mount Sinai, con tres kilos
doscientos cincuenta.

Dicen que su papá, Bow Scribner, está «loco de contento» con la pequeñina.

Con una cantidad de éxitos en su haber, Catrina y Bow seguramente
dirán que la pequeña Scribner es su coproducción más exitosa.


Me enamoré de Finn desde el instante en que me miró. Con todo su pelo y sus redondos ojos marrones, por un momento pensé que era igual a mi madre.

Finn siempre tenía hambre y odiaba estar sola. Nada le gustaba más
que dormir tranquilamente en mis brazos. Y adoraba a Bow.

Durante esos primeros meses, Adora grabó dos películas seguidas, las dos
fuera de la ciudad. Una de ellas, The Buyer, era una película que yo sabía que la apasionaba. Pero la segunda, una sobre la mafia, era justo de las que ella detestaba. Además de ser violenta y oscura, se rodó durante ocho semanas,cuatro en Los Ángeles y cuatro en Sicilia. Cuando llegó la oferta, supuse que la rechazaría. Pero aceptó el papel, y Sea Hank decidió ir con ella.

Mientras estaban ausentes, Bow y yo vivíamos casi como un matrimonio
tradicional. Bow me preparaba huevos con tocino para el desayuno y me preparaba la bañera. Yo amamantaba a la bebé y la cambiaba casi cada hora.

Teníamos ayuda, claro. Luisa se ocupaba de la casa. Cambiaba las
sábanas, lavaba la ropa y hacía la limpieza general. En sus días libres, era Bow quien se ocupaba.

Era Bow quien me decía que estaba hermosa, aunque los dos sabíamos
que había tenido días mejores. Era Bow quien leía un guion tras otro,
buscando el proyecto perfecto que yo pudiera hacer cuando Finn creciera un poco. Era Bow quien dormía a mi lado todas las noches, quien sujetaba mi mano para dormir, quien me abrazaba cuando yo estaba segura de que era
una pésima madre porque había arañado la mejilla de Finn mientras la bañaba.

Bow y yo siempre habíamos sido muy amigos, ya hacía mucho tiempo
que éramos familia, pero durante esos meses, realmente me sentí una esposa.

Sentí que tenía un marido. Y llegué a quererlo aún más. Finn, y ese tiempo
que pasamos con ella, hizo que Bow y yo nos uniéramos como nunca habría podido imaginar. Él estaba presente para celebrar los buenos momentos y apoyarme en los malos.

Fue más o menos por ese entonces que empecé a creer que quizá las
amistades estaban predestinadas. «Si hay toda clase de almas gemelas», dije a Bow una tarde en que estábamos sentados en la terraza con Finn, «tú eres una de las mías».

Bow estaba en pantalones cortos y sin camisa. Finn estaba acostada
sobre su pecho. Esa mañana no se había afeitado, y tenía una barba incipiente con apenas un toque de gris bajo el mentón. Al observarlo con ella, me di cuenta de lo mucho que se parecían.

Las mismas pestañas largas, los mismos labios bien formados.

Bow sostenía a Finn contra su pecho con una mano, y con la otra,
tomaba la mía.

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