Capítulo LXIV

28 8 0
                                    

Cuando llego a casa, instintivamente arrojo mi bolso sobre el sofá. Estoy cansada, y furiosa, y siento los ojos secos y rígidos, como si los hubiera escurrido como ropa mojada.

Me siento, sin molestarme en quitarme la chaqueta ni los zapatos.

Respondo el e-mail que me envió mi madre con la información de su vuelo para mañana. Y luego levanto las piernas y apoyo los pies en la mesita de café. Cuando lo hago, noto que hay un sobre apoyado allí.Y solo entonces caigo en la cuenta de que tengo una mesa de café.

David la trajo de vuelta. Y sobre ella, un sobre dirigido a mí.

M:

Nunca debí llevarme la mesa. No la necesito. Es una tontería que esté en el guardamuebles. Fue mezquino de mi parte llevármela.

En este sobre dejo mi llave del apartamento y la tarjeta de mi abogado.

Supongo que no hay mucho más que decir salvo que te doy las gracias porque hiciste lo que yo no pude.

D.

Dejo la carta sobre la mesita. Levanto los pies. Me quito la chaqueta. Me quito los zapatos usando solo los pies. Apoyo la cabeza. Respiro.

No creo que hubiera podido poner fin a mi matrimonio sin Catrina Castillo.

No creo que hubiera podido hacer frente a Netossa sin Catrina Castillo.

No creo que hubiera tenido la oportunidad de escribir lo que sería indudablemente un best seller sin Catrina Castillo.

No creo que hubiera llegado a entender la verdadera dimensión de la devoción de mi padre por mí sin Catrina Castillo.

Así que creo que Catrina se equivoca en una cosa, por lo menos.

Mi odio no es simple.

Por la mañana, cuando llego al apartamento de Catrina , no sé muy bien en qué momento tomé la decisión de ir.Simplemente desperté y me encontré en camino.

Cuando doblé la esquina,caminando desde el metro hacia su apartamento, me di cuenta de que nunca habría podido no ir. No puedo ni estoy dispuesta a hacer nada que comprometa mi situación en Vivant; no luché por ser redactora independiente solo para acobardarme a último momento.

Llego puntualmente, pero por alguna razón soy la última en llegar. Grace me abre la puerta y ya parece que la hubiera pillado un huracán. El pelo se le está soltando de la cola de caballo, y se está esforzando más que de costumbre por sonreír.

—Vinieron casi cuarenta y cinco minutos antes —me cuenta en un susurro—. Catrina hizo venir a una maquilladora al amanecer para que la preparara antes de que llegara la maquilladora de la revista. Hizo venir a un consultor en iluminación a las ocho y media para que la asesorara sobre qué ambiente de la casa la favorecía más. Resultó ser la terraza, justo lo que no he limpiado tanto últimamente porque sigue haciendo frío. El caso es que he pasado las últimas dos horas fregando la terraza de arriba abajo. —En broma,Grace apoya la cabeza en mi hombro—. Gracias a Dios que pronto me voy de vacaciones.

—¡Mermista! —exclama Netossa cuando me ve en el pasillo—. ¿Por qué has tardado tanto?

Miro mi reloj.

—Son las once y seis minutos.

Recuerdo el día que conocí a Catrina Castillo. Recuerdo lo nerviosa que estaba. Recuerdo que me parecía imponente, mítica. Ahora me parece dolorosamente humana. Pero para Netossa, todo esto es nuevo. No ha visto a la verdadera Catrina . Ella aún cree que vamos a fotografiar a un icono, más que a una persona.

The lucky oneHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin