Pobre Kyle Del Río

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Nota:la historia pertenece a Taylor Jenkins.

Nota:Esta es la tercera vez que subo la historia.ahhh, así que vamos de nuevo.













—Catrina —dijo, sorprendido de verme—. ¿A qué debo el placer de esta visita?

—Quiero el papel de Caroline —le dije—. En Love Isn't All.

Bow me indicó que me sentara. Era apuesto, para ser ejecutivo. La mayoría de los productores eran gordos, y muchos estaban quedándose calvos. Pero Bow era alto y delgado. Era joven. Yo sospechaba que no me llevaba ni diez años. Usaba trajes que le quedaban a la perfección y siempre complementaban sus ojos Marrones. Tenía un aire del medio oeste, no tanto por su aspecto sino por su forma de abordar a las personas, primero con amabilidad y luego con actitud fuerte.

Bow era uno de los únicos hombres del estudio que no miraba directamente mis pechos. De hecho, eso me molestaba, como si yo tuviera la culpa de no llamar su atención. Eso demuestra que, si le dices a una mujer que su único valor es ser deseable, lo creerá. Yo lo creía incluso antes de cumplir dieciocho años.

—No voy a mentirte, Catrina . Ari Sullivan nunca te aprobará para ese papel.

—¿Por qué no?

—No das el tipo.

—¿Y eso qué quiere decir?

—Nadie creería que eres la hija de Stu Cooper.

—Pero podría serlo.

—No, no podrías.

—¿Por qué?

—¿Por qué?

—Sí, quiero saber por qué.

—Te llamas Catrina Del Río.

—¿Y qué?

—No puedo ponerte en una película y tratar de que no se note que eres mexicana.

—Soy cubana.

—Para el caso, es lo mismo.

No era lo mismo, pero no valía la pena intentar explicárselo.

—Está bien —le dije—. ¿Y la película con Gary DuPont?

—No puedes hacer un papel protagónico con Gary DuPont.

—¿Por qué no?

Bow me miró como preguntándome si realmente quería que me lo dijera.

—¿Porque soy mexicana? —le pregunté.

—Porque para la película necesitamos una chica rubia.

—Yo podría ser una chica rubia.

Bow me miró.

Insistí.

—Quiero ese papel, Bow. Y sabes que puedo hacerlo. Soy una de las chicas más interesantes que tienen en este momento.

Bow rio.

—Eres audaz, debo reconocerlo.

La secretaria de Bow llamó a la puerta.

—Disculpe la interrupción, señor Scribner, pero lo esperan en Burbank a la una.

Bow miró su reloj.

Hice un último intento.

—Piénsalo, Bow. Soy buena, y puedo ser aún mejor. Pero estás desperdiciándome con estos papeluchos.

—Sabemos lo que hacemos —replicó, poniéndose de pie.

Yo también me puse de pie.

—¿Cómo ves mi carrera de aquí a un año, Bow? ¿Haciendo un papel de profesora que solo dice tres líneas?

The lucky oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora