Pobre Kyle Del Río.

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Nota:la historia pertenece a Taylor Jenkins.

Nota:Esta es la tercera vez que subo la historia.ahhh así que vamos de nuevo.

Estoy de nuevo en el estudio de Catrina . El sol entra por los ventanales e ilumina su rostro con tanta calidez que no me deja ver su lado derecho.

Realmente vamos a hacer esto. Catrina y yo. Sujeto y biógrafa. Y comienza ahora.

Tiene puestas unas calzas negras y una camisa azul marino de hombre con un cinturón. Yo, como de costumbre, estoy en vaqueros, camiseta y blazer.

Me vestí con la intención de quedarme aquí todo el día y toda la noche, de ser necesario. Si ella sigue hablando, estaré aquí, escuchándola.

—Bien —digo.

—Bien —dice Catrina , en un tono que parece desafiarme a dar el primer paso.

En cierto modo, esto de estar sentada en su escritorio mientras ella está en el sofá se me hace antagónico. Quiero que sienta que estamos en el mismo equipo. Porque lo estamos, ¿verdad? Aunque tengo la impresión de que, con Catrina , nunca se sabe.

¿Realmente puede decir la verdad? ¿Es capaz de hacerlo?

Me siento en el sillón que está junto al sofá. Me inclino hacia adelante, con el bloc sobre la falda y un bolígrafo en la mano. Saco mi teléfono, abro la grabadora de voz y pulso «Grabar».

—¿Seguro que estás lista? —le pregunto.

Catrina asiente.

—Todas las personas a las que quise ya murieron. No queda nadie a quien proteger. Nadie por quien mentir, salvo yo. La gente ha seguido muy de cerca los detalles más escabrosos de la historia falsa de mi vida. Pero no es... yo no... Quiero que conozcan la verdadera historia. A la verdadera Catrina .

—De acuerdo —digo—. Muéstrame a la verdadera Catrina , entonces. Y yo me ocuparé de que el mundo entienda.

Catrina me mira y esboza una sonrisa breve. Me doy cuenta de que he dicho lo que desea oír. Por suerte, lo he dicho en serio.

—Vayamos en orden cronológico —pido—. Cuéntame más sobre Kyle Del Río, tu primer marido, el que te sacó de Hell's Kitchen.

—Está bien —asiente Catrina —. Es un punto tan bueno como cualquiera para empezar.

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Mi madre había sido corista en producciones off Broadway. Había emigrado de Cuba a los diecisiete años con mi padre. Cuando fui mayor, descubrí que «corista» era también un eufemismo para «prostituta». No sé si ella lo era o no. Me gustaría creer que no, no porque sea vergonzoso sino porque algo sé de lo que es entregar tu cuerpo a alguien cuando no quieres hacerlo, y espero que ella no haya tenido que hacer eso.

Yo tenía once años cuando ella murió de neumonía. Obviamente, no tengo muchos recuerdos suyos, pero sí recuerdo que olía a vainilla barata y que hacía un caldo gallego delicioso. Nunca me llamó Catrina , solo mija, lo que me hacía sentir muy especial, como si yo fuera suya y ella, mía. Por encima de todas las cosas, mi madre quería ser estrella de cine. Estaba convencida de que, si lograba entrar al mundo de las películas, podría sacarnos de allí y alejarnos de mi padre.

Yo quería ser igual a ella.

Muchas veces he deseado que, en su lecho de muerte, hubiera dicho algo conmovedor, algo que pudiera llevar siempre conmigo. Pero no supimos lo enferma que estaba hasta que todo terminó. Lo último que me dijo fue: «Dile a tu padre que estaré en la cama».

The lucky oneWhere stories live. Discover now