Maldito Horde Prime Capítulo XII

22 7 0
                                    

nota:la historia pertenece a Taylor Jenkins.

Nota:Esta es la tercera vez que subo la historia.ahhh, así que vamos de nuevo.

Catrina se levanta del sofá, toma el teléfono y pide a Grace que nos encargue la cena en el restaurante mediterráneo de la esquina.

—¿Mermista? ¿Qué quieres tú? ¿Carne o pollo?

—Pollo, creo. —La observo, esperando que vuelva a sentarse y reanude el relato. Pero cuando se sienta, se limita a mirarme. Ni reconoce lo que acaba
de contarme ni admite lo que yo sospecho desde hace algún tiempo.

No me queda otra opción que ser directa—. ¿Lo sabías?

—¿Qué cosa?

—¿Que Adora Grayskull era lesbiana?

—Estoy contándote la historia tal como fue desarrollándose.

—Bueno, sí —digo—. Pero...

—Pero ¿qué?

Catrina está en calma, con perfecto aplomo. Y no distingo si es porque
sabe lo que sospecho y al fin está dispuesta a contar la verdad o porque me equivoco por completo y no tiene idea de lo que estoy pensando.

No estoy segura de querer preguntárselo antes de saber la respuesta.

Los labios de Catrina están unidos en una línea recta. Sus ojos están
concentrados directamente en mí.

Pero, mientras espera que yo hable, reparo en que su pecho se eleva y baja con rapidez. Está nerviosa. No siente tanta seguridad como quiere demostrar. Al fin y al cabo, es actriz.

A estas alturas, yo ya debería saber que, con Catrina , lo que se ve no es siempre lo que es.

Entonces le planteo la pregunta de un modo que le permita decirme tanto, o tan poco, como esté dispuesta a decir.

—¿Quién fue el amor de tu vida?

Catrina me mira a los ojos, y sé que necesita un empujoncito más.

—Está bien, Catrina . De verdad.

Esto es importante. Pero sí está bien.
Ahora las cosas no son como antes.

Aunque debo admitir que tampoco hay una ausencia absoluta de riesgo.

Pero aun así...

Puede decirlo.

Puede decírmelo.

Puede admitirlo libremente. Aquí. Ahora.

—Catrina , ¿quién fue tu gran amor? Puedes decírmelo.

Catrina mira por la ventana, inhala profundamente y responde:

—Adora Grayskull.

La habitación se queda en silencio mientras Catrina se permite oír sus
propias palabras. Y luego sonríe, una sonrisa radiante, amplia, profundamente sincera. Ríe un poco para sí y luego vuelve a concentrarse en mí.

—Siento que he pasado toda mi vida amándola.

—Entonces este libro, tu biografía... ¿estás dispuesta a revelarte como
una mujer homosexual?

Catrina cierra los ojos un momento, y al principio pienso que está
sopesando lo que acabo de decirle, pero cuando vuelve a abrirlos, me doy cuenta de que está intentando procesar mi estupidez.

—¿No has escuchado una sola palabra de todo lo que te he contado? Amé a Adora, pero también, antes de ella, amé a Horde. De hecho, estoy segura de que, si Horde no hubiera resultado ser semejante imbécil, probablemente nunca habría sido capaz de enamorarme de nadie más. Soy bisexual. No ignores una mitad de mí para poder encerrarme en una categoría, Mermista. No hagas eso.

Eso me duele. Mucho. Sé lo que se siente cuando los demás dan algo por sentado con respecto a uno, cuando lo etiquetan según lo que a ellos les parece que es. Me he pasado la vida intentando explicar a la gente que,aunque parezco negra, soy raza mixta. Durante toda mi vida, he sido consciente de la importancia de dejar que las personas se definan a sí mismas, en lugar de reducirlas a rótulos.

Y ahora voy y hago a Catrina lo que tantas veces me han hecho a mí.

Su romance con una mujer me indicó que era lesbiana, y no me tomé el tiempo de esperar que ella me dijera que era bisexual.

De esto se trata, ¿no es así? Por eso le preocupa tanto que la entiendan y
elige sus palabras con tanto cuidado. Porque quiere que la vean tal como es, con todos sus matices y tonos de gris. De la misma forma en que yo quiero que me vean.

Así que el error fue mío. Me equivoqué. Y a pesar de mi deseo de
olvidarlo o de reducirlo a nada, sé que en este momento lo mejor que puedo hacer es pedir disculpas.

—Lo siento —digo—. Tienes toda la razón. Debería haberte preguntado
cómo te identificas en lugar de dar por sentado que lo sabía. Así que déjame hacer otro intento. ¿Estás dispuesta a revelarte, en las páginas de este libro, como una mujer bisexual?

—Sí —responde, asintiendo—. Sí, así es.

Catrina parece complacida con mis disculpas, aunque aún un poquito
indignada. Pero seguimos con lo nuestro.

—¿Y cómo te diste cuenta? —le pregunté—. ¿De que estabas enamorada de ella? Al fin y al cabo, habría sido igual de fácil que, al enterarte de que a ella le interesaban las mujeres, no te dieras cuenta de que te interesaba ella.

—Bueno, me ayudó el hecho de que mi marido estuviera arriba,
engañándome. Porque las dos cosas me dieron unos celos terribles. Me puse celosa cuando me enteré de que Adora era lesbiana, porque eso significaba que estaba, o había estado, con otras mujeres, que yo no era la única en su vida. Y estaba celosa de que mi marido estuviera arriba con otra mujer en la misma fiesta en la que estaba yo, porque era una situación vergonzosa y amenazaba mi modo de vida. Yo estaba viviendo en un mundo en el que creía que podía estar cerca de Adora y lejos de mi marido sin que ninguno de los dos necesitara nada de nadie más. Era como una enorme burbuja que acababa de estallar.

—Imagino que, en aquel tiempo, no habrá sido fácil llegar a esa
conclusión: estar enamorada de alguien de tu mismo sexo.

—¡Claro que no! Tal vez, si me hubiera pasado la vida resistiéndome a los sentimientos hacia otras mujeres, habría tenido algo de lo que asimilar. Pero no fue así. A mí me enseñaron que debían gustarme los hombres, y había
descubierto, aunque solo por un tiempo, el amor y el deseo con un hombre. El hecho de que quería estar con Adora todo el tiempo, de que ella me importaba al punto de valorar su felicidad más que la mía, de que me gustaba recordar aquel momento en que había estado frente a mí sin su blusa... bueno, si unes todas esas piezas y sumas uno más uno, el resultado es: estoy enamorada de una mujer. Pero por aquel entonces, al menos en mi caso, yo no tenía esa ecuación. Y si ni siquiera te das cuenta de que hay una fórmula para aplicar,¿cómo diablos vas a encontrar la respuesta?

Prosigue.

—Yo creía que al fin tenía amistad con una mujer. Y creía que mi
matrimonio se estaba yendo al demonio porque mi esposo era un imbécil. Y, a propósito, esas dos cosas eran verdad. Solo que no toda la verdad.

—¿Y qué hiciste?

—¿En la fiesta?

—Sí, ¿a quién fuiste a buscar primero?

—Bueno —responde Catrina —, uno de los dos vino a buscarme a mí.

The lucky oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora