Capitulo 39

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LA AGOTADORA REALIDAD DE LA TRANSMIGRACIÓN A NOVELAS - NOVELA - CAPÍTULO 39

• Capítulo 39

Abrí mis ojos.

Mirara donde mirara, había oscuridad.

En un mundo en el que no sabía si era de noche o de día, exhalé un aliento nublado. Lo que era seguro era que, aquí, estaba soñando.

La tercera transmigración. Rita.

El aire húmedo llenó mis pulmones. Apreté mi garganta con la mano débil. Me sentía sofocada y no sabía por qué.

Mis labios temblaron y, sin mi conocimiento, se dibujaron en un arco creciente.

Varios chorros de lágrimas calientes fluyeron de mis ojos. Aquellas gotas rozaban mis mejillas y mojaban mis oídos.

Era como si me estuviera ahogando.

Lloré. Reí.

Mis lágrimas fluyeron contra mi voluntad, mi risa estalló porque sentía que me volvería loca si no la dejaba salir.

—Ja… ja, ja… —En el aire, una voz rota sonó.

En este espacio oscuro, mi voz hizo eco.

En este silencio interminable, mis dientes se apretaron entre sí.

Mis labios estaban ahora cerrados, intentando suprimir esta risa.

¿Fue un llanto cercano a la risa? ¿Fue una risa cercana al llanto?

Mientras me recostaba por un largo tiempo, sintiéndome como una lunática frenética, oí el sonido chirriante de una puerta abriéndose.

Tragué saliva.

Sin darme cuenta, la piel de mi cuello se arañó porque la mano que la había agarrado se puso tensa.

Una sensación de picazón recorrió todo mi cuerpo.

Era horrorosamente realista.

Ah, en serio… qué terriblemente realista.

Unos pasos familiares comenzaron a acercarse. Acompañándolos estaba el sonido de algo siendo arrastrado por el suelo.

Cerré mis ojos. Esto me estaba dando náuseas.

Apreté mis labios con fuerza, pero no pude evitar que mis dientes castañearan.

Ta-dak, ta-dak, ta-dak. Frente al sonido estable de los pasos acercándose, el sonido de mi corazón fue poco a poco in crescendo.

Ba-dump, ba-dump, ba-dump. Hasta el punto en el deseé que mis oídos fueran derrotados por el fuerte sonido.

Sin embargo, las pisadas fuertes no se detuvieron.

Sólo se hicieron más claras.

Con la mano que no estaba en mi cuello, arañé el piso a mi lado. Mis dedos y uñas rozaron suavemente la alfombra terriblemente mullida.

Pronto, en algún punto, esos pasos se detuvieron.

Thud, splash. Algo cayó al piso, y junto a eso, algo salpicó.

Entonces, un hedor atroz.

Un hedor espantosamente familiar, espantosamente metálico y espantosamente doloroso.

Ante las insoportables náuseas que me dieron, abrí mis párpados pesados.

En este espacio oscuro, la iluminación de una llama escarlata llenaba el vacío. Las sombras creadas por esa vela bailaban peligrosamente.

LA AGOTADORA REALIDAD DE LA TRANSMIGRACIÓN A NOVELAS - NOVELA  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora