Capitulo 58

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LA AGOTADORA REALIDAD DE LA TRANSMIGRACIÓN A NOVELAS - NOVELA CAPÍTULO 58

Capítulo 58

Aquellas cuatro personas ocultaron su presencia y se dirigieron a la cuarta sala de entrenamiento.

Sus pasos eran silenciosos.

Sus movimientos también eran silenciosos, y nadie sería capaz de adivinar que estas personas en realidad consistían de un médico, una doncella, una princesa ducal y un caballero temporal.

¡Haah! ¡Huk!

Fwick, shhk. Mientras se acercaban silenciosamente, los mismos ruidos repetitivos se oían desde el vestíbulo. Los alrededores estaban llenos de gritos y espadas cortando el aire.

El suelo temblaba junto a la marcha de una multitud. Prueba de ello era cómo temblaba la hierba aunque no pasara ninguna brisa.

El grupo de los cuatro se dio la vuelta y se escondió detrás de una enorme columna, tirándose al suelo para camuflarse entre la hierba. Esto era para que no se les viera bien entre la niebla.

En primer lugar, dado que esta era una misión de espionaje, lo mejor sería "observar en secreto".

Cuando las personas no estaban bajo la atenta mirada de los forasteros, revelaban su verdadero yo y sus habilidades.

El grupo de cuatro se escondió completamente en un lugar cubierto por la valla y la hierba. Se sentaron uno al lado del otro en fila y echaron un vistazo al interior de la sala de entrenamiento.

Todos estaban divididos en varios grupos. Algunos entrenaban y otros descansaban. Entre ellos, el más cercano a los cuatro parecía ser el grupo de descanso.

Conversaban, se secaban el sudor o bebían agua para humedecer la garganta. Permeando a través del palpable olor a sudor, una voz ronca habló.

—Ah, siento que me voy a caer muerto, en serio.

—Exacto, y hace tanto calor que siento que voy a morir.

Al oírles quejarse de la temperatura abrasadora del caluroso verano, las cejas de Cassion se fruncieron. Tras comprobar también los rostros de aquellos hombres, sus cejas se arrugaron aún más.

Rosetta estaba sentada junto a Cassion y notó su ligera agitación.

Pronto se inclinó hacia él.

Al sentir la presencia que se acercaba, Cassion se giró por reflejo.

Entonces, sus miradas se encontraron.

A merced de los ojos dorados que le miraban a tan corta distancia, Cassion parpadeó.

Bajo las largas pestañas, unos ojos negros le devolvieron la mirada. Y estos volvieron a tornarse gentiles, como nuevos.

El espacio entre ellos era tan estrecho que podían ver sus propios reflejos en los ojos del otro.

Rosetta bajó lentamente la mirada. Luego, se deslizó hacia delante para acercarse a la oreja de Cassion.

Cuando una ligera exhalación rozó los lóbulos de su oreja, Cassion se estremeció.

—¿Los conoces?

Tras el innecesariamente estimulante proceso, la pregunta que le llegó fue sencilla.

No, tampoco es que fuera realmente un proceso estimulante. Sólo que Cassion se sentía así.

Un simple susurro como éste habría suscitado una respuesta diferente dependiendo de quién se tratara.

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