Capitulo 46

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LA AGOTADORA REALIDAD DE LA TRANSMIGRACIÓN A NOVELAS - NOVELA - CAPÍTULO 46

• Capítulo 46

El ligero giro de la hoja hizo que pareciera que bailaba.

—A lo largo de todo esto, inevitablemente seguirás necesitando pedir ayuda a otras personas. No es nada de lo que debas disculparte, ni algo de lo que debas avergonzarte.

Y como si fuera algo natural, estas palabras cayeron sobre los hombros de Cassion y se asentaron con calma.

»—Además, te voy a hacer trabajar hasta el cansancio para que seas fuerte. Así que deja de lamentarte. Hay tiempo de sobra para llorar lágrimas amargas más tarde.

Ante las palabras añadidas juguetonamente, Rosetta sonrió.

El viento sopló justo a tiempo y el velo se agitó. Debajo del velo y detrás de su cabello plateado en cascada, pudo ver una parte de su nariz y una comisura de sus labios curvados. Luego, vio sus ojos dorados.

—Ah.

Con una sensación no identificada, Cassion parpadeó.

Extrañamente, se alegró de verla.

No había podido ver esos ojos dorados en el último día… no, ni siquiera había pasado medio día.

Es extraño. Se alegró tanto de volver a ver sus ojos que su corazón empezó a latir extrañamente.

De verdad. Qué cosa más peculiar

No podía creer que empezara a echarla de menos cuando apenas hacía medio día que no podía ver su rostro. Y ahora también se sentía aliviado.

Además, ¿no había estado ella a su lado, hablándole, todo este tiempo?

De verdad. ¿Tenía sentido que ahora se sintiera tan feliz de ver su rostro?

Se dio cuenta de que eso era algo realmente inusual en él.

Toda su vida había estado solo, así que era natural que se hubiera acostumbrado a la soledad. Sin embargo, ¿cuándo demonios se le hizo natural quedarse al lado de esta mujer?

—De acuerdo. Adelante, hazme trabajar hasta el cansancio.

—¿Qué?

—Seré fuerte. Incluso más de lo que quieres, me haré más fuerte. Así que sé dura y hazme trabajar hasta el cansancio. No lo sentiré. —Su voz era tranquila y solemne. Cada sílaba que pronunciaba era tan sincera que su intención podía transmitirse con tanta claridad hacia la otra persona. —No me sentiré arrepentido, ni un poquito.

Al añadir esto, Rosetta parpadeó.

De alguna manera, esto la hizo sentir extraña. Es como si acabara de oír una confesión. A pesar de que no se trataba de algo así en absoluto.

—Uh... Claro. Bien. Te haré trabajar hasta el cansancio.

Al oír la respuesta de Rosetta, Cassion asintió con firmeza. Luego, un momento de silencio se extendió entre ellos.

Rosetta siguió girando distraídamente la hoja entre las yemas de los dedos, y pronto la giró hacia la dirección en la que había huido el atacante.

Y de repente se le ocurrió un pensamiento: era divertido que estuvieran frente a frente en un callejón como éste. Si no era eso… quizás era porque este breve silencio era extrañamente agobiante.

Hacía mucho tiempo que ningún silencio resultaba agobiante. Más bien, se sentía poco familiar.

A veces, las cosas desconocidas también hacían cosquillas.

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