ᎷᎽ ᏌᏁᎥᏉᎬᏒᎦᎬ JJK (Gojo Satoru)

Capítulo 33

Narra Abril

—Ya terminé de ver la película con Yuji. Estoy en mi cuarto, ¿vienes? O me voy a dormir.

Lo admito, luego de nuestro momento en el auto, no podía reprimir el deseo de tenerlo conmigo por el resto de la noche.

—Espérame, voy para allá —lo sentí sonreír.

—Mmh —afirmé, y luego colgué la llamada.

Dejé mi celular en la mesita de luz y fui a ducharme. Al salir, me puse una musculosa blanca de tirantes y unos pantalones holgados de dormir.

Vi la hora en mi celular, sin moverlo de su lugar.

23:04 pm.

¿Le faltará mucho?

Supongo que la reunión era algo lejos... o tal vez solo le faltaba poco para acabar.

De repente, escuché unos toques a la puerta. Enseguida me acerqué para abrirla.

—¿Satoru? —susurré.

Sonreí al ver sus cabellos blancos, pero eso fue todo lo que alcancé a ver. Se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme apasionadamente. Me tomó por la cadera y me alzó, obligándome a enredar mis piernas en la suya. Cerró la puerta con su pie y, luego de cortos pasos, nos tiró en la cama, quedando él sobre mí, entre mis piernas. Me besaba con cierta agresividad y sus manos me recorrían con fuerza, marcando mi piel.

Oh, se sentía bien.

Pero quería evitar esto... ¡Justo al lado están Yuji y Megumi!

Con la mano en su pecho, me aferré a su ropa, arrugándola entre mis dedos y haciendo presión, para intentar lograr que se detuviera. Lo notaba tan... ansioso, o tal vez, desesperado; como si necesitara esto. Así que solo cedí y traté de seguirle el ritmo, ahora atrayéndolo hacia mí. Se separó para respirar y, luego de una corta e intensa mirada, volvimos a juntar nuestros labios, pero esta vez fue mucho más suave y despacio.

Nos separamos, y aprovechó para quitarse los lentes y dejarlos sobre la mesita de luz a un lado de la cama. Con ambas manos acariciando la parte alta de mi cintura, delineando el contorno de mis pechos suavemente, se dejó caer sobre mí a peso muerto, aplastándome de manera soportable. Su cara quedó enterrada en mis...

Los colores se me subieron a la cara.

—¡Satoru! —chillé. Enseguida me silencié.

No debe haberse escuchado, ¿cierto?

Ya cállate, Abril.

Sentía el vientito de su respiración justo entre mis dos pechos, sobre el borde de la escotada musculosa blanca que usaba de pijama. Hasta que de repente se enterró más, cerrándolos con sus manos a cada lado, y dejé de sentirlo. Luego de un momento, volvió. Entonces cambió de posición, quedando su cabeza de lado y usando mis pechos como almohada.

—Es verdad. —Dijo, pinchando el costado de uno con su índice, buscando probar qué tan esponjoso era. Y no lo hacía muy suave que digamos.

Mis mejillas se encendieron en llamas, y juro que me agarró un tick en la ceja.

—¡Deja de hacer eso! —grité por lo bajo.