ᎷᎽ ᏌᏁᎥᏉᎬᏒᎦᎬ JJK (Gojo Satoru)

Especial 31/12

Año nuevo

31 de diciembre.

Todos lo pasan con su familia. Todos. De donde vengo era así, y aquí también.

Y es en días como hoy que... extraño a mi familia más que nunca.

Ya son las 4 de la tarde, y no salí de mi habitación en todo el día. Apenas comí unas galletas.

¿Para qué saldría?

...Si no hay nadie.

Me di vuelta, acurrucándome en la almohada.

Todos tienen alguien a quien ver, familia o no. Todos tienen una vida fuera de esta escuela; excepto yo, porque la dejé atrás.

Y ahora estoy sola.

Pero está bien, es normal. Esa es la vida que me tocó. Eso es lo que significa ser la elegida del Universo. Una solitaria eternidad.

Con esa ola abrazadora de pensamientos, me dormí por quinta vez en el día.

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Vi la hora en mi celular. El que Satoru me regaló.

Sonreí por ese recuerdo.

23:35 p. m.

Suspiré, moviendo mis pies en el agua, que no se había congelado gracias a la corriente. Ya todo lo demás era un manto blanco por la nieve. Me encontraba sentada en la orilla del río, sobre una mantita impermeable para no arruinar mi vestido blanco. Era amoldado al cuerpo pero no apretado, largo hasta por arriba de los tobillos, con un pequeño corte de lado al final. En Argentina nos gusta vestir de blanco para recibir el año, aunque aquí se prefiera el rojo o las ropas tradicionales.

Miré al cielo. Las nubes densas y oscuras poblaban el cielo nocturno.

—No, Universo. No quiero que nieve —hablé al aire, suave como un murmullo.

Cuando faltaran cinco minutos para las doce, descorcharía el champán, y tenía toda la intención de tomar toda la botella en este mismo lugar. Así que nada de nieve que me empape.

Cerré los ojos y alcé la barbilla, sintiendo mi pelo largo deslizarse con suavidad por mi espalda, meneándose con el viento. La brisa fría me envolvió, y supe que el Universo estaba escuchándome.

—Gracias —susurré.

Y así, en silencio, escuchando nada más que el silbido del viento y el movimiento de las hojas de los árboles y el agua del río, los minutos siguieron pasando.

—Yo, Abi-chan.

Me sobresalté y volteé en mi lugar de inmediato. Saqué un pie del agua para ponerme de costado y ver mejor.

—¿Satoru?

Una corriente intensa de viento sopló, revolviendo mis cabellos hacia un lado. Él, luciendo un kimono rojo bastante formal (con pantalones blancos en lugar de un Hakama), sonrió al verme. No llevaba venda en los ojos y, si tenía lentes, se los había sacado. Sus ojos del cielo resaltaban en la oscuridad y hasta en el blanco de la nieve.