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Entre lujos

Habían pasado tan solo unos minutos en los que terminaron de comer.

Unos pocos que se sintieron eternos, aunque había sido amable con Adara sentía un ligero temor, aún no olvidaba esa pesadilla.

Seguía teniendo ese recuerdo, y ese miedo en su corazón que cada vez que pensaba en esos hermosos ojos naranjas su corazón palpitaba.

Se estaba bañando en la tina, esta vez tuvo un poco más de privacidad al pedirle a Adara que la dejara bañar sola, con silencio en aquella habitación, escuchaba a la loba desde adentro.

Siempre que pasaba paraba un rato en el baño, se detenía y se iba.

Analizó la habitación relajándose en el agua, no había manera de escapar, solo había una ventana la cual le podría llevar a la muerte, pelear la mararia.

Tal vez, igual que en su sueño.

Escuchó la puerta golpear tres veces.

Supo que era la loba, terminó de enjuagarse y salió del baño, su cabello estaba recogido y su cuerpo era tapado por una toalla, su figura se cubría bien.

Las gotas de agua que bajaban de sus piernas dejaban pequeños charcos de agua los cuales contrarrestan las huellas de agua.

Adara tenía en sus manos tres vestidos, no comentó nada y sólo la obligó a ponerlos.

El primero era un vestido violeta con un cuello asimétrico y una gran falda que tenía abertura en la pierna, la cual no era tan notable.

La segunda opción era un vestido blanco con escote y con bordado en el pecho en "V".

La tercera y última opción fue un vestido pegado al cuerpo con cuello cuadrado y mangas largas, entre las tres opciones, la mejor era la segunda.

Cepillaba su cabello, rociando con perdime su cuello, el cual su olor era similar al de los pinos, agregó algo de colorante carmesí en sus labios

Adara acomodó las últimas cosas en su vestimenta, planchando con la mano el vestido.

Retrocedió para ver el resultado final.

—Te ves hermosa —dijo con una sonrisa en los labios

Sus colmillos fueron visibles y eso la dejó pensando bastante, no tenía una buena cara y eso produjo duda en Adara, la cual no quería llamar.

Pegó sus manos y se fijó en el reloj, estaban a tiempo para ver al alfa y eso harían.

La tomó del brazo, saliendo de la habitación.

Mientras caminaban, su rostro se giraba observando las paredes, las ventanas y los pequeños detalles hechos de oro de aquel hermoso castillo.

Se sentía parte de la realeza, como si estuviera caminando por los pasillos del palacio de Buckingham, nunca se imaginó ver eso en su vida.

«El alfa tiene gustos muy particulares, lo lujoso del palacio, los detalles, todo, pero... entre tantos lujos, ¿que hice yo para merecer esto? ¿Qué es lo que quiere?»

Pararon en frente de una puerta blanca con chapas de oro.

—Espera aquí —dijo Adara y ella asintió con la cabeza

Entró a la habitación, cerrando aquella puerta, estando sola en el pasillo, sus ojos se posicionaron en un marco dorado, tenía curiosidad por saber que había allí y dejando que la duda la consumiera se dirigió a esa estructura dorada.

Sus ojos se posicionaron en la enorme pintura que estaba pegada en la pared.

Era un hombre con cabello dorado un poco más opaco que el del alfa, ojos azules, piel blanca, y un cuerpo fornido. A su lado había un lobo blanco con ojos rojos el cual miraba fijamente a la persona, el fondo era completamente oscuro, apenas y traía la mayor cosa.

Bajo su mirada y leyó que decía la pintura

—"Nunca dejen que la belleza de la manada se pierda, si ustedes caen, la manada caerá con ustedes" Theon el grande —. Aquellas palabras estaban escritas con letra entendible y su nombre resaltaba en cursiva

Volvió a observar el cuadro, analizando la expresión seria del alfa.

Adara abrió la puerta para que ella entrara y al darse cuenta que no estaba giro su rostro un par de veces hasta observar su figura en la parte derecha del callejón, respiro profundo y fue hacia ella.

Violet estaba tan concentrada que no sintió el fuerte agarre de Adara, que luego de que su brazo fue tomado la mirada de la loba se posó en ella como una espina.

—No deberías estar aquí, vamos —la guío fuertemente a esa habitación y algo en su ser le decía que no era buena idea entrar

No quería pasar la puerta, pero una vez dentro la puerta fue cerrada por Adara.

El alfa al verla tenía una sonrisa en sus labios al notar el miedo que sentía, no podía evitarlo u ocultarlo, no le era fácil, su corazón latía a mil, sus piernas temblaban como fideos.

Él se acercó y mientras daba pasos su cuerpo se inmovilizó por completo; sus ojos grises se posaron en los suyos y a través de su color podía observar su reflejo.

—No tengas miedo, no pienso hacerte daño —dijo y su voz sonaba segura, serena y tranquila

No hubo respuesta, solo un ligero chillido que se escapó de sus labios, él rió y tomándola de la espalda trato de guiarla a su asiento.

—¿Por qué me trajo a un lugar distinto al mío? ¿por qué mató a mi familia? —inquirió y sus preguntas le quitaron la sonrisa que tenía

—Sí quieres que responda tus inquietudes, debes sentarte, tenemos mucho de qué hablar —exclamó y ante esas palabras siguió hasta el escritorio

Donde se sentó en la silla y le hizo una mirada determinante al alfa

Una mirada seria y llena de superioridad, sin sentimientos de intermedio, una mirada que su padre llamaba, "la mirada de la luna"

Él se acercó y se sentó en su escritorio, pegó sus manos y las descansó sobre la mesa de madera fina.

—Por cuál pregunta quieres iniciar

—Por la primera, ¿Por qué me trajo? —repitió la pregunta

—Para protegerte —Respondió y alzando una ceja demostró su confusión

—¿protegerme, de qué?

—De un alfa que desea matarte para atacarme y destruirme a mí y a mi pueblo —contestó

—¿Qué tengo que ver yo en todo esto? Soy una humana y ustedes son hombres lobo, ¿no son acaso más poderosos que humanos? —cruzó sus brazos, haciendo mala cara

—¿Quieres escuchar toda la historia? —inquirió con una sonrisa inquietante

—Sí, de principio a fin —respondió

—Sí, de principio a fin —respondió

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Una maldición de sangre y dolor Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora