XXIII

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Invierno


En el balcón de su habitación, observando con posición y superioridad al ambiente y la pequeña cantidad de lobos que la observaban.

Distrajo su mirada en los guardias que trabajaban duro para alcanzar los deseos del alfa.

Unos brazos rodearon su cintura pegando su cuerpo contra el de una loba más pequeña que ella, la cabeza de Artemis se recostó en su hombro mientras una gran sonrisa se dibujaba en sus labios.

Estaba llena de alegría, de una felicidad contagiosa, que hizo que la reina sonriera.

—Te ves muy feliz, ¿Qué te tiene tan contenta? —preguntó Dione acariciando la mano de su hermana

—Nada, solo que soñé algo que me tiene inquieta, ansiosa y curiosa —contestó

—¿Qué soñaste? —inquirió alejándose de su agarre y sobando sus hombros

—Que estabas embarazada —mencionó con una sonrisa y un tono de voz suave

Dione abrió sus ojos, no podía creer lo que escuchaba de Artemis y al igual que en el mundo humano, la tierra de los lobos también tenía sus teorías sobre los sueños.

Dione se quedó analizando lo dicho por Artemis pues su cara de sorpresa fue más que evidente, un escalofrío pasó por su espalda y su corazón latió con fuerza

—Artemis tienes sueños muy locos —Dione soltó una risa nerviosa

—¿No crees que el alfa te embarace?

Soltó a su hermana, la giro viéndola a los ojos.

—No creo que piense eso —dijo con duda

—Dione, es enserio, eres la reina y la ley estipula que ustedes dos deben tener un hijo, de hecho, debieron haberlo hecho desde que consumaron el matrimonio, aun no entiendo por qué no has quedado embarazada. ¿crees que él no tiene semillas? —preguntó Artemis cruzando los brazos con su ceño tenso

—¡Artemis! ¡Eso no es digno de decir! —regañó

—¿Entonces qué otra explicación encuentras? No creo que tú seas estéril, porque ya has quedado encin... —antes de poder continuar Dione la fulmino con la mirada provocando que tragará en seco

—No hablemos más del tema, si me disculpas iré a ver a mi esposo —contestó formalmente y antes de poder irse la voz de Artemis a sus espaldas la detuvo

—Él no está, tengo entendido que salió a la manada con la humana que secuestro —declaró y Dione se acercó a ella —¿No lo sabías?

La reina giró su rostro y su ceño estaba ligeramente doblado, apretó sus dientes junto con sus puños mientras observaba a su hermana con enojo.

Artemis mantenía una postura firme ante ella, era la reina, pero también su hermana y estaría dispuesta hacer cualquier cosa por verla sonreír.

Esa mirada la conocía a la perfección, ese enojo y supo en ese momento que algo estaba planeando.

Esa mirada la conocía a la perfección, ese enojo y supo en ese momento que algo estaba planeando

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Una maldición de sangre y dolor Where stories live. Discover now