XXVIII

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Concubina

—Así que eso fue lo que pasó —Duncan sentado en la cama de Violet analizaba lo que la humana le acababa de decir

—Sí, me odia, pero no entiendo porque —contestó desde el tocador, donde cepillaba su cabello mojado después de darse una ducha

Aún no supera lo que acababa de pasar, no entendía cómo pudo haber pasado y eso la llenó de duda.

Era albina, tanto como la diosa luna.

—Castigaré a Artemis por lo que hizo, puedes estar tranquila nadie volverá a hacerte daño —Duncan se acercó, tomó su mentón girando su rostro para verla —no puedo creer, que aún con el cabello blanco como la nieve te veas tan hermosa

Sus mejillas tomaron un leve sonrojo, todo su cuerpo se paralizó perdiéndose en la belleza lobuna del alfa.

Él estaba seguro que había logrado algo con la mujer por lo que se apoderó de su espacio personal, tratando de besarla, pero Violet lo detuvo a último momento empujándolo.

—Espere, esto no está bien, usted es casado —recalco ahora la peliblanca

—Ya te mencioné que quiero que seas mi concubina ¿verdad?

—Lo siento no me interesa, ves esto —señalo su cabello —esto mi querido alfa es lo que causó tu cuñada, y eso que es Artemis no imagino lo que puede llegar a pasar con la reina —contestó con voz fuerte

—Si eres mi concubina ellas jamás te tocarían porque se enfrentarían a mí —dijo Duncan

—Sí soy tu concubina me ira peor —volvió a negarse

No quería ser la amante de un alfa, ella era humana y él un hombre lobo.

Un ser superior que ella y su manera de actuar no la convencía, además pelear con una mujer lobo por un hombre no le interesaba

Se imaginaba a ella misma peleando por un monarca tal cual novela, por ejemplo “El Sultán”, su fiel concubina Hürrem y su esposa peleando por un calvo.

No quería eso, Duncan era atractivo incluso para llamar su atención con sus gustos exigentes.

Pero no lo quería, no sentía amor por él.

Además en la situación en la que estaba sería de alguna manera el síndrome de Estocolmo.

Estaba de alguna manera secuestrada con dos mujeres a sus espaldas y un hombre que deseaba a mil tenerla, sometida bajo un techo que parecían los colmillos de un lobo

—Puedo protegerte de Dione y Artemis

—Insisto alfa, no quiero, podrás protegerme pero tengo otros planes y creo que puedo defenderme sola de las garras de tu mujer y tu cuñada. Piénsalo si soy tu amante esas mujeres me mataran así que no, gracias por tu oferta, pero no —contestó Violet levantándose y dejando el cepillo en su tocador

El alfa la siguió por la espalda tomando su cintura y pegándola contra su cuerpo.

Se acercó a su oído

—Violet, si llegas a ser mi concubina haré cualquier cosa por ti. Aparte de protegerte me encargaré de hacerte feliz, estoy seguro que no me tienes un buen concepto, pero déjame demostrarte de lo que es capaz de hacer un hombre lobo —los ojos grises de Duncan cambiaron, su tono de voz fue profundo y su agarre fue protector

Trago en seco imaginando todo lo que pasaría si seguirán así y tomando fuerza separó a Duncan empujándolo con fuerza.

—Vuelvo a insistir, no quiero —frunció el ceño mostrando un brillo en ellos un poco rojizo

Una maldición de sangre y dolor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora