XX

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Humanos


El viento sopló fuerte, las nubes se estaban juntado con el gris referente a la aproximación de una tormenta, los relámpagos se hacían fuertes y pronto toda la manada se llenó de un frío abrumador.

Las gotas de agua no esperaron a propagarse, golpeando con fuerza el cristal de la ventana.

Cerró sus ojos, tomó las cortinas y las cerró, salió de la habitación distrayéndose en los pasillos interminables del castillo, que más que eso fue una mansión fría, los lujos no eran nada comparado con el ambiente que transmitía.

—Para tener dinero este lugar es tan solitario que cualquiera podría robarse estas cosas —hizo la alusión a un jarrón de oro y piedras preciosas que tenía una pintura

—¡Señorita Violet! —dos sirvientas se acercaron alegres a ella

—Hola

—¡Qué alegría verla! Hace dos semanas no la veo

—Sí… pasó un tiempo

Esas dos semanas fueron horribles, dedicaba mucho tiempo a estudiar. Después de salir a cazar con el alfa y casi escapar, él le puso un castigo.

Debía estudiar y esforzarse el doble si quería volver a salir.

Por eso estaba siendo una buena niña y estaba buscando entre el mapa de la manada las fronteras por las cuales escapar, pero ninguna parecía favorable.

Todas eran un peligro, todas menos una.

«He estado ideando un plan para poder escapar, la única frontera que tengo es la que Duncan me prohibió cruzar, pero no importa es la más cerca y es mi mejor opción» pensó mientras las lobas que tenía enfrente le mostraban postres que ellas harían.

—¿Entonces cuál prefiere? Turrón croquant o Cannoli tean —ofreció una mostrando un dibujo de los postres en un cuaderno de recetas

—Cannoli tean —contestó con amabilidad

Ellas sonrieron, se despidieron y la dejaron a mitad del pasillo.

Siguió caminando a donde la llevarán sus pies, se encontró con interminables habitaciones, bajó hasta las mazmorras, subió hasta la biblioteca, terminó en una habitación dorada donde la más pura decoración era de diamante.

Estaba tan aburrida de caminar, que se terminó topando con una escalera subterránea que parecía un sótano, escucho algunas voces y ruidos extraños.

Bajo las escaleras pegando su oído a la puerta, escuchando las voces femeninas de unas lobas las cuales no conocían.

Una hablaba dulcemente, la otra era brusca

Tomó la perilla de la puerta dudando en entrar y encontrarse con algo que debía, no estaba segura que era ese sentimiento de miedo.

Todos allí la conocían, había hecho algunos amigos y no la trataban como un bicho raro, aunque algunos se veían incómodos con su presencia.

Pero quería mostrar una diferencia y como se había perdido y no había podido encontrar a alguien tenía que hacerlo.

Deslizó la perilla despacio, abrió la puerta  empujándola y entrando para encontrarse con dos lobas bebiendo chocolate.

El olor penetra en la habitación y el dulce aroma la envuelven, ellas conversan tranquilas, ignorando todo acto de presencia que no se tratara de ellas.

—Hola —su suave voz  llamó la atención de las lobas, quedando atónitas con su presencia —¿Le importa si las acompaño? —inquirió

Ellas giraron sus cabezas, estudiando la.

Una maldición de sangre y dolor Onde as histórias ganham vida. Descobre agora