1. Lorchpey

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Narra Lheyra:

Increíble.

Esa es la palabra adecuada para describir a Lorchpey. O aterrador, un perfecto sinónimo de este pueblo.

Las casas son todas iguales, como estructuras que fueron acordadas para ser exactamente iguales, a diferencia de algunas pocas casas que resaltaban entre la multitud. 

Veo a través de la ventana del auto una gran mansión que destaca, e incluso hace parecer que las demás casas se agrupan a su alrededor, como plebes admirando a la realeza.

Demasiada imaginación, son simples casas.

El auto se detiene y tras la señal del amable chofer bajo de su vehículo no sin antes pagarle. Me despido del anciano con un simple asentimiento mientras lo veo partir en la lejanía.

—Al fin—Murmuro estirando mis piernas.

Aún sigo sin poder creer que Lorchpey este a 8 horas en auto de la ciudad màs cercana.

Observo la casa frente a mi idéntica a todas las demás siendo claramente opacada por la gran mansión al lado.

Camino hasta la puerta, detallando en el número de esta, pues con todas las casas tan parecidas no vaya a ser que entre en la equivocada...

Me adentro en la casa, con una amplia sala me da la bienvenida e incluso desde la puerta veo la barra de la cocina de una cerámica tan blanca como la nieve. Pero ignoro los adornos y detalles del lugar pues mis ojos van directo a las escaleras. Y como una niña emocionada por su nueva habitación, subo las escaleras de dos en dos, aún sabiendo que no tengo ningún hermano con el cual tener que discutir por cual será mi habitación.

Un pequeño pasillo en la parte superior da el ingreso a tres habitaciones, y sonrío al ver que mis padres recordaron mi única petición: una puerta blanca con detalles dorados. Entro sin dudarlo dos veces.

Es una habitación simple pero bonita; un escritorio una cama frente a la ventana y un armario. Y claro la parte más importante, un gigantesco espejo en la pared.

Observo las maletas en una esquina del cuarto y agradezco que la mudanza la hayan hecho hace unos días, pues con lo pesado que se ve el equipaje seguro hubiera sido un dolor de espaldas cargarlo por la escalera.

Abro las cortinas esperando que el sol de la tarde entre por la ventana, pero nada. Una inmensa sombra cubre mi ventana.

La mansión vecina tapa toda mi visión, dejándome solo ver una ventana que da justo frente a la mía.

—Malditos vecinos millonarios—Insulto al aire, cerrando nuevamente las cortinas.

El sonido de una notificación llama mi atención y agarro el móvil para leer el mensaje: "No podremos ir hoy a la nueva casa. Tenemos una reunión importante en Dubái".

Ruedo los ojos al ver lo predecible que son mis padres. Pero sonrío al instante al saber que tengo la casa para mi sola, y eso solo puede significar dos cosas: paz y música a todo volumen.

Bajo las escaleras con rapidez, y busco con la mirada entre las algunas cajas que aún se conservan sin ordenar sobre el sofá de terciopelo.

Rebusco hasta que por fin encuentro mi tesoro; un parlante gigante que amo con locura.

No demoro en poner música subiendo a todo volumen, mientras el ritmo fluye por mi cuerpo y las palabras —inventadas en su mayoría—salen de mi garganta en un intento de canto ruidoso.

Los minutos pasan y me dedico a ordenar algunas de las cosas que aùn seguìan en las cajas de mudanzas. Coloco el ùltimo cuadro en su lugar pero cuando me doy la vuelta pego un brinco por el susto del intruso.

Un chico con cara de mal humor, me mira de brazos cruzados, y como si fuera su casa se dirije al parlante desconectando la música de golpe.

—¿Pero qué?

—Esta música es un asco—Acusa con total seriedad.

Lo observo indignada, pero esa indignación se esfuma de mi ser, cuando lo detallo.

Joder ¿Acaso me morí por exceso de buena música?

En todo caso te mataron por gritona.

Porque mierda, parece que estoy en el cielo. O màs bien en el infierno, porque la belleza que maneja el pelinegro es digna de un demonio.

Viste completamente de negro a juego de su cabello que parece ser sedoso, lo suficiente para que desee a travesar sus mechones entre mis dedos.

Su piel clara destaca en él, aun teniendo un leve color bronceado, su mandíbula marcada y sus facciones tan perfectas, me provocan pensar que el ser frente a mi no pertenece a este mundo.

Sus ojos de un azul penetrantes son lo que màs resaltan en él, causando un aire intimidante que grita "Peligro" en el lenguaje màs claro y alto posible. Tan alto como él que seguro me saca bastantes centímetros. Joder, es un completo adonis.

Un momento ¿Acaso acaba de ofender mi buen gusto musical? 

Eso mismo acaba de hacer.

—¿Qué?—Lo observo como el ser màs raro de este mundo, y aunque podría serlo solo por lo atractivo que es, sigue siendo màs raro por despreciar la buena música—¿Cómo te atreves? Es la mejor canción.

¿En serio? Un extraño entro a tu casa ¿y solo te preocupa defender lo buena música?

Pues claro, prioridades son prioridades.

El intruso no dice nada y solo blanquea los ojos, mientras comienza a salir de la casa.

—Espera—Lo detengo—¿Cómo entraste?

—Pasando por la puerta—Dice con obviedad—Estaba abierta, toque la puerta pero veo que ya se te han roto los tímpanos con esa cosa que escuchas.

Me quedo con la boca abierta viéndolo marcharse. Tampoco es que vaya a perseguir a un desconocido que se metió a mi casa a insultar mi música.

Cierro la puerta no sin antes admirar la espalda bien trabajada del intruso. No vaya a ser màs intrusos vengan a criticar mis gustos.

Pero si son intrusos tan atractivos bien que los esperas de brazos abiertos.

Cállate Conciencia.

O de piernas abiertas.

Vuelvo a subir la música intentando no escuchar la molesta voz de mi cabeza, hasta que decido detenerla. No quiero tener una denuncia el primer día en este pueblo por los vecinos y sus quejas a los ruidos molestos.

Subo a mi habitación y una vez en mi cama, me preparo mentalmente para pasar sola la primera noche en una casa desconocida. Y ni si quiera es una casa moderna, por lo que sè es una de las casas màs antiguas de Lorchpey solo que fue remodelada para camuflarse entre todas las demás.

Espero que las remodelaciones ahuyenten a los fantasmas.

Dudo que se muden, pero al menos que se renueven.

Me cubro bajo las mantas, y por fin pongo en marcha mi plan de mentalización anti-fantasmas. Es decir pasar la noche en maratones de Netflix.

Como si mantenerte despierta toda la noche te ayude a combatir fantasmas.

Es mejor estar despierta para cuando quieran atacarme.

Dudo que puedas defenderte de fantasmas.

Al menos lo intentaré.

Si no te matan de noche, lo harán por la mañana cuando andes como zombis con pelos de bruja.

Deja de arruinar mis planes, Conciencia.

El ruido de una notificación me saca de mis pensamientos, y tomo el móvil mirando le mensaje:

«Mañana tienes clases, ya esta todo programado, tus horarios te los enviarán por la mañana».

Un corto y conciso mensaje típico de mi madre.

Apago el móvil y busco entre las maletas mi laptop, para preparar la maratón de Netflix. Al diablo las clases de mañana.



























Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Where stories live. Discover now