33. Tarjeta roja

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Narra Lheyra:

La tensión se siente en el aire, y no puedo apartar mis ojos del campo, creo que nadie puede, más bien quiere.

No soy fanática de los deportes, pero esto es interesa. Incluso para mí, que no entiendo realmente cuál es el motivo de la rivalidad tan abrupta de ambos cuadros.

La pelota va de un lado a otra la cancha, aún es el primer tiempo, pero el marcador se mantiene cero a cero.

No se escucha si quiera un murmullo, solo los gritos del árbitro, y los jugadores.

Varios jugadores ya han hecho faltas, pero ninguna lo suficientemente grave para ser expulsados.

Cuando creo que esto va a ser un ping pong, entre los equipos, que al parecer están tan empatados que no logran hacer un gol, un pelotazo resuena por la cancha.

Y el ruido del cuerpo del árbitro chocando contra el césped, hace que una ola de “Oh" se expande por las gradas.

El árbitro, a quién le acaban de dar un golpe con la pelota en la cara, permanece inconsciente en el suelo, hasta que varias personas lo rodean, deteniendo completamente el partido.

—Seguro que fue intencional—Asegura un muchacho de unos bancos más atrás—Los rojos saben que no pueden ganar a los Kilker.

Los minutos pasan, y aunque el árbitro finalmente se levanta, sale aferrado a los hombros de dos hombres, mientras que parece mareado.

Fue un golpe demasiado fuerte, me sorprende que no tenga sangre o algo más grave.

—¿Y ahora que van a hacer?—Pregunta Lizz—No hay árbitro.

No se hace esperar el abucheo de la gente, cuando los jugadores salen del campo, pero cuando creo que todo termino, una voz sale por los parlantes.

—¿Algún árbitro en las gradas, porfavor? Algún voluntario o deberemos posponer el partido—Informa la voz del relatador el partido.

Silencio. Nadie responde, aunque todos parecen estar expectantes esperando algún árbitro.

—¡YO!

Markus se pone de pie, avanzando hacia la cancha, mientras jala de mi mano, obligándome a seguirlo.

Lizz nos echa una mirada interrogante, aunque mi rostro también refleja la misma duda.

El que supongo es el encargado de dirigir el partido, nos hace entrar a mi, y a Kus a la cancha.

—¿Quién de ustedes es el árbitro?—Cuestiona, aunque por su rostro es obvio que no nos toma en serio.

—Yo—Kus saca de la funda de su celular un certificado que comprueba que es árbitro.

Y mi mente parece recordar, cuando en medio de una plática, mencionó que era Juez. Que había tomado un curso como Juez de fútbol.

No sé si sea lo mismo, pero al hombre frente a nosotros no parece importarle, asiente, y se gira a dar una señal.

—¡Muy bien señoras y señores! ¡Hemos conseguido un árbitro, se sigue el juego!—Comunican por los altavoces.

Me quedo parada a un lado de la cancha, notando como todos los jugadores que antes parecían hormigas ahora lucen gigantes.

Markus toma el silbato con toda confianza, y da retorno al partido. La pelota vuela en los aires, de un lado a otro, mientras veo pasar a los jugadores detrás del balón.

No entiendo mucho de fútbol, pero parece que realmente está reñido.

El silbato suena, e inmediatamente una queja plural se extiende por las gradas, pero esto no parece importarle a Markus cuando saca tarjeta roja hacia uno de los jugadores, que irónicamente es del equipo rojo.

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora