42. La extraño

643 54 1
                                    

Narra Lheyra:

Freno el auto, sintiendo una lágrima caer por mi mejilla. El dolor se mezcla con la ira, y en un impulso, golpeó el volante como si eso, pudiera aminorar los recuerdos.

Bajo del vehículo, sintiendo la brisa nocturna revolver mi pelo. Abrazo mi propio cuerpo mirando los majestuosos árboles frente a mi.

Doy un paso hacia el bosque, y el silbido del viento hace que me decida a entrar.

Corro, como si eso fuera a evitar que algo hubiera sucedido. Las ramas golpean contra mi, rasgando mi piel, pero no me importa.

No cuando la angustia que siento dentro de mi, es un dolor más severo que cualquier rasguño.

Mi vista está borrosa, pero conozco este lugar de memoria, no hace falta mirar los árboles con leves marcas, sé que este es el camino.

La casa de mi abuela se presenta frente a mis ojos, pero sigo, porque no es aquí donde quiero estar.

Sigo el sendero, que al paso del tiempo se ha borrado, y el saber que nadie ha cruzado este camino en mucho tiempo, hace que una flecha de culpa cruce mi pecho.

Aparto las ramas de mi rostro, escuchando a lo lejos el ruido de el río correr, libre de la contaminación del pueblo.

Me detengo cuando las plantas a mis pies empiezan a ser más espesas, y aunque la luz de la luna es lo único que evade la oscuridad, logro distinguir las sagebrush.

Su planta favorita.

Caigo de rodillas, al ver el tridente de madera clavado en la tierra. Las rosas negras rodean el símbolo, haciéndolo ver aún más significativo.

Sonrío al recordar las palabras de mi abuela, meses antes de morir.

Flashback:

—¿Por qué todas son iguales abue?—Pregunte señalando las repetidas tumbas del cementerio.

Todas con una cruz sobresaliendo del suelo.

Sus arrugas se hicieron más notorias al sonreír, era una sonrisa amable, y dulce, como todo ella lo era.

—Tiene un significado, para todos ellos—Explico en un tono comprensivo.

—Es aburrido, todo tienen eso igual—Arrugue el ceño, habiendo tantas figuras ¿Por qué no poner una estrella, o un corazón?—¿Yo puedo tener otra figura cuando muera?

Sonrío, riendo suavemente de mis ideas.

—Claro—Acaricio mi cabello, empujando levemente mi espalda para que continuará caminando.

—¿A ti, abue? ¿También te representa la cruz?

Se detuvo un momento, mirándome curiosa.

—No, no lo hace Lheyra. En mi tumba habrá un tridente, el río correrá por detrás y las sagedbrush rodearán mi descanso.

Ahora era yo, quien la miraba con curiosidad.

—¿Un tridente? ¿Por qué?

—Hay tres pilares que me mantienen con vida—Sonrío mirando con nostalgia el cielo—Tu madre, tú y....—Se corto así misma, para centrar sus ojos en los míos.

—¿Haz pensado mucho en...—Baje el volumen de mi voz—...la muerte?

Mi abuela soltó una breve risa, mirándome con el cariño maternal, que ella siempre me daba.

—Claro. La muerte no es algo prohibido, Lheyra, y cada día está más cerca de la mía, falta poco para que me vaya.

—¿Para que te vayas?—Repetí con ingenuidad, cuando un puchero se formó en mis labios.

—Moriré, cariño, pero no debes estar triste.

—Me dejarás—Murmure con un nudo en mi garganta.

—Te dejaré lo más valioso que tengo.

—Yo te quiero a ti, abue.

Fin del flashback.

Una lágrima corre libremente por mi mejilla, mis rodillas se clavan en la tierra, cuando mis dedos rozan el tridente.

Pude haber venido antes a visitarla, pero no lo hice. Limpio mis lágrimas con rabia. No quería venir, no cuando siento la culpa latente aún.

De repente, un ruido detrás de mi, hace que voltee rápidamente.

—¿Qué hacen aquí?—Me levanto, enfrentandolos.

No dicen nada. Pero es Lukaw el primero en acercarse a mi, limpiando una lágrima que desciende de mis ojos.

—¿Por qué...?—No me deja hablar, su dedo se posa en mi labio, silenciandome.

Siento los brazos de Nizaw abrazarme por detrás, y pronto, no sé cómo, estamos de rodillas. Los tres me abrazan, y me siento protegida.

No tengo fuerzas para refutar, para exigir que me dejen de abrazar. Porque una parte de mi, no quiere que eso suceda. Y quizás, solo quiera sentirme protegida, como hace tanto he dejado de sentirme.

Me quiebro entre sus brazos, y el llanto se hace incontrolable. Pero a ninguno parece molestarle.

No entiendo. No entiendo porque están aquí, porque me abrazan y me consuelan. Pero, tal vez, tampoco quiera entenderlo, solo quedarme aquí hasta que el dolor se detenga.

La extraño. Extraño tanto a mi abuela.

(....)

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Where stories live. Discover now