88. Tres mentiras

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Narra Lheyra:

Mi cabeza da vueltas. Y siento que me tambaleó con cada escalón que subo, apenas logro sentir la voz de Lizz siguiéndome, aunque perfectamente le dije que no lo hiciera.

La fiesta sigue. La música sigue. Al igual que la amenaza que Kendo envío con Jacobo.

-Vuelve abajo-Le pido, tomándola por los hombros, su expresión confusa hace que desee explicarle que sucede, pero no puedo-Iré a ver a los Skillek, y vuelvo, encárgate que no destruyan la casa ¿si? Porfa.

Ella sonríe, sus cejas se alzan con picardía y aunque sé que lo que pasa por su cabeza está lejos de ser la realidad, no confieso la verdad.

-Buena suerte, chica-Me guiña el ojo, antes de volver a la sala.

Termino de subir las escaleras, y aunque la música de abajo aún llega hasta aquí, siento como un vacío.

Un mal presentimiento.

No hay nadie más aquí, a expresión del moreno que sale de las sombras con una sonrisa triunfadora.

-Así que aún tienes algo de inteligencia. Bien-Asiente para si mismo, y ni se molesta en mirarme cuando se voltea hacia mi habitación.

Entra, totalmente seguro de que lo estoy siguiendo; lo hago, aferrandome disimuladamente a la pared cuando siento que la pieza comienza a dar vueltas.

Jodido alcohol.

Cierra la puerta detrás de mi, y me tenso esperando lo peor. Veo como sonríe ante mi reacción, pero niega, como si eso fuera suficiente para calmarme.

-¿Dónde están?

-¿Quienes?-Se gira ignorando lo alerta que está mi cuerpo en su presencia, y comienza a buscar en una mochila sobre mi cama.

No es mi mochila, y tampoco fui yo quien la dejo ahí.

-Ya sabes quiénes-Comento sintiendo un ligero fastidio ante la demora.

Sé que no están aquí, Kendo es lo suficientemente astuto para saber que si los retiene aquí, no llegara muy lejos con todo esto.

Aunque ni siquiera sé que es todo esto.

-¿Tus noviecitos? Oh, están con mi jefe-Menciona tranquilamente, y estoy apunto de decir algo cuando mis palabras se atoran en mi garganta-Acercate-Pide, no es una sugerencia, y aunque lo sé, me rehusó a obedecerlo.

Sostiene una jeringa cargada en su mano, mientras observa distraídamente la aguja.

-¿Qué vas a hacer?-Murmuro, y odio instantáneamente la duda en mis palabras.

Me va a drogar, y aunque mi mente pide a gritos que corra, que me esconda o que me proteja, una parte de mi, sigue lo suficientemente conciente para saber que no sirviria de nada.

Me trompezaria antes de correr lejos.

-Solo dormirás un rato, nada de que preocuparse-Tararea, golpeando levemente la aguja con su dedo.

Trago saliva, sintiendo mi cuerpo paralizado y mis músculos cada vez más tensos con cada paso que da.

Agarra sin cuidado mi pelo, dejando mi cuello expuesto, y me mira, sonriendo, antes de pincharme.

Pestañeo, sintiendo la droga hacer efecto, pero a medida que los minutos pasan, la impaciencia cubre su rostro.

-Dios, se supone que ya deberías haberte desmayado-Bufa, y antes de que pueda razonar sus movimientos cubre mi boca y nariz, aficciandome.

Mis ojos se cierran cuando el oxígeno se agota, y veo pequeños puntos negros, mientras siento mi garganta arder con el grito ahogado en su mano.

La música comienza a oírse cada vez más lejana, y mi cuerpo pierde fuerzas hasta que no siento nada.

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Where stories live. Discover now