34. No los conoces

628 48 0
                                    

Narra Lheyra:

Uno a cero. Así va el partido. Y lastimosamente van ganando los Rojos.

Estúpidos engreídos.

Pensé que los de Lorchpey eran los engreídos.

Qué anime a los Kilker no significa que vaya a olvidar lo engreído que son, sobretodo su capitán.

—Lheyra—La voz de agitada de Lizz hace que me volte, hasta verla apoyada contra la reja que limita la cancha.

Me acerco a ella. Que me dirige una de esas miradas que gritan “¿Acaso estás demente?”, creo que ya me estoy acostumbrando a esas miradas.

Mi atención se desvía un momento hacia Markus, que ahora me rodea con total confianza en la cancha, arbitrando como si fuese un profesional.

—¿Pasa algo?—Pregunto hacia la rubia.

—¡¿Qué si pasa algo?! ¡Acabas de golpear a Henrry!

Oh, con que ese era el famoso, Henrry.

—Es un imbécil, no sabe perder.

Aunque al parecer van ganando.

Porque no validaron esa tarjeta roja, era una falta evidente.

—Lo sé, es un idiota, pero no puedes golpear a todos los idiotas.

Finjo pensarlo por un momento, hasta que vuelvo a hablar.

—Mmm...Yo creo que sí.

Entonces también golpearias a Markus.

Es un imbécil, pero un imbécil amigable, si tienen que golpearlo, deberían ser todas esas chicas que lleva a la cama y luego olvida, no yo, ni mucho menos ese idiota de "Henrry".

Disfruta de su soltería, y explora su vida sexual, no hay mal en eso.

En eso estás en lo correcto.

—Bien, no puedes golpear a todos los imbéciles, que sean peligrosos.

—¿Peligroso, por qué?

—No lo sé, pero es alguien con quién no debes meterte, si los hermanos Skillek mantienen su distancia con él, es por algo, y no creo querer saber porque.

—Pues yo sí quiero saber.

—La curiosidad va a matarte.

—Y la necesidad de chisme, va a resucitareme—Menciono, tirándole un guiño.

—No lo estás tomando en serio—Se queja.

—No, no lo hago, pero seguramente ya no lo vuelva a ver, así que sumarme a la lista de un imbécil más, al que no le agrado, no es gran cosa.

Suelta un resoplido, y parece desistir de la idea de convencerme, así que cambia de tema rápidamente.

—¿Vas a ir a la fiesta?

Olvidaba que después de cada partido hay una fiesta.

—Supongo que sí—Sonrío, antes de que ambas nos giremos hacia la cancha, cuando el grito del público festejando inunda el ambiente.

Los Kilker festejan entre ellos, con palmadas en la espalda y rodeando a su capitán qué, a diferencia del resto no parece complacido.

Seguramente no se conforma con empatar.

El partido continua, ahora observo a los jugadores que se volvieron hormigas desde las gradas, junto a la rubia mientras Kus sigue arbitrando.

Varias veces me encuentro a mi misma bostezando, parece que el público en general a perdido el interés. Incluso Lizz que mira atentamente su móvil, inmersa en su mundo.

Por un momento, cruza por mi mente la existencia de Paul.

Ya te habías olvidado del pobre.

¿Qué puedo decir? Olvidó rápido.

—Oye Lizz ¿Qué ha pasado con Paul?

Su vista se levanta inmediatamente clavándose en mi, y no me pasa desapercibido el rubor que adquieren sus mejillas.

—¿Eh? ¿Con Paul?

—Si. Con Paul—Enarco una ceja, ahora más intrigada en su respuesta.

Se acerca a mi, creando un ambiente de confidencialidad antes de susurrar a mi oido.

—Se fue a New York.

La sorpresa es notoria en mi rostro, y frunzo las cejas al no entender ¿Así? ¿tan fácil? Tenía amenaza de muerte y solo se fue.

¿Qué esperabas que hiciera? ¿Qué luchará con espadas por su vida?

No lo sé. Pero no pensé que fuera tan fácil. Solo huyó, y ya está.

—¿Está bien?—Indago, sin saber que decir—¿Estás bien, tú?

—Él está bien, tiene familia en Estados Unidos, así que supongo que estará con su familia—Dice, jugando con un mechón rubio entre sus dedos, baja la cabeza apartando la mirada antes de hablar—Yo...lo extraño—Admite—Pero sigue vivo, y estoy feliz que este seguro.

—Pero tú no lo estás, no sé cómo funciona esto—Señalo a nuestro alrededor no muy segura de lo que es esto—Pero en todos los libros de mafia que leí, las amenazas pasan a la familia, cuando alguien huye cobardemente.

Buena fuente de información, Lheyra; una novela de mafiosos.

El silencio se forma entre nosotras dos, solo siendo interrumpido por el partido de fondo.

Un suspiro sale de su garganta, antes de apoyar su cabeza sobre mi hombro, como si la realidad golpearía su cuerpo.

—Lo sé, y temo por papá, pero...—Deja la frase al aire, incapaz de completarla.

—¿Y por ti?

—No, no temo por mi—Su voz se quiebra, aunque hace lo posible porque no se note—A veces creo que me lo merezco—Susurra—¿sabes? Fui yo quién se metió en esto, y arrastre a Paul conmigo, soy yo quien tiene que pagar por esto.

—No mereces esto, Lizz—Aseguro, dándole un medio abrazo—Nadie merece despertar con miedo a morir.

—No me han matado—Murmura con un apice de broma—Tal vez no sea lo que esperaban.

—Quizás se han encariñado contigo—Sonrío, aún sin saber cuál es la relación que mantiene con ellos.

Ni si quiera hace falta nombrarlos para saber de quién hablamos. De esos tres hermanos, rodeados de un aire tenebroso, y misterioso que grita ser descubierto.

Son como un imán para gente curiosa.

Eso explicaría mucho, para alguien  como tú qué eres gobernada por la curiosidad.

De repente, Lizz se aparta de mi hombro, mirándome con una mezcla de horror, y confusión, como si no pudiese creer lo que acaba de oír.

—No sabes lo que dices—Su voz dulce ahora suena agría, sin una pizca de amabilidad—Son monstruos Lheyra, no los conoces. Todavía no has visto de lo que son capaz; ellos no tienen sentimientos, no se encariñan con nadie.

Me quedo en silencio, incapaz de decir alguna palabra, solo con el recuerdo mudo que azota mi mente.

«Hasta los monstruos tienen sentimientos»

(....)




Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Where stories live. Discover now