79. Razón

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Narra Lheyra:

Una semana ha pasado. Una maldita semana desde que...desde que ví por última vez a los hermanos.

Esos.... Joder, la rabia hierve en mi de solo pensar que ellos lo sabían.

Sabían que el socio, era mi tío, sabían que con entregarme se liberaban ellos.

Confíe en ellos, y me entregaron.

Aprieto mis puños, viendo la comida en el plato, la mesa lejos de estar en silencio, está repleta de hombres...socios. Así se hacen llamar.

Su jefe, o bueno, mi tío, permanece serio en la cabecera de la mesa, mientras que los quince invitados elevan sus cervezas en un brindis.

Es extraño. No me siento una prisionera.

No, por el contrario, él me hace sentir como una invitada, y no entiendo ¿Qué pretende con tenerme aquí?

Desvía sus ojos hacia mi, cuando siente mi mirada, y me sonríe levemente hasta que ve mi plato intacto.

—Come, Lehy—Pide.

Es amable, me confunde, e incluso llega a ser muy bromista cuando no estamos en presencia de sus socios.

—No tengo hambre.

—¿Quieres que preparen otra comida?

Niego. Realmente mi apetito ha aminorado desde que estoy aquí.

Ni si quiera sé dónde estoy exactamente, pero el lugar es parecido a un bar privado, por decirlo de alguna manera.

Lo único que nos rodea es campo abierto, no hay árboles no hay bosque, no estamos cerca de Lorchpey.

Él no dice nada, antes de volver a su comida. He notado que se mantiene en silencio cuando está en su puesto de jefe.

—¡Oye, Kendo!—Grita con total confianza un hombre en la puerta, mi tío levanta la mirada—¡Ahí viene el muchacho!

—Dejalo pasar—Ordena logrando que tel silenco reine entre los bochincheros hombres, que en su mayoría ya están bastantes ebrios.

Mi tío, suelta sus cubiertos sobre la mesa e imediatamente todos sueltan sus tenedores, y se alejan de la comida como si fuera fuego.

La puerta se abre, y la luz del día entra repentinamente al lugar sombrío.

Mis ojos no dan crédito a lo que ven, cuando lo veo caminar hacia nosotros.

Él tampoco parece muy contento con verme, y la sorpresa surca su rostro al encontrarse con mi mirada.

Henrry Jacobo.

—Kendo—Fija su mirada en mi tío, mientras peina sus rastras hacia atrás.

—Henrry, te has tardado—Recrimina pero no le da tiempo a hablar cuando me mira—Muchacho, te presento a mi sobrina, Lheyra.

—La conozco señor—Sisea entre dientes forzando una sonrisa.

—¿Se conocen?—La sorpresa rápidamente es reemplazada por alegría.

—Lamentablemente—Murmuro.

Mi tío ignora mis palabras mientras se levanta, palmeando el hombro del moreno.

—Perfecto, entonces me ahorrarán el trabajo—Sonríe, pero su semblante cambia al mirar al moreno—Cuidala—Ordena—Debo irme, Jacobo, pero si le tocas un pelo a mi sobrina—Se acerca a su oído y aunque no puedo escuchar lo que dice, veo como un escalofrío atraviesa el cuerpo de Henrry.

—Lo haré.

Kendo, como se hace llamar, golpea sus palmas y con solo dos aplausos, los quince hombres salen dejando vacío el bar.

Se voltea a verme, y una leve sonrisa aparece, mientras que mi vista no puede evitar desviarse hacia esa espeluznante cicatriz.

—Lheyra, eres mi única sobrina y espero que entiendas que todo esto lo hago por tu bien—Murmura, y aunque Henrry sigue allí, ignora nuestra charla—Volveré pronto.

Y con eso, se retira, dejándome con el rastras.

—¿Así que tú eras la chica que tanto buscabamos?—Pregunta con un tono burlón Jacobo.

—¿Así que tú eras uno de los imbéciles que me buscaban, sin saber mi nombre?—Alzo una ceja, levantándome.

El olor a cerveza, hace que mi estómago de un vuelco, pero no evitó ponerme a la defensiva frente a él.

—Sospeché que eras tú, la sobrina de Kendo—Admite.

—¿Ah sí?—Respondo aunque mi vista se pasea de un lado a otro sobre la mesa.

Mi movimiento no le pasa desapercibido. El único cuchillo a mi alcance, está más cerca de él.

Se mueve por el lugar como si lo conociera desde siempre, y toma una lata sin abrir, llevándose el contenido a su boca.

Aterriza la lata vacía sobre la mesa, y el sonido hace eco por las paredes del bar.

—¿Planeas escapar?

—Lo estoy conciderado, pero creo que tú compañía me hace cambiar de opinión—El sarcasmo desborda en mi tono de voz.

—No soy tonto, Lheyra—Susurra aún con una sonrisa—Sé que los imbéciles de los Skillek vienen para acá. Ahora.

Estaba vez soy yo quien sonríe irónicamente.

—¿Piensas que me iré con ellos?

—Pienso que ellos quieren matarme. Y Kento está seguro que ellos no sacrificarían a su madre por ti.

Me congelo, la duda se siembra en mi mente ¿Su madre? ¿Qué tiene que ver Leticia aquí?

—¿Qué mierda estás diciendo?

—¿No lo sabes?—Alza sus cejas, y el tono arrogante hace que desee matarlo—Ellos tienen un maldito contrato con Kendo—Se encoge de hombros—Todos lo tenemos.

—¿Qué?

—Tu tío, traficá armas y putas—Sus palabras frías no muestran una pizca de emoción, mientras saca una pistola de su pantalón y la hace volar, atrapandola rápidamente—¿Ellos te entregaron, no es así?

Aprieto mis dientes pero no respondo, no cuando escucho su carcajada, y de un impulso me encuentro sosteniendo un tenedor contra su garganta.

—Tranquila muñeca—Ríe—No te entregaron para que fueras puta—Su mirada va a mi cuerpo, y ensancha su sonrisa—Aunque podría pagar una buena suma por ti.

—Habla, carajo—Mi voz suena desesperada, mientras el tenedor se incrusta en su piel.

Podría matarme con solo un disparo, lo sé, pero algo me dice que no lo hará. No por mi, no por él, por mi tío.

—Te entregaron, esos hijos de puta—Remarca la última palabra y los pensamientos inundan mi cerebro.

¿Leticia...?

—Liberaron el contrato de su madre—Explica cuando el shock me deja sin hablar—Ya se le fue el nombre de puta. Una lástima. Esa mujer tiene unos pechos...—Muerde su labio, y doy un paso atrás sintiendo asco al verlo.

Tienen un motivo. No te entregaron solo por dinero....

¿Los estás defendiendo, Conciencia?

Mi corazón late, la idea de que hayan tenido un motivo para entregarme...No. Mierda. No.

Carajo ¿Cómo puedo siquiera pensar en conformarme con eso? Me entregaron, no importa el motivo, lo hicieron, y mi pecho se aprieta de solo saberlo.

¿Es dolor lo que siento? ¿O es la rabia que se escapa de adentro?

Aprieto mis puños soltando el tenedor que produce un ruido seco al golpear contra el suelo.

Mis uñas se clavan en mi piel, y siento la sangre escurrir antes de que la puerta se abra de golpe.

Son ellos.

(....)

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Where stories live. Discover now