48. Heridos

603 46 6
                                    

Narra Lheyra:

-¡Carajo!-Maldigo cuando me quedo sin balas, y me cubro en la misma pared que Kus-¡Al suelo!

Entramos a la primera puerta que podemos arrastrandonos en el proceso. Nuestras respiraciones se oyen acompañando el ruido de los disparos fuera.

Veo el lugar parece un salón de boxeo; sacos colgados al techo, estanterías repletas de guantes de boxeo, muñecos que funcionan como sacos y ropa apropiada para una pelea.

—¡Bingo!—Exclamo corriendo hacia el muñeco que pesa más de lo que creí.

Markus llega hasta mi, y me ayuda a moverlo de lugar, aún con una sola mano.

Logramos poner al muñeco de boxeo, bloqueando la puerta y por fin logro respirar en paz. Aunque no sé cuánto tiempo demoren en derribar la puerta.

—Mierda—Gruñe Kus, apretando su brazo contra su cuerpo.

Me acerco a él, agarrando en el camino una camiseta que supongo se usa en el boxeo.

—Dejame ver eso—Pido, examinando la herida—Tienes suerte, solo te rozo.

—Yo no diría que estar encerrados en un laberinto de psicópatas, sea tener suerte—Ironiza, pero solo lo ignoro concentrándome en su herida.

Rasgo la tela en mis manos, y rápidamente envuelvo su herida, deteniendo así el sangrado. O al menos gran parte.

Markus se sienta dejando su espalda apoyada en la pared, descansando. Pero yo me quedo de pie, no puedo permitirme descansar cuando sé que ambos estamos en peligro.

Realmente lo estamos, y me preocupa. No es un juego, aunque para ellos si lo sea. Manejan a las personas como títeres, tirando de las cuerda hasta hacerlas llegar al límite.

Pero ¿Por qué?

—Lheyra—Murmura Kus manteniendo los ojos cerrados—Me duele demasiado.

—Te rozo una bala, Kus, si no te doliera sería más preocupante.

De repente los disparos cesan, y los ruidos se alejan, me acerco a la puerta, temiendo que algo malo suceda.

Pero, nada. Silencio.

Tengo la tentación de sentarme, y descansar pero aún así me mantengo en la puerta, alerta.

—Descansa, yo haré guardía.

El platino ni si quiera responde y pronto se encuentra roncando. Wow, que envidia, ojalá el sueño me llegará tan fácil.

Los minutos pasan, y el silencio permanece, haciendo que el ruido de en mi cabeza comience a ser insoportable.

La calma hace que sobrepiense, me asusta más la paz, que la bala del cañón en plena guerra.

La paz, siempre podrá ser interrumpida por algo mucho peor. Pero jamás existirá nada peor que la guerra.

Aunque existen muchas guerras.

Y aún así, la guerra más grande es aquella donde no se escucha ningún disparo...

Y solo tú participas de ella....

—¡Shh! Vas a hacer que nos vuelen la cabeza—Oigo en la lejanía el chistido de la rubia.

—¡Eh! A mí no me calles—Se queja la voz que reconozco pertenece a Paul.

Me asomo por la cerradura observando a los tres caminar por el pasillo, discutiendo entre ellos.

—Para mi que ya los mataron—Asegura Paul.

—¡No digas eso, idiota!—Lo golpea la pelirroja.

Hago a un lado el muñeco, y abro la puerta, provocando que todos peguen un brinco asustados.

—¡Lehy! Joder, pensamos que los habían matado—Asegura Lizz corriendo a abrazarme.

Correspondo el abrazo, pero no dura mucho, antes que la rubia mire por sobre mi hombro, la dramática pose de dormir de Kus.

—No,no, no....¿Está...muerto?—Me mira a mi, antes de arrodillarse frente a Markus.

La pelirroja lo sigue, sosteniendo la mano del platinado.

—Si, pero seguro con un beso se despierta—Bromeo, viendo ambas preocupadas por el sueño pesado de mi amigo.

Paul pasa por mi lado cojeando a mirar el interior de la habitación, y su vista se concentra en los guantes.

—¿Eh?—Ambas se miran entre ellas debatiendo mis palabras.

—Tampoco cuesta tanto—Sonríe la pelirroja antes de besar a Markus, quién ni lento ni perezoso le corresponde el beso.

—Para estar a mitad de la muerte, lo toman muy bien—Sisea Paul, mirándolos con desaprobación.

—Si vamos a morir, mueramos contenros—Le responde Lizz, y puedo distinguir un toque de rencord en su voz antes de plantarle un beso a Kus, que lejos de disgustarse, le sigue el beso, sin importarle que acaba de besar a Renia.

—Ojalá dormirme más seguido, y despar así—Ronronea Markus abrazando a ambas.

Renia soneí en grande, acurrucándose al abrazo del platino, pero Lizz más bien tiene los ojos clavados en su hermanastro.

—Bien, tortolos, luego les dejamos en una habitación solo para ustedes, ahora salgamos—Digo, recogiendo del suelo el arma de Kus que solté al llegar.

Al menos espero que a esta le queden algunas balas más.

Los cinco salimos al pasillo, pero ya no corremos, más bien todos parecen agotados, incluyendome.

Aunque es Paul quién se queda más atrás, siendo olímpicamente ignorado por todos.

Y tal vez sea por una razón en concreto; Renia va abrazada a Markus atendiendo lo que sea que le esté diciendo—que conociéndolo, seguro le esté contando como se hizo la herida, quedando como un héroe— Lizz por su lado se adelanta, consumida en su propios pensamientos, aunque son evidentes las miradas de reojo que le echa a Paul.

Y yo, lo único que quiero saber es ¿Qué pasó el momento que nos separamos? Porque antes de los disparos, ninguno de los hermanastros se comportaban así; resentidos.

Me detengo abruptamente al ver escaleras, y la ilusión se plasma en el resto del grupo.

Todos subimos de dos en dos los escalones, a excepción de Paul, claro, que con la herida en la pierna apenas camina.

—Apoyate en mi hombro.

—No necesito de tu ayuda—Dice a regañadientes, pero apenas en el segundo escalón, pierde el equilibrio, viéndose obligado a requerir de mi ayuda.

La decepción es obvia en todos, cuando después de las escaleras, solo nos encontramos un piso igual que el anterior.

Pasillos y más pasillos, puertas y cuadros en esas paredes de piedra, que ya estoy harta de ver.

—Son iguales—Murmura Lizz abriendo la primera puerta.

Es idéntica a la primera habitación que entramos; una mesa familiar con sillas de maderas a los lados.

Creo que en la anterior no había un candelabro.

—¿No hay comida? Muero de hambre—Menciona Kus entrando a la habitación.

Todos entran a la habitación, pero la curiosidad me cuela, cuando veo el famoso cuadro de el último grito, y decido entrar a la habitación de a lado.

Dos camas llenas de polvo, es lo primero que veo, y me sorprende ver una vela prendida sobre una pequeña mesita en medio de las camas.

Suelto un grito ahogado, cuando de repente una música de canción de cuna comienza a sonar.

Me acerco al armario de una madera tan oscura como el roble, y lentamente abro la puerta.

Una pequeña cajita musical sostiene a una bailarina rosada, que lentamente gira acorde a la suave música.

Estiro mi mano con la intención de sostenerla, pero rápidamente me aparto cuando la puerta se cierra en un golpe seco.

Y ahí, frente a mi, a parecer los tres responsables de mi situación.

(....)

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Where stories live. Discover now