Capítulo III - Gavrel

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¿Cómo es posible si teníamos una tregua con los italianos desde hace siglos? ¿Por qué empezar una guerra cuando yo asumí el mando? ¿Por qué no antes, cuando mi padre aún gobernaba? Sé que soy joven, es cierto, al igual que varios. El Don turco solo tiene 34 años, el jefe de la Yakuza 32 años, el narco mexicano 36 años, el narco colombiano 33 años, y el más viejo es el Don de Italia, Castel, con 68 años. El cabrón aún no quiere pasar el mando a su hijo Alessandro, de 35 años. Bueno, a decir verdad, soy el más joven de la mafia con 26, pero eso me importa un carajo.

Mateo está sentado en una esquina junto con Sam, que acaba de llegar, y yo en el medio.

—¿Cuánto va a demorar tu hija, Sam? Tengo cosas que hacer, tengo que acabar con la mafia italiana que quiere ver a toda mi generación muerta. Mataré hasta a sus perros, si es posible.

—Adán tiene razón, Sam. ¿Dónde está tu hija?

Miro a Mateo, que observa detalladamente la entrada con curiosidad, y no me quejo, yo también quiero saber cómo es.

—Ya está aquí, jefe —responde Sam.

—Pues dile que pase.

Sam se levanta y camina hacia la puerta y la abre. Al segundo, le indica a la chica que pase. Mis ojos se abren al ver a la persona que entra, es la misma chica que me vio enojado hace media hora, con ganas de explotar el maldito planeta.

—Buenas noches. Me llamo Valeria Jelena Stolkou. Un placer conocerlo, señor Gavrel. —Su voz es música para mis oídos. Me quedo en silencio observándola, no pareciera que es una asesina.

—Buenas noches —respondo sin quitarle la mirada.

—Ella es mi mejor amiga y la mejor hacker, Sara Santos. A mi izquierda está Christopher Márquez, mi guardaespaldas personal, bueno, solo hasta hoy. Estará a cargo de Xavier de ahora en adelante.

— Es un placer conocerlo, señor. —repiten los dos al mismo tiempo. Algo en ese Márquez no me gusta, pero no sé qué es. Su mirada se encuentra con la mía y nos quedamos mirando fijamente. Se emana el maldito odio, pero al final termina apartando la vista. Bien hecho, sabe a quién le debe respeto.

Cambio mi mirada hacia la pequeña orquídea que tengo al frente. Creo que será mi obsesión.

—A partir de mañana te convertirás en sovetnik de la Bratva, y en mi sombra. Espero que realices el trabajo como tiene que ser —le digo a Valeria, mientras la observo detenidamente y le indico lo que se aproxima. Era muy cierto cómo la describían: piel blanca, cabello negro corto y hermosa como la galaxia.

—Entiendo, señor, y será como usted dice. He sido entrenada desde los 6 años para este momento y no lo defraudaré —me responde Valeria.

—La mafia italiana quiere mi cabeza y la de mi familia. Quieren desaparecer todo el legado Sokolov. Así que dime cómo pretendes proteger nuestras cabezas, y eso incluye la tuya —le digo.

—Mis enemigos son solamente míos y yo me encargo de ellos. Sé cuidarme muy bien. Pero si tengo que dar la vida para que usted esté a salvo, eso haré. Me llevaré a cada maldito italiano al infierno —exclama Valeria.

¡Mierda! Esta niña tiene las espuelas bien puestas y no anda con rodeos. Supe que le dieron muchos dolores de cabeza en la academia los albaneses y que, aun así, no se doblegó. Se decía que estaba protegida por el mismísimo diablo.

—Quiero la ubicación del Don de Italia y una videollamada con su hijo para decirle que si lo que quiere su padre es guerra, es lo que obtendrán de mi parte —le digo a Sara.

—Valeria, no te pido que trates de dar lo mejor de ti, aunque eso sería una ofensa para ti. Si requiero ayuda en cualquier cosa, te la pediré, pero mi batalla la pelearé yo solo. También, si necesito que te ocupes de alguien, te lo diré. Para eso eres mi consejera —le digo a Valeria.

—Los veré mañana a las 7:00 a. m. en mi casa. La información que pedí la quiero lista. Mateo, dale todos los documentos a Sara Santos y dile los datos que quiero saber.

Veo cómo se miran; serán la perdición de ellos mismos. Por lo que veo, la pequeña orquídea se ha dado cuenta también.

—Como ordene, jefe. Nos vemos mañana y estoy seguro de que la señorita aquí presente tendrá la información lista para usted sin falta  —me responde Mateo.

—Pueden retirarse todos. Quiero estar solo y tengo que hacer unas llamadas —les ordeno a todos.

—Esa no será una opción, señor. No puede quedarse solo —me indica Sam, al momento que Mateo, Sara y Christopher salen de la habitación.

—No es una opción, es una maldita orden, Sam. —Se  me queda mirando y luego mira a su hija, la cual asiente, y él se retira.

—Como indicó mi padre, jefe, esa no es opción. Y como soy su guardaespaldas personal, pues es mi deber quedarme y cuidarlo, aunque mi día empiece mañana, señor —me dice Valeria.

Cruzo los brazos y volteo los ojos. Joder, tiene agallas la niña, y de las buenas. Estando más cerca, puedo ver algunos de sus lunares en los brazos y rostro. Viste una falda de cuero, un top rojo, una chaqueta de cuero negro y botas de tacón del mismo color. Vaya combinación perfecta para su apodo.

—¿Cómo piensas protegerme si estás vestida así? Ni armas veo que cargas.

Se echa a reír, y malditamente tiene la mejor sonrisa que he visto en mi vida.

—No importa cómo esté vestida, siempre podré pelear, y puedo moverme con cualquier ropa que traiga puesta. Y si es necesario, hasta desnuda —me dice Valeria.

—Ya veo que sí, маленькая орхидея (pequeña orquídea), pero si piensas, aunque sea unos segundos de tu valioso tiempo en quitarte la ropa, conocerás al diablo que llevo dentro. ¿Me escuchaste?

Mierda, no sé de dónde salió eso que acabo de decir, pero solo imaginarla desnuda alrededor de otros hombres me pone inquietamente furioso.

—Sí, Pakhan. ¿Me podría decir por qué маленькая орхидея? —responde ella, mirando fijamente.

—Ahora, solo por hoy, retírate. En unos minutos me iré yo, nos veremos mañana. Y algún día lo sabrás —le digo.

—Como ordene, señor. Pero solo por esta vez. Si me necesita, este es mi número. Puede contactarme. Si necesita ayuda, estaré al pendiente por cualquier urgencia. Igual, yo vine a disfrutar y aquí me quedaré hasta que decida irme, señor —me dice Valeria.

—Tengo una pregunta para ti, Reina —me acerco a ella, rodeándola, mientras la miro de arriba abajo como un halcón. Es como una orquídea blanca, blanca como la nieve, pero manchada de rojo—. ¿Cómo puedo ser santo si acabo de conocer al demonio que atormentará mi mundo?

—¿Quién es ese demonio que atormentará su mundo, jefe? —me dice ella.

—Eso lo averiguaremos antes de que te des cuenta.

La veo alejarse y abrir la puerta para salir. En estos momentos, mi cabeza da vueltas con ella en mi mente. Aparte de eso, los malditos italianos pisándome los talones. Sirvo un vaso de whisky y lo bebo mientras analizo cómo haré para que la guerra que se aproxima no termine con tantas bajas.

Mi madre siempre me dijo, que la violencia nunca era la solución, pero resulta que yo no soy mi madre y soy el  Maldito Pakhan de Rusia.

Me levanto del lugar y me retiro, no sin antes ver si la pequeña orquídea aún se encuentra aquí. y sí, está con su guardaespaldas, ellos levantan la mirada hacia mí y asienten.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora