Capítulo XVII - Valeria

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Despierto junto al lado de la persona que ahora es mi esposo. El sol brilla a través de la cortina, iluminando el cuerpo resplandeciente de mi esposo. Me muevo muy suavemente para no despertarlo e inhalo el aroma de su cuerpo. Huele a esa fragancia de François Demanchy, con una fuerte combinación de lavanda y notas cítricas.

Estoy tratando de no despertarlo. Se mueve lentamente y más profundamente, presionando su rostro contra mis pechos. La sensación de su piel desnuda contra la mía es demasiado para resistir, así que intento nuevamente levantarme de esta pequeña tortura, pero no sirve de nada porque se despierta rápidamente. Sus ojos recorren mi cuerpo completamente desnudo. ¡Oh, Dios mío! Su cuerpo es increíble. Parece que pasó cada minuto torturándose en el gimnasio o entrenando jiu-jitsu con Mateo y los demás brigadieres. Siento que me mojo solo con verlo.

Puede verme observando cada centímetro al descubierto de su cuerpo. Su abdomen tiene un paquete de ocho. Puedo ver bien sus tatuajes. Tiene un halcón con las alas extendidas y con una presa en sus garras. En el brazo derecho tiene la flor de sakura que se envuelve con la flor de loto, agregando unas serpientes enrolladas en un rosal.

—¿Te gusta el panorama que observas, pequeña?

Me muevo rápidamente de la cama y me dirijo al baño. Puedo escuchar cómo se levanta de la cama y al instante su teléfono suena y lo escucho hablar en ruso. Creo que habla con Mateo. Salgo del baño y lo veo colocarse un pantalón mientras habla. Tiene unas señoras nalgas que estoy envidiando prácticamente. Veo como gira la cabeza para darse cuenta de que lo observo descaradamente.

— Pienso sinceramente, Malysh, que te gusta demasiado lo que ves. Estoy muy seguro de eso.

—Idiota engreído. —lo veo sonreír.

Me alejo para abrir la puerta y salir del cuarto, y me dirijo a la cocina. Necesito una buena taza de café cargado para el largo día que me espera. Tenemos muchas cosas que hacer y estoy segura de que una de esas cosas es escuchar el sermón de Adán. Lo escucho bajar por las escaleras y me preparo mentalmente para el gran sermón que me espera.

— Quiero saber, pequeña orquídea, ¿por qué desobedeciste mi orden?

—A ver, Gavrel, primero me prometiste que iría contigo a cualquier lugar donde tuvieras algún negocio.

—Sí, te dije eso, pero no a jodidas reuniones peligrosas con los jefes de la mafia. ¿En qué mierda estabas pensando, Malysh?

—Estaba pensando en que no estaría de más que me dieras las gracias por haber buscado la información que ninguno de ellos sabía.

—Sí, era información muy valiosa, no lo niego, pero ¿qué hubiera pasado si nos hubieran atacado o te hubieran seguido de nuevo? Valeria, dime, ¿qué hubiera pasado?

—No seas bobo, Gavrel. Estaba protegido por los guardaespaldas que te asigné. Ya me di cuenta de que no pudieron acatar una orden que les di. No sirven entonces.

—La palabra del Pakhan pesa, pequeña Malysh. Que no se te olvide.

—Yo sé que pesa, pero ahora soy tu esposa y me importa una mierda. Si aún tengo que respetarte porque eres el Pakhan, puedes ser el Pakhan y gobernar el cielo y el infierno, pero yo soy tu esposa y me debes el mismo respeto que me pides que te dé. —puedo ver cómo medio sonríe.

—Eres algo increíblemente raro de poder descifrar. No vuelvas a salir sin avisarme, que te quede claro. Y me vale una mierda que gobiernes y que no, aquí soy la ley y, por lo tanto, pido lealtad y respeto como tu Pakhan.

—Sabes que eres algo egocéntrico, idiota a la vez. No lo puedo soportar, te detesto. —me giro para irme cuando me agarra por la muñeca y me jala hacia él.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Where stories live. Discover now