CAPÌTULO XXVI- GAVREL

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Ese mismo día solicito que me den de alta porque necesito ajustar cuentas, y esta vez la sangre que tanto pido será derramada por mí. Se metieron con la persona que no debían, atacaron y me arrebataron lo que el destino nos mandó, y no me quedaré quieto. Llamo a la orden para que se puedan reunir en mi oficina.

También solicito a mis guardaespaldas y mis brigadieres para la reunión y tengan todo el armamento listo porque hoy cae el viejo con Chicago.

Valeria todavía está afectada por lo que pasó, aunque lo quiera disimular, aún está adolorida y esa herida que ella dice sanar no ha sanado por completo. Solo ha pasado un mes y siempre dolerá toda la maldita vida. Aún está recuperando el color de su piel. La dejo en cama descansando y le indico que tengo que salir a arreglar un asunto en la oficina.
Asegurándome de que los guardaespaldas estén en sus posiciones, les dejo los míos y me voy solo con Mateo y Gregory. Le indico a Sergei y Edward que se jueguen la vida, al igual que los demás. En la oficina ya se encuentran los cinco jefes y no los dejo ni hablar.

Me siento en mi silla, rodeado de los jefes de las distintas facciones. Su apoyo y lealtad son evidentes, y puedo sentir la tensión en el aire.
Se metieron con lo más preciado que tengo, la hirieron y me arrebataron a mi primogénito, y tengo que aceptar que jodidamente lograron matarme de la forma más despiadada.
Escucho atentamente las palabras de Alessandro y Emir, y una sensación de venganza y sed de justicia se apodera de mí.

—Nos enteramos de lo sucedido e imaginamos que cuando despertaras tú querías ser el que lo degollara vivo —me dice Alessandro. Tenemos todo listo y tenemos su ubicación, solo estábamos esperando que despertaras.

—Su ubicación está en Chicago. El maldito regreso de Italia lo hemos estado vigilando y no se ha movido de ahí —me dice Emir—. Alessandro ha estado ocupado vigilando al viejo junto a Sara.
Veo cómo sonríen y mierda, siento que de algo me perdí.

—Cállense idiotas, metiches y volvamos al tema, cuando atacaremos.

Alessandro estaba incómodo con lo que menciono Emir y por este momento voy a olvidar ese tema.

—Sí, quería ser yo quien lo hiciera. Quiero desgarrar su existencia de la manera más despiadada posible. No puedo permitir que se salgan con la suya después de lo que hicieron. Ellos atacaron a mi familia, y eso es algo que no puedo ni voy a dejar pasar.

Miro a cada uno de los jefes presentes, sabiendo que están listos para actuar en mi nombre. La rabia y la determinación se reflejan en sus ojos.

—Tenemos que asegurarnos de que esta vez no haya escapatoria. Quiero que cada uno de ellos pague por lo que hizo. Quiero que sientan el mismo dolor que nosotros sentimos. No dejaremos piedra sin remover hasta que hayamos acabado con ellos.

Les doy instrucciones claras sobre el plan de ataque. Sé que estamos poniendo en riesgo nuestras vidas, pero la venganza es algo que no puedo ignorar. Nos levantamos de la mesa, listos para enfrentar lo que sea necesario.

—No importa lo que suceda hoy, debemos permanecer unidos. Somos una familia, y juntos superaremos esto. La sangre que derramaremos será el precio que pagarán por cruzarse en nuestro camino.

—Ahora, preparémonos para la batalla. Chicago conocerá nuestro nombre y recordará nuestro poder —dice Kairo.

—Hoy mismo, se hará. Ya me mantuvieron 4 meses en coma, así que estoy sediento de sangre y quiero a Castel muerto hoy, si es posible, y a los malditos albaneses también. Nos vemos aquí en media hora, arréglenselas para llegar a tiempo o me iré yo solo y lleven a sus mejores hombres.

—Tranquilo vaquero, aquí estaremos. También queremos diversión —sonríe John mientras observa a Leonardo, que ha estado callado—. Dime que no estarás planeando utilizar lo uevo que creó Emir, Leonardo.

—Y ahora, ¿de qué mierda hablan? —les digo, viendo que me he perdido bastante en ese lapso de cuatro meses.

Los jefes intercambian miradas cómplices antes de que Leonardo finalmente responda.

—Gavrel, Emir ha estado trabajando en algo especial durante tu ausencia. Ha desarrollado un nuevo arsenal de armas, tecnología de vanguardia que podría ser muy útil en esta misión. Estamos hablando de armamento de última generación, diseñado para maximizar nuestra eficacia y minimizar los riesgos.

Emir asiente y añade:

—Es cierto, hemos invertido tiempo y recursos considerables en este desarrollo. Tenemos nuevos dispositivos de seguimiento y localización, armas de fuego mejoradas, incluso trajes y equipo de protección avanzados. Todo esto para asegurarnos de que estemos preparados para enfrentar cualquier situación.
Me sorprende la noticia, pero al mismo tiempo me siento intrigado y ansioso por ver en acción estas nuevas armas y tecnologías.

—Parece que me perdí mucho mientras estaba fuera. Estoy impresionado por el trabajo que han realizado. Estoy listo para utilizar todo lo que tengamos a nuestra disposición. Quiero que esta sea una operación impecable, sin margen de error.

John asiente y agrega:

—No te preocupes, Gavrel, estaremos a la altura de tus expectativas. Estamos listos para mostrarles a esos bastardos de qué somos capaces.
Con una sonrisa de determinación en mi rostro, me dirijo hacia la salida de la oficina.

—Entonces, no perdamos más tiempo. Tenemos una cita con la venganza en Chicago. Que todos estén preparados y nos vemos en media hora.

Los jefes asienten y se dispersan, cada uno dirigiéndose a cumplir con sus responsabilidades y prepararse para la misión. Estoy ansioso por enfrentar a mis enemigos y asegurar la justicia para mi familia. Cierro los ojos por un momento y pienso en Valeria. Prometo a mí mismo que cuando todo esto termine, estaré allí para ella, para sanar juntos las heridas que nos han causado. Pero primero, debo cumplir con mi promesa de venganza y justicia. Hoy, Chicago será testigo de la ira de los Reyes.

Al llegar nuevamente al apartamento, los brigadieres me esperan junto a Sam, papá y Valeria, que está sentada en el sillón. Me dirijo hacia ella y le deposito un beso en su frente, a lo que ella responde con una sonrisa y se acurruca a mi lado.

—Atacaremos hoy, ellos tienen que caer. Hoy quiero sus cabezas. Alisten y carguen el armamento en el avión. Chicago cae hoy y un nuevo rey surgirá.

—Estamos listos, Pakhan, y no alegra que hayas despertado —dice Liam, y al mismo tiempo todos piden disculpas por no haberla protegido como debían.

—Ahórrense las disculpas, ya es tarde. Sam, necesito que reserves cinco habitaciones en uno de tus hoteles.

Val se mueve de mi lado y me mira.

—Jodidamente, no me iré, Gavrel. No me pidas eso porque no lo haré.

—Vamos, pequeña, solo será por unas horas. No puedo pelear si mi cabeza está pensando que estás en peligro.

—Pues entonces pelearé contigo.

—Eso jodidamente no va a pasar sobre mi cadáver.

—No olvides que también es mi dolor, es mi guerra, no solo tuya. De los dos, no me dejes esconder y déjame ser la reina roja que conociste aquella noche.

—Joder, Valeria. Sam, prepara igual cinco habitaciones: la de mamá, mi tía, mi prima, papá, la del tío y la tuya. Los demás irán conmigo.

En quince minutos estamos en la oficina y ya no esperan ahí. Puedo ver la cara de sorpresa de los jefes al ver a Valeria junto a mí, y por unos segundos sus rostros cambian a una sonrisa. Un rey necesita que su reina sea fuerte, y ella lo es absolutamente, a pesar de su edad. Tardamos una hora en llegar a Chicago y todo estaba listo, solo era cuestión de esperar a que llegáramos.

—Comprobemos los auriculares mientras vamos en camino —dice Sara.

Veo cómo todos tardan un par de minutos en verificar que sus auriculares funcionen mientras le coloco los de Valeria.

Me pongo el chaleco antibalas y me aseguro de tener cargadores llenos en todas mis armas. Más adelante, veo que los carros de Kairo giran a la derecha para acercarse a la casa de Castel por la parte de atrás, para que no se den cuenta. Leonardo toma un maldito lanzacohetes y, de pie en el Jeep, equilibra el arma para poder apuntar a su objetivo.

—En tres... —El idiota empieza la cuenta regresiva—, dos, bebés... —doblamos la esquina y la casa de Castel se encuentra al frente de nosotros—, uno… perros.

—Bienvenidos al puto infierno, alimañas asquerosas. —Su maldita sonrisa de loco no se la borra nadie.

La granada se lanza con un silbido y, segundos después, la parte de atrás se encuentra destruida, mientras Val y yo entramos por la parte de al frente empujando las puertas, con nuestros guardaespaldas detrás junto con los demás soldados.

—Estamos aquí, hijo de puta, y solicitamos tu jodida vida.

—El diablo vino a visitarte, Castel. Solo queremos hacer una visita —dice Valeria con una sonrisa burlona.

La tensión en el ambiente es palpable mientras avanzamos por los destrozos causados por la explosión. Los guardaespaldas y soldados se mantienen alerta, listos para enfrentar cualquier amenaza. Valeria y yo nos miramos brevemente, compartiendo una determinación y sed de venganza en nuestros ojos.

De repente, aparece Castel acompañado de sus soldados, rodeado de luces tenues y una sonrisa desafiante en su rostro. Levanta las manos en señal de burla.

—¡Ah, los Reyes han venido a visitarme! Parece que despertaron de su sueño, pero lamento decirles que están a punto de presenciar su propia destrucción.

Valeria se acerca a mí, susurra en mi oído y se aleja, tomando una posición estratégica. Los soldados se dispersan, cubriendo las distintas áreas de la casa mientras nos preparamos para el enfrentamiento.

—Castel, te equivocaste al atacar a mi familia. Hoy pagarás por tus crímenes, no habrá escapatoria para ti —digo con voz firme y cargada de rabia.

El silencio se rompe cuando comienza el tiroteo. Las balas y los gritos llenan el aire mientras avanzamos entre los escombros y los cuerpos caídos. Valeria demuestra su destreza en el combate, disparando con precisión y moviéndose ágilmente entre los obstáculos.

Juntos, avanzamos hacia el corazón de la casa, persiguiendo a Castel y a los albaneses que intentan resistirnos. No nos detendremos hasta que estén todos eliminados. La sed de venganza nos consume y alimenta nuestra sed de justicia.

Los guardias de Castel se dispersan como las malditas ratas de alcantarilla que son, y mientras caminamos sobre los escombros esparcidos por toda la casa, abrimos una brecha en el frente. Milagro usa la ametralladora y comienza a disparar.

Antes de que Emir pueda detener el Jeep, Leonardo salta y comienza a disparar como un loco. Me agacho tratando de esquivar sus balas, al mismo tiempo que disparo hacia el lado izquierdo del terreno, golpeando a cada hombre que puedo y viendo cómo los cuerpos caen. Una intensa satisfacción llena mis venas, era lo que necesitábamos y lo estamos obteniendo poco a poco.

—Intentaste acabar con mi esposa y me arrebataste a mi primogénito. Hoy conocerás al maldito hombre que gobierna el infierno, porque seré tu maldita pesadilla.

—¡Gavrel! —Valeria grita por encima de los fuertes disparos.
Miro en su dirección y me muevo rápidamente para alcanzarla.
Mis hombres llegan al terreno mientras nosotros avanzamos por el lado derecho, donde mis brigadieres están atacando. Nos brindan la cobertura que necesitamos, mientras Valeria y yo seguimos avanzando. Milagro y Marianela comienzan a quitar los alfileres de las granadas y se las lanzan a los guardias que abren fuego contra nosotros.

Es una destrucción, es como si estuvieras presenciando el maldito fin del mundo. La muerte es lo que se ve a medida que nos acercamos a la casa y el mar de sangre se hace más grande. Una bala me golpea en la parte trasera de mi chaleco y pierdo el maldito equilibrio.

El dolor es tan jodido que se extiende por mi pecho, haciéndome difícil el simple acto de respirar, pero no dejo de disparar.

—Gavrel, ¿estás bien, cariño?
Veo la preocupación en el rostro de Valeria, así que me levanto y la atraigo hacia mí, dándole un beso, y luego la suelto para seguir disparando.

—Somos la venganza, Castel.

—Somos la maldita ira que tú mismo provocaste —responde ella.

—Y seremos su maldita muerte, Malysh.

—Agáchense —grita Víctor.
Tanto Valeria como yo retrocedemos y los guardaespaldas tratamos de cubrirnos detrás de la pared, justo cuando hay una explosión junto a la puerta principal. Cuando estoy recargando mis armas, varios guardias salen por la puerta principal.

—Hijos de puta —dice ella. Abren fuego contra nosotros y les devolvemos las malditas balas.
Empezamos a correr y nos ponemos a cubierto detrás del muro. Tomo una profunda bocanada de aire, con mi pecho todavía sensible por el disparo en mi chaleco. Asiento con la cabeza hacia Pavel, que está a nuestro lado, y luego nos levantamos y seguimos disparando tiro tras tiro mientras subimos las escaleras en busca de Castel.

El único guardia viene volando por encima de la pared y cae encima de Valeria. Ella ni siquiera lo piensa, simplemente reacciona lanzándose encima de él mientras trata de encontrar una posición para la pelea.

—Es mío y nadie se va a meter.
Le golpea la cara con la culata de la pistola que tiene. Se aleja del atacante para quedar fuera de su alcance. Pone los brazos delante de su cara para bloquear cualquier puñetazo que él intenta darle.

—Señores, cuiden nuestra espalda porque en estos momentos la Reina está en una batalla que no me pienso perder —dice Kairo a los soldados. Los guardaespaldas rodean en forma de círculo mientras Kairo, Leonardo, John, Emir y Alessandro estamos adentro, observando a Valeria pelear.

Valeria se agacha cuando él le lanza un puñetazo y se prepara para contraatacar. Deja escapar un gruñido, claramente molesta. Hace que él tropiece y lo empuja para que se caiga hacia atrás. Luego, se acerca a su oponente, le pone una pierna a su lado, lo agarra de los hombros y lo empuja hacia atrás.

Desliza la pierna alrededor y detrás de sus tobillos mientras lo empuja y comienza a darle una paliza al hijo de puta. La satisfacción llena sus venas, mientras la sangre salpica su hermoso rostro, y puedo escuchar los huesos rompiéndose.

Ella sigue presionando la empuñadura de su arma contra la cara de él, su cabeza, cualquier parte que pueda desbaratar. Hay odio en su forma de matarlo, demasiado odio.

—Es tan brutal y despiadada que estoy seguro de que el hijo de puta está muerto y retorciéndose en el infierno  —dice Alessandro con una sonrisa en su rostro.
Valeria se pone de pie, su respiración áspera, y viene hacia mí.

—Lo siento, me excedí un poco, creo —dice, mientras limpia la sangre de su rostro.

—Yo diría que estuvo bastante bien, pequeña orquídea.

Alessandro, Emir, John y Leonardo comienzan a moverse hacia el lado derecho de la casa con un grupo de sus soldados. John le sonríe al hombre muerto.

—Buen trabajo, Reina de reinas —le dice John.

Dejo escapar una risa y luego nos apresuramos a subir las escaleras, escalando los escombros, y entramos en la maldita casa en la que Castel se ha estado escondiendo como un cobarde.

—Nos ocuparemos de la policía —dice Alessandro—. No nos interrumpirán. Pronto sabrán a quién deben lealtad en estos momentos.

—Bien, porque estamos lejos de terminar y ese cabrón no aparece —murmura Valeria, mientras miro alrededor del vestíbulo de entrada, atento a la más mínima señal de movimiento.

—Iremos al ala oeste —dice Emir, y él y Kairo se dirigen hacia la izquierda.

—Nosotros iremos al ala este —dicen Leonardo y John, con la espalda contra la pared y las armas levantadas.

Valeria y yo avanzamos hacia la sala de estar. Los disparos siguen resonando en el aire.

—Estamos en la cocina —la voz de Mateo llega a través de mi auricular.

—Estamos en la sala de estar —les digo a través del auricular, asegurándome de que estén al tanto de nuestra ubicación.
Suenan más disparos desde arriba, así que Valeria y yo nos apresuramos, manteniéndonos alerta mientras entramos en un estudio.

—Nada aquí, jefe —murmura Dimitri en respuesta, indicando que no ha encontrado ningún signo de Castel en esa área.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Where stories live. Discover now